Lo tendemos a malinterpretar, desechar,
incomprender, imaginar como locuras o listarlo como poesía o
literatura cuando oímos la existencia personal del mundo como tal.
Cuando se hace alusión a mundos
particulares formadores de la persona, poca gente le dan una
oportunidad de realidad.
Las personas nos movemos en un elemento material, inmutable e invariable.
Ante esta sensación concebimos el
mundo como único al cual nos asomamos.
Aun cuando me razonan sobre el cambio
constante de la realidad hay que pensar que nunca salimos de ella, de
estas características que la constituyen.
Y una de ellas es la de la unicidad
vivida estando constituida por un mundo físico al que damos
preponderancia y al que consideramos como realidad unidimensional.
Pero y sin embargo, tu visión del
mundo, es decir, el peso y la importancia de los objetos, el lugar y
dimensión que ocupan, el esfuerzo para realizarlo, los gustos, el
placer, la tolerancia y otros puede cambiar en el transito de unas
horas después de una increíble noticia.
Pero ¿haces literatura?, no.
Estos diferentes estados anímicos, es la realidad que vivimos, son los mundos en los que nos movemos.
La predisposición, relación,
ubicación, forma y otras acciones referidas a los elementos en la construcción de la
realidad tiene que cambiar para llegar a unos niveles cualitativos
diferentes hacia lo que te rodea.
Este nuevo estado anímico es un mundo
real, en movimiento.
Las leyes y teorías físicas que
gobiernan la naturaleza formarían una realidad única si no
existiese estando observada por las personas.
Totalmente seguido tras la introducción
del ser humano, el mundo necesariamente, comienza a existir, sujeto a
unos elementos anímicos definidores.
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