viernes, 29 de noviembre de 2013

LA MALASANGRE DEL SUBJETIVISMO



No quiero caer en la mala sangre del subjetivismo y cuando quiero ser consciente, entiendo que parto de mi opinión para exclamar mis pensamientos.
Entonces, ¿Cual perspectiva es la correcta?
si la hay, ¿Quién alcanza el significado verdadero?
y, a sabiendas de ésto¿Cómo obviarme a mi mismo y alcanzar un nivel objetivo?
De ninguna forma ni manera.
Habrá, entonces, que buscar un método de estudio de cualquier cuestión que evite en su construcción, los planteamientos propios de aquel que opine.
Pero ¿cómo hacer que funcionen mis pensamientos sin entrar en ellos mis primeros principios formadores?
La solución está en la temática a desarrollar y en el reconocimiento de la imposibilidad de avanzar en forma objetiva y genérica en algunos asuntos.
Hubo un pensador, E. Kant, que trató de almacenar un máximo de objetividad al realizar una pura descripción y mecánica de funcionamiento del conocimiento y su reflejo en nuestra concepción de la realidad.
Nos hablo del mundo material sobre el que proyectamos nuestras estructuras mentales de conocimiento lo cual provoca un contenido mental, con el que trabajamos formando nuestra realidad y un elemento base, el material, que queda perdido entre la codificación mental.
Esto es pensamiento objetivo. Es el desarrollo gnoseológico, que aunque sin una comprobación empírica científica, sí que nos lleva a una deducción necesaria de los elementos formadores.
Pero ¡Diablos!, ¡cómo podré opinar sobre temáticas humanísticas pensando que mis conclusiones están por encima de mi contexto cultural, social, económico, de mis circunstancias generales!
Quiero pensar que es posible y como tal busco tratarlo.
La desesperación de los puntos de vista es táctil en mi vida.
Critico las costumbres, movimientos y razones de aquellas personas que mueven mucho dinero, o al menos bastante. Saco y obtengo conclusiones sobre la invalidad o la mediavalidez de la gente que vive oculta y protegida con el dinero y que los abandona de acariciar la vida, en ocasiones suave de seda y, aun en otras lija de la dura. Pero realizando estas operaciones también concluyo en que yo ya estoy situado en una parte del juicio, que le quita a éste toda su objetividad, pues ¿dejaría el dinero si lo tuviese para acariciar la vida con las manos "peladas"?, sin duda que no, pero aún así, no me siento atraído por el pensamiento nomás, me pienso, pues me creo en otros motivos de  realización ¿y estos motivos no dejarían de ser necesarios pues no necesitarías más motivación que pagarte una buena tapa, una gran bebida y una amaquita en la piscina y estas ganas resolutivas desperecerían?, aquí es más fácil decir que no. Pero sólo más fácil y no segura la respuesta.
Me hes inevitable entrar en esta cuestión que tanto me inquieta pues siento en demasiadas ocasiones, aún desde mi necesidad vital de estar atado a la realidad sin el abandono, el deseo de tener dineros y huir de las dudas, o mejor, preguntas y soluciones, que son mi fuerza y sangre y me llevan al movimiento.
Me veo continuamente  hablando de la sed desde el río seco y en ocasiones me veo navegando por el lago de los privilegiados y sin preocuparme del conjunto de verduras necesarias para la vida que se riega cuando este río seco, en aquel día y tras aquellas lluvias, traiga agua para sus huertas.
Quizás la solución respecto a la continuidad de los pensamientos filosóficos sea el recordarnos a todos nuestra vitalidad y nuestra esencia como personas, empezando por el primer punto tal y como la necesidad del acuerdo por recordar nuestra individualidad propia.
Tu corazón te da sentimientos únicos y tus ojos te dibujan un mundo que sólo tú veras.

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