Cuando lees a cualquier escritos sea en
el campo que fuere, es fácil, si se presta atención, sentir los
efluvios de sus pensamientos.
Algo apreciable, sabido y difícil de
discutir es que las narraciones están directamente unidas a la
personalidad, valores, formas y maneras del que las compone.
El problema que se plantea será,
entonces, hasta que punto quiere, el que escriba, que estos
principios y pensamientos sean desvelados.
El literato se esconde y escabulle tras
sus personajes. Los cuales los construye fingiendo lejanía y
observación, cuando él mismo sabe que la empatía propia e
ineludible se establece entre los dos. La persona protagonista de una
novela, tiene los problemas o asuntos que el escritor ve como
individuo creador y decisivo. El mundo que construye, es el que éste
compone, con normalidad en su pensamiento.
En la filosofía y meditaciones, el
problema se duplica, pues siquiera la subjetividad se puede
disimular.
La filosofía es directa trasmisión de
tus pensamientos.
En la filosofía no hay objetividad.
Y por ello, es esto lo que escribo
después de haber compartido alguna de las experiencias comunes o
haberme sumergido, en otra repetitiva ocasión, en una normalidad.
Pienso que el mundo iría mejor si
variásemos aquellos movimientos entendidos como habituales.
El problema es que el cambio debe de
darse desde el principio y, ahora y ya, estamos todos en marcha.
A la educación de los pequeños,
algunos valientes debían de retrotraerse y cambiarla, en busca de
nuevos usos y maneras a nivel social.
El pensar de una manera independiente
en esta sociedad actual a nivel mundial es un peligro. Puedes cometer
la gran inconsciencia de caer en la diferencia y en la actualidad
esto es un problema.
Somos una sociedad monocromática y
sometida a unos usos y maneras propias.
Los grupos surgidos en las diferentes
actividades tienen unos protocolos establecidos.
La creatividad independiente no está
concebida.
Y aquellos que creen que lo son, no son
más que parte de los mismos engranajes al adoptar posturas, modas,
vestimentas y actos que están también estandarizados como
movimientos laterales al funcionamiento.
Nuestra capacidad propia de
manifestarnos tal y como somos, es difícil y complicado.
Tengo experiencias propias de moverme
en lugares y en ocasiones y recordarme más tarde como otro ciego más
operante de aquella obra de teatro.
Esta operatividad se hace extensiva a
absolutamente toda la sociedad.
Y vuelve la idea del súperhombre de
Nietzsche, pero sólo entendida como aquel que tiene la capacidad
para huir de las posturas domadoras de las grandes fuerzas sociales.
Aludió a la religión como el escape
ante nuestra debilidad de la finitud de la vida y nuestra enfermiza
capacidad de luchar ante ella.
Actualicémoslo y olvidémosnos de
conceptos tal trascendentes y lejanos y vayámosnos a cuestiones tan
cercanas como la televisión y los programas de pura basura en su
operatividad intelectual, que nos ayudan y nos llevan, ante nuestra
debilidad de actuar y luchar, a hundirnos en las gilipolleces y
olvidar lo decisivo e importante.
Las fuerzas de consumo se aprovechan de
nuestra falta de decibilidad independiente.
No nos venden el producto, sino a los
que lo consumen.
Nos imponen unas medidas estéticas y
vitales a seguir en búsqueda de nuestra realización personal.
- ¡Pero eres tú el que compras y te
equivocas!
- Sí, pero son ellos que debido a mi
debilidad, se enriquecen.
No creo en la perversidad de unos
magnates, pienso en nuestra debilidad a las hora de decidir.
Esta flaqueza da como resultado, la
imposición de los grandes modelos adictivos.
No te venden nada, te prometen aquella
solución estética y vital que nosotros, en nuestra incapacidad
individual no somos capaces de obtener por nuestra propia falta de
confianza.
Nos amontonamos en la repetición.
Y utilizo con total consciencia de
ello, la primera persona en el plural.
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