Hábitos, usos, costumbres e imposición
social.
Aquellos que manifiestan su poderío
económico rara vez lo hacen de manera particular y consciente y
suele ser producto de un acto normalizado y estabilizado de una serie
de movimientos propios de aquel que está inserto en los margenes
normales a nivel social.
Los estereotipos sociales se infiltran
en tus modos e invaden tu actuación.
No somos conscientes que nuestra vida
es llevada desde fuera.
Que el modo del triunfo vital y social
está estandarizado y como tontos, nos engañan y nos afirman que
allí, donde a ellos les conviene, está la verdad, el fin, la
felicidad y la realización de las personas.
Pues ¡leches!, allí nos quieren
llevar para vender producto.
El mercado no tiene porqué ser un
elemento ciego y cruel.
La relación económica se puede
normalizar y humanizar.
¡Cuanta gente conozco que necesita
exhibir ciertas cuestiones, elementos, posesiones, productos, para
sentir la seguridad de la normalización, inserción y admisión
social.
Viva aquellos que nos creemos, y aun
que sólo nos creemos, pardiez, que somos libres.
¡Qué poca gente conozco que se atreva
a nadar a contra corriente!
¡Cuantos elementos absolutamente
lógicos son despreciados por la falta de normalidad!
Aquel que se me avergonzó, es decir,
le daba “mal rollo”, el hecho de comprarse un bote frio de
refresco y sentarse en el suelo con sus hijos en el parqué, en vez
de sentarse, con las pierna cruza ditas y la sonrisa siempre puesta,
en el bar a continuación del parque, manteniendo conversaciones
banales sobre temas que sólo interesan a aquellos que no tienen nada
que contar.
Y la gente se repite.
Y cuando me deje barba y me vi guapo,
supuse el por qué, cuando al bajar a la calle observe a mas hombres
con ella y a grandes anuncios de atractivos modelos con una tupida
barba.
Mi mujer estaba hermosa con melenita
estilo garÇon y, para mi mal, enfrente de la puerta de mi casa
habíase un gran anuncio que aquella famosa actriz y maquillada hasta
los tobillos, la mostraba.
Me habían cazado como a un pobre
conejito.
Arrastrábanme a donde querían.
Sí, sí, difícil de asumir y aceptar,
con muchos puntos negros, pero cuanta razón tenía Nietzsche con la
falta de voluntad individual y el sometimiento al borregismo o la
multitud.
El coger tu vida por las riendas y
elegir la casilla donde pones la ficha es difícil.
A mi y ahora, no me cuesta nada,
simplemente porque es de noche, el mundo está dormido y estoy solo,
acompañado nomas que por mis pensamientos y ordenador.
Difícil es manifestar tu
individualidad y no caminar, con los ojos vendados, hacía allá,
donde, no las empresas, sino el mercado, quiere llevarte.
Los usos y costumbres se convierten en
hechos que ya han pasado el nivel necesario para ser juzgados y son
aceptados y admitidos con toda normalidad.
Es la contaminación moral, que allí
está, pero que no somos conscientes y se nos pasa por alto.
La vulgaridad se encuentra en la
repetición.
La deshumanización nace ante la falta
de oportunidades para elegir.
Cuanta gente conozco que ha perdido su
capacidad de elección y juicio y sólo se visten¡, en función de
lo llevado por aquellas o lo anunciado por estos.
Por mi cabeza pasean bastantes personas
que se mueven en este sentido, forma y manera y que prefiero olvidar.
No a ellos y ellas, sino a su manera de concebir y actuar.
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