miércoles, 24 de septiembre de 2014

LA DEFINITIVA Y ÚLTIMA REVOLUCIÓN COPERNICANA



La concepción Giro Copernicano, tiene su origen en el paso que dio el cura protestante Prusiano, Nicolás Copérnico a lo largo del siglo XV, y el XVI, el cual consistía en proponer como centro del sistema de los cuerpos celestes, entonces conocidos, al sol, en vez de a la tierra, hasta el entonces propuesto y defendido, con la imposición también de la Iglesia tras el estudio de las santas escrituras, en aquellos párrafos en los que Dios mandaba que el sol se parase. La máxima dificultad e inicio de la necesidad de cambio fue  producto de la resolución de los problemas encontrados, para explicar las órbitas de los planetas, suponiendo que la tierra fuese el centro de las circunferencias. Estas orbitas se entendían circulares y Ptolomeo, en el siglo II intentó explicar, con esta  manera de concebir, las irregularidades que se encontraban en  caminos de sus órbitas, proponiendo retrocesos en sus trayectorias y demás, lo que hacía imposible su cálculo correcto. En su lecho de muerte, Nicolás, la esperó con su libro, titulado “Las órbitas de los cuerpos celestes” entre las manos a sabiendas de la herejía que cometía con su teoría,  escrito y concebido,  debido a los claros y correctos  cálculos, apoyado en la sencillez y precisión de las operaciones matemáticas, si se pusiera en el centro de las órbitas a la sol (Heliocéntricas) y no a la tierra (Geocéntricas).
Eran los comienzos de la Vía Moderna de explicación y ya comenzaban a circular por Europa más pensamientos Griegos clásicos, en los cuales había más pensadores importantes, además de Aristóteles y platón que propusieron al sol como centro del, entonces, conocido cosmos y totalidad.
Evolución, cambio.
Así pues, nos encontramos con un cambio en un paradigma fundamental explicativo a partir del cual realizar  las investigaciones y deducciones pertinentes.
Pero ha habido más, menos o más conocidos.
En el siglo XVIII, llegó, el también Prusiano, Inmanuel Kant y nos dijo que entendiéramos que la formación de la realidad estaba directamente construida por nuestra mente y que ciertos elementos formadores de ella y que nos valían de base para  comprensión y explicación, no estaban en la realidad material que nos rodea, sino que éramos nosotros quien los poníamos al trabajar con ellas. Los objetos tienen unos componentes físicos propios, pero la situación, digamos y por ejemplo, espacial, el arriba o el abajo, no están en éste, sino en el sujeto que las mira. Revolucionó el concepto del conocimiento de la realidad circundante, revolución cognitiva, Copernicana también. Las personas éramos participes en esta realidad circundante que permanecía realmente lejana y oculta ante nosotros, pues nuestros pensamientos sobre ella (Noúmeno) siempre estarían condicionados por nuestras estructuras internas (Fenómeno).
Y más todavía más peculiares. El Franciscano Buenaventura, huyó del racionalismo y trato de rechazar conceptos universales racionales de Santo Tomas para la explicación de la relación con Dios. Esta primera huída de la razón pura, nos llevo a entender la necesidad de la experimentación sobre la naturaleza para su comprensión. Había que tocarla, verla, experimentarla, para conocerla. Roger Bacon, en El siglo XIII, aun no siendo el primero en hacerlo, sí que lo teorizó como el comienzo de la ciencia experimental, superando el tratamiento de los conceptos abstractos para explicar toda la realidad. Fue otra revolución copernicana en el momento del cambio de un paradigma fundamental. Aristóteles había sido desde 20 siglos, culminando con Santo Tomas de Aquino el punto de referencia máximo de explicación de la realidad, trabajando sólo con la observación y meditación. Desde la ventana de su casa, explicando el funcionamiento total del cosmos. Una mente, sin duda privilegiada.
Fueron cambios totales en la perspectivas de trabajo y principios formadores que hicieron, en estos casos, evolucionar y cambiar a mejor,  los modelos sobre los cuales montar, al fin y a la postre, conocimientos, formas y maneras.
Y aún hay más cambios en la historia del pensamiento que revolucionaron la concepción de la globalidad.
Actualmente necesitamos otras.
¿Física? No, ¿Ontológica?, no, ¿Gnoseológia?, tampoco, necesitamos una clara revolución copernicana en la concepción de las relaciones humanas y en los objetivos que hemos de buscar y proponer en el funcionamiento social y de relaciones mundiales.
Hasta que no cambiemos algunos paradigmas en cuanto al debido funcionamiento del mundo el cambio será imposible.
El objetivo de un país se base en el bienestar social, es decir, en la comodidad de la vida de los particulares. Pues no, mucho más importante es que todos coman.
Otros objetivo es el nivel educativo de las facultades. El conseguir un nivel teórico alto. No. Mucho más importante para el funcionamiento social es la extensión máxima y total de la educación  media, incluyendo una articulación del correcto funcionamiento social en sus principios formadores que los altos y grandes conocimientos. Es sin duda alguna, preferible que todos, que tengamos respeto unos a otros que saber qué pasa cuando dos partículas a velocidad de la luz impactan. El circuito de aceleración en Austria hubiera valido para construir cien colegios y pagar a los profesores en sitios que no los tienen. El conocimiento científico es importantísimo para la realización del ser humano, pero hay otras prioridades.
He puesto ejemplos total y absolutamente discutibles, pero sin un cambio revolucionario en la concepción de los objetivos básicos que tenemos que buscar como elementos formadores de las comunidades y enlosa sujetos que tenemos que construir, la resolución a ciertos problemas no serán más que pequeños parches en el gran pinchazo mundial que tenemos.
No hago ideología barata.
No hablo de nuevas sistemas económicos-políticos.
Habla de nuevas concepciones, propósitos, objetivos, intenciones.
Todo cambio efectivo debe de ser lento, pausado y tranquilo.
No se puede buscar lo que en el momento es imposible.

Pero no veo, ni se ve, estos lejanos pero altos y resolutivos fines en la concepción de la agrupación, pues es la que nos define en su  totalidad, como seres humanos.

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