Un
tanto por ciento elevadísimo de nuestras relaciones viene vinculado
a las inclinaciones estéticas que se usen.
Se
valora más a la persona por la longitud de su sonrisa, la talla de
sus pantalones y el color de su cabello, que por la profundidad o
verdad de sus pensamientos.
Esto
no es más que el reflejo, es decir, un elemento descriptivo de la
realidad impuesta y que nos rodea.
Esta
manera de sopesar la validez de las personas nos lleva a la ruina
pues engaña nuestro futuro y relaciones.
Perdemos
los valores ante lo bonito y apenas nos perturba cualquier intento de
traer una verdad descriptiva de, digamos, las relaciones humanas.
Nos
estamos hundiendo en la forma material cuando somos bastante más que
eso.
Mujeres
y hombres magníficos que sufren un rechazo o humillación social por
su aspecto físico.
Es
más, aquellas relaciones que surgen por una inmensa pasión física
causa de una gran atracción sexual producto de ella, están
condenadas al fracaso.
Las
personas somos bastante más que unos bellos pechos o unos fuertes
abdominales.
Además
tendemos a confundir y a engañarnos ante unos estereotipos
utilizados.
Aquella
persona que no cuide su ropa, no significa que sea poco aseado, sino
que va más limpio que ninguno pero no necesita ponerse esa ropa
utilizada por todos para aumentar o mantener a flote su ego.
Mal
vencido me encuentro cuando veo diferentes anuncios en la televisión
en los cuales la explicación de producto es mínima o no aparece
apenas y si, sin tener ninguna relación sobre lo ofrecido, nos sacan
un modelo, hombre o mujer, vendiéndonoslo.
Y,
siendo una explicación secundaria en este escrito, estas formas
estéticas, son elegidas e impuesta por unas fuerzas económicas no
más.
Debemos
de entender y comprender que el asunto de juzgar la imagen que
tenemos y tienen de nosotros por nuestras formas externas, es un
hecho impositivo, desigual, injusto, infértil e inhumano, desde el
punto de vista de las desigualdades que surgen sin mérito ni culpa
alguna.
¡salgamos
del engaño y seamos capaces de vivir fuera de las modas impuestas
por movimientos utilizados sociales!
Vistamos
correctamente pero con un estilo propio y no dejemos que nos lo
marquen desde el exterior.
No
entremos en el juego de las vulgaridades o la inútil imitación.
Fijate
en la persona que sale del coche y no el que lleve y presta atención
a las palabras que te dice y no al color de sus ojos.
Cierto
e inevitable que algunos aspectos en la vestimenta reflejan algunas
posturas vitales o culturales, pero, y sin duda, la mayoría de las
variaciones, no son producto más que de la imposición y la falta de
personalidad.
Cuantas
veces siento la falsedad con muchas personas con las que comparto el
tiempo pues sé y se les nota que actúan, que imitan, que cuidan sus
detalles estéticos y que son ellos los que les permiten juzgar su
estancia en ciertos lugares.
Somos
bastante más que unos pantalones u otras camisas.
Te
observan, te miran y después te juzgan.
El
teatro abre su telón al punto de la mañana al salir de la calle.
La
estética correcta es, también, aunque no siempre, la trinchera de
los inseguros, que buscan su discreción y el hecho de pasar
desapercibidos, imitando correctamente el modelo de vestir y las
maneras a utilizar que están de moda.
No
hablo, en ningún momento de vestir, entonces, de una manera
contraria a la establecida, pues esto sería entrar y seguir el mismo
juego, sólo que fuera desde el campo contrario, pues también se
convierte en un elemento engañoso de juicio.
Palabras,
pensamientos, acciones y dejémonos del coche o la cazadora.
Juzguemos
a las personas por lo que dicen o hacen y no, nunca jamás por lo que
tiene y cómo lo llevan.
Me
gustaría un futuro en el cual paseáramos todos por la calle, con
vestimentas e indumentarias diferentes, dando un paso a la libertad.
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