sábado, 5 de diciembre de 2015

EL EDIFICIO CALAGARI (Cap. 3)



Cada vez que cogía una llave y la miraba con curiosidad, subía la cabeza y me preguntaba.
- ¿Has vuelto a tener un asalto de esgrima a espátula de madera con nuestra vecina Amparo?
- Sí – le dije asistiendo con complicidad.
- La soledad es mala. La introspección es excesiva. La falta de referencia desequilibra los pensamientos. – me dijo girando la cabeza y colocándose bien el gorrito.
Expandió el juego de llave por encima de la mano, y tras observarlas todas, con lentitud y calma, cogió una y al intentar introducirla, vió que se había vuelto a equivocar.
- Y mi amigo, el del gorro, lo viste esta mañana, imagino – dijo soltando una pequeña carcajadita sin mirarme
- Sí, un par de palabras hemos intercambiado – le dije, sonriéndole también.
Ahora si que se giró, y mirándome a los ojos, dijo
- La felicidad no tiene medida y me es igual de válida la de los locos como la de los cuerdos – susurro abriendo los ojos e iluminando la expresión.
Volvió a girar la vista sobre las llaves que las tenía otra vez extendidas por la mano.
- Me temo que he vuelto a dejarme la llave de piso en el juego de llaves de los martes.
Las costumbres de los habitantes del edificio Calagari estaban muy especificadas. Las sorpresas eran mínimas, los cambios minúsculos, la rutina total. Vivían en un mundo totalmente ordenado en la repetición.
- Bueno, bajaré andando, que bien me viene, bueno para mi cuerpo.
- Sí, sí, cuídelo – me dijo mientras hacia leves movimientos circulares de despedida con la mano mientras giraba otra vez la cabeza y volvía a mirar el juego de llaves.
La escalera tenía las paredes tapizadas de tono gris y el suelo de madera y una colección de cuadros, de impresiones de art pop que el artista que vivía en el ático iba bajando cada año. No utilizaba ningún personaje conocido. Había hecho construcciones con la cara de su abuela, con ,Carmelito, con el gorro puesto y otra gente conocida de la proximidad y así, ya por prácticamente todo el hueco de las escaleras, habían iconografías.
Ya llegando al segundo piso, salió al encuentro de mi llegada por las escaleras David, bueno, el Doctor David, psiquiatra. Hoy iba bien de tiempo, así que adelantándome fui parándome poco a poco.
Iba con su camisa larga de enfermería, un pequeño oscultador, y unas finas gafitas de pasta azules.
Llevaba entre sus manos una libreta negra en la que siempre tomaba notas.
Trabajaba en casa. Tenía una clínica de tratamientos psiquiátricos On line. Le iba bien. Pagaba puntual sus gastos de comodidad. Iba a su casa una vez por semana una esteticién que le cortaba el pelo y arreglaba las uñas. Tampoco le había visto salir del edificio.
- Andrés, Andrés, perdóname, ¿tienes un minuto?
- Sí, claro, dime.
- Mira, en ocasiones veo comportamientos algo irregulares de los habitantes de este edificio
- Sí – le dije enfatizando la afirmación.
- Y quiero hacer un estudio – se alejó de mi y se puso en la distancia de un pequeño discurso- te recuerdo que la psicología es el estudio de la mente humana y su funcionamiento, y es una ciencia empírica. Las personas, sus experiencias y sus consecuencias. Nos sitúan a cada individuo en un grupo de acción, en un saco de características y, nuestra suerte – me dijo mientras fruncía el cejo- está ya echada y el futuro decidido, Ciencia, ciencia, de las personas a los hamsters y el estudio de las reacciones ¿bien?
- De acuerdo.
- Y necesito tu ayuda.
- Vale, empecemos, ¿qué vas a estudiar?, ¿sus comportamientos, relaciones, vestiduras, palabras....?, piensa que todos somos vecinos.
Aquí en estos momentos de máxima decisión propia, le entraban la máxima elocuencia y desespero. Con los problemas ajenos era muy científico y analítico. Pero en todo aquel que estuviera inserto, la tragedia de la indecisión le invadía.
- ¡y yo qué se por donde empezar!, ¡acabo de trasmitirte mis intenciones!, ¡me has dado ya demasiadas posibilidades para sopesar!
Se puso a dar vueltas realizando un corto circulo, abriendo y bajando las manos.
Paró, y con una expresión científica, se acerco a Andrés y le dijo.
- me voy a mi habitación a realizar una posible planificación del estudio...Cuento con su apoyo – me dijo guiñándome el ojo mientras daba la vuelta hacia su habitación.
Cuando ya estaba a punto de comenzar a bajar el primer escalón oí viniendo del fondo del pasillo, mi nombre
- Andrés , Andrés, !espera¡, venía corriendo hacia mi.
Rosa, era un bomboncito, pero no podía estar sola. Llevaba un traje blanco, de tela fina, y le flotaba muy dulcemente a su al rededor cuando iba corriendo. Era muy linda pero con sus padres vivía. No podía estar sola.
Se me acercó, con los brazos abierto, cariñosa y dulcemente
- Rosa – vida mía.

- No señor - sonriendo - usted se equivoca – me dijo apretando sus labios pintados de rojo-, mi nombre es Marylin.

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