Cada
vez que cogía una llave y la miraba con curiosidad, subía la cabeza
y me preguntaba.
-
¿Has vuelto a tener un asalto de esgrima a espátula de madera con
nuestra vecina Amparo?
-
Sí – le dije asistiendo con complicidad.
-
La soledad es mala. La introspección es excesiva. La falta de
referencia desequilibra los pensamientos. – me dijo girando la
cabeza y colocándose bien el gorrito.
Expandió
el juego de llave por encima de la mano, y tras observarlas todas,
con lentitud y calma, cogió una y al intentar introducirla, vió
que se había vuelto a equivocar.
-
Y mi amigo, el del gorro, lo viste esta mañana, imagino – dijo
soltando una pequeña carcajadita sin mirarme
-
Sí, un par de palabras hemos intercambiado – le dije, sonriéndole
también.
Ahora
si que se giró, y mirándome a los ojos, dijo
-
La felicidad no tiene medida y me es igual de válida la de los locos
como la de los cuerdos – susurro abriendo los ojos e iluminando la
expresión.
Volvió
a girar la vista sobre las llaves que las tenía otra vez extendidas
por la mano.
-
Me temo que he vuelto a dejarme la llave de piso en el juego de
llaves de los martes.
Las
costumbres de los habitantes del edificio Calagari estaban muy
especificadas. Las sorpresas eran mínimas, los cambios minúsculos,
la rutina total. Vivían en un mundo totalmente ordenado en la
repetición.
-
Bueno, bajaré andando, que bien me viene, bueno para mi cuerpo.
-
Sí, sí, cuídelo – me dijo mientras hacia leves movimientos
circulares de despedida con la mano mientras giraba otra vez la
cabeza y volvía a mirar el juego de llaves.
La
escalera tenía las paredes tapizadas de tono gris y el suelo de
madera y una colección de cuadros, de impresiones de art pop que el
artista que vivía en el ático iba bajando cada año. No utilizaba
ningún personaje conocido. Había hecho construcciones con la cara
de su abuela, con ,Carmelito, con el gorro puesto y otra gente
conocida de la proximidad y así, ya por prácticamente todo el hueco
de las escaleras, habían iconografías.
Ya
llegando al segundo piso, salió al encuentro de mi llegada por las
escaleras David, bueno, el Doctor David, psiquiatra. Hoy iba bien de
tiempo, así que adelantándome fui parándome poco a poco.
Iba
con su camisa larga de enfermería, un pequeño oscultador, y unas
finas gafitas de pasta azules.
Llevaba
entre sus manos una libreta negra en la que siempre tomaba notas.
Trabajaba
en casa. Tenía una clínica de tratamientos psiquiátricos On line.
Le iba bien. Pagaba puntual sus gastos de comodidad. Iba a su casa
una vez por semana una esteticién que le cortaba el pelo y arreglaba
las uñas. Tampoco le había visto salir del edificio.
-
Andrés, Andrés, perdóname, ¿tienes un minuto?
-
Sí, claro, dime.
-
Mira, en ocasiones veo comportamientos algo irregulares de los
habitantes de este edificio
-
Sí – le dije enfatizando la afirmación.
-
Y quiero hacer un estudio – se alejó de mi y se puso en la
distancia de un pequeño discurso- te recuerdo que la psicología es
el estudio de la mente humana y su funcionamiento, y es una ciencia
empírica. Las personas, sus experiencias y sus consecuencias. Nos
sitúan a cada individuo en un grupo de acción, en un saco de
características y, nuestra suerte – me dijo mientras fruncía el
cejo- está ya echada y el futuro decidido, Ciencia, ciencia, de las
personas a los hamsters y el estudio de las reacciones ¿bien?
-
De acuerdo.
-
Y necesito tu ayuda.
-
Vale, empecemos, ¿qué vas a estudiar?, ¿sus comportamientos,
relaciones, vestiduras, palabras....?, piensa que todos somos
vecinos.
Aquí
en estos momentos de máxima decisión propia, le entraban la máxima
elocuencia y desespero. Con los problemas ajenos era muy científico
y analítico. Pero en todo aquel que estuviera inserto, la tragedia
de la indecisión le invadía.
-
¡y yo qué se por donde empezar!, ¡acabo de trasmitirte mis
intenciones!, ¡me has dado ya demasiadas posibilidades para sopesar!
Se
puso a dar vueltas realizando un corto circulo, abriendo y bajando
las manos.
Paró,
y con una expresión científica, se acerco a Andrés y le dijo.
-
me voy a mi habitación a realizar una posible planificación del
estudio...Cuento con su apoyo – me dijo guiñándome el ojo
mientras daba la vuelta hacia su habitación.
Cuando
ya estaba a punto de comenzar a bajar el primer escalón oí viniendo
del fondo del pasillo, mi nombre
-
Andrés , Andrés, !espera¡, venía corriendo hacia mi.
Rosa,
era un bomboncito, pero no podía estar sola. Llevaba un traje
blanco, de tela fina, y le flotaba muy dulcemente a su al rededor
cuando iba corriendo. Era muy linda pero con sus padres vivía. No
podía estar sola.
Se
me acercó, con los brazos abierto, cariñosa y dulcemente
-
Rosa – vida mía.
-
No señor - sonriendo - usted se equivoca – me dijo apretando sus
labios pintados de rojo-, mi nombre es Marylin.
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