martes, 26 de noviembre de 2013

EL COCIDO Y LA COMUNICACIÓN




Ayer, razonando fríamente, sentía furia pensando en las mentiras que en ocasiones arrastran a la sociedad.
Y hace un par de días, daba comprensión y ternura a la falta de amor a la filosofía.
Algo más allá de estos últimos tiempos, cantaba alegrías desde el calculo de probabilidades de continuidad ad eternum de la especie humana.
Quizás la temática se me antoje indiferente, pero lo que si que puedo observar será la forma que utilizo en unos y en otros.
Me estoy poniendo como ejemplo y haciendo una generalización.
Aquí péndulo, pues no sé hasta que punto juego con mis verdades, dependiendo éstas, del estado anímico en el cual son compuestas. La temática es vista, en ocasiones, desde el más directo y simple raciocinio, y sin más, se va y sin fin ni frenos por la bajada de las pasiones.
No es el hecho de cual está más cerca de una supuesta verdad, se trata de ver y entender como la forma del mundo circundante cambia, según y véase, el estado anímico.
Y no hablo de una opinión cotidianiana, hablo de un intento de explicación coherente de las vicisitudes vitales  y sus maneras de hacerlo
Si aceptamos que la visión global cambia según sea tu estado de humor, el asunto duplica los problemas.
Parece ser, entonces, que no tenemos una realidad estática, formativa y circundante. El objetivismo material de este mundo inmutable que me rodeaba murió en el suspiro cuando me miró.
El subjetivismo de esos primeros principios propios formadores que pueblan mi mente parecen cambiarse o desnudarse según cual sea la dirección que tome el viento. No quiero caer en la malasangre del subjetivismo, así que hagamos un estudio formal.
Y entiendo que es en mi lenguaje donde se da el cambio y es éste el que está enfadado o feliz.
Observo diferentes construcciones, listas de calificativos, frases subordinadas, puntos y aparte o seguidos, ideas claras, finas, duras, con más o menos coherencias y otros actos descriptivos.
Me quiero convencer que lo que cambia es la forma y el color, pero los componentes esenciales de mi raciocinio siguen siendo los mismos.
El lenguaje, en demasiadas ocasiones, nos da las reglas de juego, los cubiertos para merendarnos el mensaje.
Hay que ser conscientes del valor comunicativo del lenguaje en toda su dimensión. No es sólo un medio o elemento de comunicación, es, sino también, una parte integrante de nuestra persona.
Un pensamiento intuitivo tiene las mismas posibilidades de validez que un razonamiento lógico, lo mismo que un juego de palabras puede estar también más cerca de la verdad.
Flotando entre la duda de la realidad, encuentro paz en barco de la tranquilidad hacia el saber, a sabiendas que buscando lo mismo, navegando también entre ellas al día siguiente, mi expresión sea tal que astille fuertemente el ya bote.
Hasta que llega el día siguiente, abro el caramelito, y todo me sabe a fresa.

Lenguaje y personas, son los dos ingredientes del gran postre en el cocido de la comunicación.

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