Caminando estábamos por un miserable
barrio de trabajadores en las afueras de Londres a finales del siglo
XIX.
Marx iba vestido con una ropa vieja y
caminaba con el cuerpo abatido de muchas guerras contra el mundo, en
Europa, tanto el continente como las islas.
Pensativo andaba y al final de cada
frase me miraba. Tenía una mirada profunda y quizás un tanto
melancólica de haber teorizado y luchado por lo que cada vez se le
antojaba como más imposible.
- Maestro – le dije, pues a mi me
gustaba y a él también, ¿qué motivación tendrá el supuesto
empresario en la realización de sus ideas si le quitamos la
plusvalía del beneficio producto del tiempo e interés por éste
puestos?
- Tu pregunta – me contesto sin
apenas hacer ningún aspavientos, está condicionada por la
incomprensión de mis palabras. El trabajo del obrero es parte
integrante con la misma validez que cualquier otra cuestión que el
objeto en sí y éste debe de pagarse no con un salario, sino con uno
tanto por ciento mensurable, medible y proporcional con su venta.
- Pero, escondidos en la totalidad,
¿tendrá el individuo interés en el buen funcionamiento del
proceso?
Paró, levanto la cabeza y suspiró.
- Sabes, Andrés, en la naturaleza
humana es donde su hunden las teorías. La propia lucha de clases en
la búsqueda de su ruptura con el monopolio burgués, se pierde en la
propia capacidad para actuar de la manera altruista que el comunismo
que os propuse en “El Capital” con Engles. En el paso del
socialismo con el estado centralizado, hacia la difusión del poder
propia del comunismo que os propongo, a medida que envejezco, se me
va haciendo mas difícil de atreverme a asumir. La naturaleza humana
me persigue.
Aun en este ritmo y sedante propio que
ya llevábamos, era un hombre con un gran poderío mental y siempre
encontraba, más adelante, salidas airosas a las propias dificultades
que el proponía.
- Mira, la solución se me antoja
difícil por la esencia humana, lo que si se me presenta como injusto
e imprescindible subsanar es la concentración de poder para unos
pocos burgueses. Nosotros somos los que le damos valor al producto
con nuestro trabajo y éste no se reparte. Siempre hemos tenido unas
clases dominantes y otras trabajando para ellas !busquemos la
igualdad de poderío social!
- Y aun no siendo poder económico,
sino sólo poder, ¿crees que los ciudadanos lo ejercerán
responsablemente sin acumulación, en la búsqueda de un bien común?
Volvió a pararse y subió sus
curtidas manos hacia su alarga, blanca y frondosa barba, acabando por
acariciarse los últimos cabellos de su también larga melena.
- Eso es lo que me da miedo. Que en un
futuro en nombre de todos los trabajadores propios de un país una
persona se alce con todo el poder y oprima a todos aquellos que no lo
compartan. Ahí tengo mis problemas. La ambición económica o de
poder son unas malas compañeras y las personas no hacemos más que
contagiarnos por ellas.
Allí nos despedimos. Marx, sabía que
jamas volvería a su tierra, Prusia, pues sería despreciado y
juzgado. También sabía que sus escritos moverían el mundo en un
futuro, pero ahora no eran mas que perseguidos, rebatidos y
condenados.
Se iba a su casa donde estaba su mujer
y donde encontraba aquel único lugar donde no tenía la necesidad
personal de exponer sus pensamientos.
En la esquina donde nos separábamos
encontrábanse una familia de trabajadores de las fábricas textiles
de las rodalias de la gran ciudad. La mujer esperaba a su marido con
una sopa de ajos mojadas con pan duro y rodeada de niños que
probablemente, otro día más, no verían a su padre, pues trabajar
16 horas diarias impedía verlos por la mañana y al anochecer.
En mi conversación con Nietszche
también me había hablado de lucha de clases, con Marx, mucho más
explicito también y volviendo a casa me fui planteando la solución
y concluyendo que no hay ninguna solución científica a la
humanidad. Sólo será llevable baja unos principios Éticos
educados.
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