jueves, 26 de febrero de 2015

...De la infinitud del espacio, la eternidad del tiempo y los límites de la razón.

Hay conceptos o ideas que no somos capaces entender.
Trabajamos con ellos por sus consecuencias y existencia, pero nos resulta imposible verlos.
La razón no puede definir de manera esencial estos términos, infinitud y eternidad, pues no tienen una forma conclusa y acabada en ella.
Trabajamos y podemos hacerlo, pero desde la oscuridad de la incomprensión en su existencia.
Nuestra mente se mueve bajo el material en el que vivimos y todo, absolutamente todo lo que conocemos, tiene un principio y un fin concreto.
¿En que punto comienzo la comprensión de aquello que no tiene principio o aquello que no tiene fin?.
Nos es imposible concluirlos y consecuentemente definiros.
Trabajamos con ellos pero nunca podremos concebirlos de una manera conclusa y por tanto comprenderlos en su totalidad.
Nuestra razón tiene unos límites claros y manifiestos.
Pero, y sin embargo, son dos realidades ineludibles e inevitables.
Alegar y acudir al exinhilo o la creación, del tiempo y del espacio, desde la nada, no es más que un manifiesto de los límites de nuestra razón en la comprensión total de la realidad.
Es una artimania consoladora.
Desde estos principios y opinión sólo nos llega la salida de la existencia de una realidad a la que nunca seremos capaces de llegar.
El cosmos no tiene por qué ser comprensible por nuestra razón.
Podemos estar insertos en una realidad totalmente diferente a aquella a la que creemos pertenecer.
Admiramos nuestra razón y en base a su estructura concluimos las leyes totales de las posibilidades de existencia.
Pues no, hay conceptos que escapan de ella y que nos llevan, entonces, a la posibilidad de una realidad global, totalmente diferente a la que hay.
Nuestra incomprensión no nos lleva a su incoherencia sino a la aceptación de nuestros limitados conocimientos.
Si no recurrimos a la religión que nos marca una temporalidad y una dimensión concreta, hablamos y razonamos sobre estos términos, pero nadie los comprende y concibe.
Absolutamente todas las leyes de la física o matemáticas con las que trabajemos, tienen una representación mental real, formal, definida que traducimos en formulas o números.
Los términos infinitos son inconcedibles.
No tienen medidas con lo que se nos fugan allá donde las llevemos.
No tienen ilustración, no tienen forma, son conceptos vacíos que sólo nos valen para solucionar y terminar teorías incluyéndolos, desde su incomprensión, para completar teorías.
¿Qué sentido tiene lo que nunca empezó y jamás acabará?, para mi mente y mi razón, ninguno.
¿Qué normas de funcionamiento vamos a encontrar en aquello que no tiene límites?, pienso que ninguna.
Es la imagen de la pequeñez de nuestra razón.
Esto, en ningún momento quiere decir que estas formas de existencias infinitas no tengan una realidad tangible y real sólo que nuestra limitada razón no es capaz de representarlas.
No puedo, siquiera, claro, concebir en qué términos sería, pero por su existencia sí que debe de tener una razón explicativa.
¿Quien o qué la tiene?, no lo sé, lo que sí sé es que tiene forma y conclusión que está fuera de nuestras posibilidades.
Y el admitir que nuestra razón tiene unos límites reales en la comprensión de la realidad, lleva a concluir que no estamos donde nos creemos.









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