Así pues, decidí,
con libreta y bolígrafo en mano, escuchar y estudiar las actuaciones
y diferentes comentarios esperando, pacientemente, algún hecho,
fuere comentario o actuación que me llamase la atención porque
fuese diferente a lo usual.
Pasaron los días,
las horas los minutos y con la tinta seca decidí aparcar la libreta
y manifestar mi elocuente desasosiego.
Qué rutina, qué
repetición, qué aburrimiento y, además, dentro de una concepción
equívoca de ella misma, de la vilipendiada e insultada política
realizado, estos improperios, por sus propios elementos formadores,
es decir los políticos.
Si hiciéramos unos
desarrollo esquemático de cada una de las propuestas, planteamientos
y proposiciones, encontraríamos, repetidamente las mismas
estructuras infértiles, las cuales tienen ya, en su principio de
planteamiento, un fin y desarrollo totalmente inflexible. Las
reacciones, tanto de unos como de otros, son previsibles y
estandarizadas.
Desconocen, o
simplemente no quieren hacerlo, que la Política es el arte del
acuerdo, de las soluciones compartidas, del perder aquellos detalles
en búsqueda del bien propio producido por el general del que somos
y son participes. Piensan y creen, o así lo manifiestan con sus
actos, que es mecanismo de la imposición de sus ideas primeras..
La misma dinámica
de comportamiento y relación entre los diferentes partidos políticos
está total y absolutamente formalizada, es decir, se podría
deducir, sin entrar en el contenido particular cual sería, en su
caso, la forma de la contestación que hiciese el partido político
competitivo hacia la propuesta hecha por el primer competidor.
Este comportamiento,
llena de hastío nuestra relación ante esta labor primera y
formadora de la democracia.
Rara vez, por no
decir nunca, encontramos un atisbo de continuidad con sus pertinentes
correcciones a una primera proposición, y nos dan y encontramos
siempre la negación y la oferta de otro camino, diferente y
adverso. La construcción conjunta es un hecho olvidado.
El arte de la
Política está totalmente delegado a trabajadores y técnicas de los
movimientos estandarizados.
La intencionalidad
del acuerdo, por encima de sus principios, es nula.
Esto se ve y se
siente.
En términos
históricos, los acuerdos generalizados, en casos de producirse han
sido en situaciones de máxima urgencia y necesidad (Constitución de
1978, España) o en lugares y momentos en los cual el interés
general fuera máximo (Atenas s.V ac, con la actuación de los
propios senadores que recibían directamente sus propias decisiones).
Lo que ha mantenido
en mayor funcionamiento a las democracias actuales ha sido la
antigüedad en su practica, fomentada, esta durabilidad,
fundamentalmente por la marcada y definida división de poderes.
Pero en la
actualidad, todo el pueblo somos conscientes de la poca
intencionalidad de la clase política en la búsqueda primera de un
bien común libre de cualquier posición anterior y su interés en la
persecución de los intereses particulares de su grupo político
El ceñirse a las
necesidades propias, primeras, necesarias y puntuales que necesitan
un acuerdo rápido y eficaz, no se da. Y a los hechos me remito.
Tanto unas
vertientes como otras, pues ya apenas hay diferencias en los términos
generales de las diferentes políticas, no tendrían muchas
dificultades en alcanzar acuerdos en muchas cuestiones.
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