Impactado se quedó Andrés cuando vio
llegar a su siempre amigo Pedro.
Llevaba unas semanas entrando cabreado
en el café, pero ésta cargaba con una expresión altamente crítica
y lúcida.
Desde lejos y abriendo los brazos de
par en par me dijo
- Pero ¿cuando van a entender que así
no se llega a ningún sitio?
- ¿Qué pasa?
- Que necesita más de un dirigente de
esta empresa algún libro de los tuyos.
- ¿La lógica de Frege para aplicarla,
o de Lecciones del positivismo, sociología de Comte para que sepan
cómo?
Su cara por fin cambió de expresión.
Irónica, vamos, pero al menos menos desagradable que con la que
entró.
- Los directivos se empeñan en
imponerse por la fuerza jurídica y laboral y no nos hacen participes
del proceso.
Ya habíamos hablado en más ocasiones
del espacio demasiado grande con el que se separan al dueño de una
empresa y a los trabajadores.
- Burro y terco – siguió con su
discurso Pedro, aquel empresario que no concibe que la relación y
predisposición de los trabajadores es esencial para el
funcionamiento normalizado, estable y duradero de la empresa,
catalizado en la confianza máxima.
- Bueno, pero ceder, cuesta dinero para
el amo de la ,siempre suyas, empresa..
- No, no, no es lo mismo ni nada igual,
tener perdidas a no ganar ese dinero extra esperado.
Esta última frase la expresó, de
pie, al lado de la barra, con los pies cruzados y pasándose la
palma de la mano suavemente por el cabello. Daba la talla y pareciase
el directivo pero no, los dos disfrutábamos siempre de la intimidad
de las máquinas de la impresora, trabajando con los libros, para su
impresión, que con tanto amor y placer habíame leído ya.
- La lectura de los libros para su
corrección, el interés que pongas será directamente proporcional a
los beneficios que obtengas en la perfección de los trabajos ¡que
nos pague un tanto por ciento del incremento de ventas.
- Somos egoístas por naturaleza, nos
dijo ya Hobbes, y siempre tiramos hacia nuestros intereses. Y sino a
las grandes utopías políticas pongo como ejemplo.
- O que baje a hacer complicidad y
forjar interés con nosotros. El capo de la editorial es básicamente
desconocido para mi.
El camarero los escuchaba con
atención. Era un currunte a sueldo y ¡válgame Dios!, qué fortuna
la suya comparada con muchos de los otros.
Pedro actuaba y hablaba con mucha
convicción, pero claramente no iba a hacer ningún acto
manifestativo de estas ideas. Lo sentía y lo sabía, era una
piececita más, y sólo más, del monopoli ya vendido.
- Las personas estamos totalmente
vinculadas a nuestros componentes pasionales o sentimentales. Éstos
siempre actúan, bajo nuestra conciencia o no. Si estás mosqueado,
quieras o no, el trabajo irá a peor. ¡Que nos mantenga felices! -
concluyó Andrés.
- Es evidente.
Cambiaron de tema bruscamente pues
había mucha convicción en la operatividad correcta.
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