La concepción Giro Copernicano, tiene su origen en el paso
que dio el cura protestante Prusiano, Nicolás Copérnico a lo largo del siglo XV,
y el XVI, el cual consistía en proponer como centro del sistema de los cuerpos
celestes, entonces conocidos, al sol, en vez de a la tierra, hasta el entonces
propuesto y defendido, con la imposición también de la Iglesia tras el estudio
de las santas escrituras, en aquellos párrafos en los que Dios mandaba que el
sol se parase. La máxima dificultad e inicio de la necesidad de cambio fue producto de la resolución de los problemas
encontrados, para explicar las órbitas de los planetas, suponiendo que la
tierra fuese el centro de las circunferencias. Estas orbitas se entendían circulares
y Ptolomeo, en el siglo II intentó explicar, con esta manera de concebir, las irregularidades que se
encontraban en caminos de sus órbitas,
proponiendo retrocesos en sus trayectorias y demás, lo que hacía imposible su cálculo
correcto. En su lecho de muerte, Nicolás, la esperó con su libro, titulado “Las
órbitas de los cuerpos celestes” entre las manos a sabiendas de la herejía que
cometía con su teoría, escrito y
concebido, debido a los claros y
correctos cálculos, apoyado en la sencillez
y precisión de las operaciones matemáticas, si se pusiera en el centro de las órbitas
a la sol (Heliocéntricas) y no a la tierra (Geocéntricas).
Eran los comienzos de la Vía Moderna de explicación y ya
comenzaban a circular por Europa más pensamientos Griegos clásicos, en los
cuales había más pensadores importantes, además de Aristóteles y platón que
propusieron al sol como centro del, entonces, conocido cosmos y totalidad.
Evolución, cambio.
Así pues, nos encontramos con un cambio en un paradigma
fundamental explicativo a partir del cual realizar las investigaciones y deducciones
pertinentes.
Pero ha habido más, menos o más conocidos.
En el siglo XVIII, llegó, el también Prusiano, Inmanuel Kant
y nos dijo que entendiéramos que la formación de la realidad estaba
directamente construida por nuestra mente y que ciertos elementos formadores de
ella y que nos valían de base para comprensión y explicación, no estaban en la
realidad material que nos rodea, sino que éramos nosotros quien los poníamos al
trabajar con ellas. Los objetos tienen unos componentes físicos propios, pero
la situación, digamos y por ejemplo, espacial, el arriba o el abajo, no están en
éste, sino en el sujeto que las mira. Revolucionó el concepto del conocimiento
de la realidad circundante, revolución cognitiva, Copernicana también. Las
personas éramos participes en esta realidad circundante que permanecía
realmente lejana y oculta ante nosotros, pues nuestros pensamientos sobre ella
(Noúmeno) siempre estarían condicionados por nuestras estructuras internas
(Fenómeno).
Y más todavía más peculiares. El Franciscano Buenaventura,
huyó del racionalismo y trato de rechazar conceptos universales racionales de
Santo Tomas para la explicación de la relación con Dios. Esta primera huída de
la razón pura, nos llevo a entender la necesidad de la experimentación sobre la
naturaleza para su comprensión. Había que tocarla, verla, experimentarla, para
conocerla. Roger Bacon, en El siglo XIII, aun no siendo el primero en hacerlo,
sí que lo teorizó como el comienzo de la ciencia experimental, superando el
tratamiento de los conceptos abstractos para explicar toda la realidad. Fue
otra revolución copernicana en el momento del cambio de un paradigma
fundamental. Aristóteles había sido desde 20 siglos, culminando con Santo Tomas
de Aquino el punto de referencia máximo de explicación de la realidad,
trabajando sólo con la observación y meditación. Desde la ventana de su casa, explicando
el funcionamiento total del cosmos. Una mente, sin duda privilegiada.
Fueron cambios totales en la perspectivas de trabajo y
principios formadores que hicieron, en estos casos, evolucionar y cambiar a
mejor, los modelos sobre los cuales
montar, al fin y a la postre, conocimientos, formas y maneras.
Y aún hay más cambios en la historia del pensamiento que
revolucionaron la concepción de la globalidad.
Actualmente necesitamos otras.
¿Física? No, ¿Ontológica?, no, ¿Gnoseológia?, tampoco,
necesitamos una clara revolución copernicana en la concepción de las relaciones
humanas y en los objetivos que hemos de buscar y proponer en el funcionamiento
social y de relaciones mundiales.
Hasta que no cambiemos algunos paradigmas en cuanto al
debido funcionamiento del mundo el cambio será imposible.
El objetivo de un país se base en el bienestar social, es
decir, en la comodidad de la vida de los particulares. Pues no, mucho más
importante es que todos coman.
Otros objetivo es el nivel educativo de las facultades. El
conseguir un nivel teórico alto. No. Mucho más importante para el
funcionamiento social es la extensión máxima y total de la educación media, incluyendo una articulación del correcto
funcionamiento social en sus principios formadores que los altos y grandes
conocimientos. Es sin duda alguna, preferible que todos, que tengamos respeto
unos a otros que saber qué pasa cuando dos partículas a velocidad de la luz
impactan. El circuito de aceleración en Austria hubiera valido para construir
cien colegios y pagar a los profesores en sitios que no los tienen. El
conocimiento científico es importantísimo para la realización del ser humano,
pero hay otras prioridades.
He puesto ejemplos total y absolutamente discutibles, pero
sin un cambio revolucionario en la concepción de los objetivos básicos que
tenemos que buscar como elementos formadores de las comunidades y enlosa
sujetos que tenemos que construir, la resolución a ciertos problemas no serán más
que pequeños parches en el gran pinchazo mundial que tenemos.
No hago ideología barata.
No hablo de nuevas sistemas económicos-políticos.
Habla de nuevas concepciones, propósitos, objetivos,
intenciones.
Todo cambio efectivo debe de ser lento, pausado y tranquilo.
No se puede buscar lo que en el momento es imposible.
Pero no veo, ni se ve, estos lejanos pero altos y
resolutivos fines en la concepción de la agrupación, pues es la que nos define
en su totalidad, como seres humanos.
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