sábado, 13 de septiembre de 2014

LOS POLÍTICOS Y LA POLÍTICA


Así pues, decidí, con libreta y bolígrafo en mano, escuchar y estudiar las actuaciones y diferentes comentarios esperando, pacientemente, algún hecho, fuere comentario o actuación que me llamase la atención porque fuese diferente a lo usual.
Pasaron los días, las horas los minutos y con la tinta seca decidí aparcar la libreta y manifestar mi elocuente desasosiego.
Qué rutina, qué repetición, qué aburrimiento y, además, dentro de una concepción equívoca de ella misma, de la vilipendiada e insultada política realizado, estos improperios, por sus propios elementos formadores, es decir los políticos.
Si hiciéramos unos desarrollo esquemático de cada una de las propuestas, planteamientos y proposiciones, encontraríamos, repetidamente las mismas estructuras infértiles, las cuales tienen ya, en su principio de planteamiento, un fin y desarrollo totalmente inflexible. Las reacciones, tanto de unos como de otros, son previsibles y estandarizadas.
Desconocen, o simplemente no quieren hacerlo, que la Política es el arte del acuerdo, de las soluciones compartidas, del perder aquellos detalles en búsqueda del bien propio producido por el general del que somos y son participes. Piensan y creen, o así lo manifiestan con sus actos, que es mecanismo de la imposición de sus ideas primeras..
La misma dinámica de comportamiento y relación entre los diferentes partidos políticos está total y absolutamente formalizada, es decir, se podría deducir, sin entrar en el contenido particular cual sería, en su caso, la forma de la contestación que hiciese el partido político competitivo hacia la propuesta hecha por el primer competidor.
Este comportamiento, llena de hastío nuestra relación ante esta labor primera y formadora de la democracia.
Rara vez, por no decir nunca, encontramos un atisbo de continuidad con sus pertinentes correcciones a una primera proposición, y nos dan y encontramos siempre la negación y la oferta de otro camino, diferente y adverso. La construcción conjunta es un hecho olvidado.
El arte de la Política está totalmente delegado a trabajadores y técnicas de los movimientos estandarizados.
La intencionalidad del acuerdo, por encima de sus principios, es nula.
Esto se ve y se siente.
En términos históricos, los acuerdos generalizados, en casos de producirse han sido en situaciones de máxima urgencia y necesidad (Constitución de 1978, España) o en lugares y momentos en los cual el interés general fuera máximo (Atenas s.V ac, con la actuación de los propios senadores que recibían directamente sus propias decisiones).
Lo que ha mantenido en mayor funcionamiento a las democracias actuales ha sido la antigüedad en su practica, fomentada, esta durabilidad, fundamentalmente por la marcada y definida división de poderes.
Pero en la actualidad, todo el pueblo somos conscientes de la poca intencionalidad de la clase política en la búsqueda primera de un bien común libre de cualquier posición anterior y su interés en la persecución de los intereses particulares de su grupo político
El ceñirse a las necesidades propias, primeras, necesarias y puntuales que necesitan un acuerdo rápido y eficaz, no se da. Y a los hechos me remito.
Tanto unas vertientes como otras, pues ya apenas hay diferencias en los términos generales de las diferentes políticas, no tendrían muchas dificultades en alcanzar acuerdos en muchas cuestiones.


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