domingo, 1 de febrero de 2015

LA OBSESIÓN POR AVANZAR Y LA TRAMPA DE LA TECNOLOGÍA

Tenemos la máxima que todo cambio histórico-social, siempre es ir a mejor.
Barajamos el pasado como elementos más primitivos y peores.
Pensamos que el futuro es necesariamente mejor.
El ejemplo más claro y clarificador sería la consideración del carácter inocuo de la tecnología y su beneficiosa aplicación a todos los niveles.
Es decir, la máxima tecnología nos facilita la vida y es, consecuentemente un medio evolutivo, modernizador y constitutivo de nuestra realidad, presente y futuro.
Aquí se realiza un hecho parejo que no es correcto, es decir, la tecnología ciertamente va a más y nos facilita el desarrollo material de nuestra vida, lo que no quiere decir, y aquí está el error, que sea beneficioso para nuestra realización como personas.
El hecho de tener la conexión directa unos de otros y a cualquier hora del día parece de innegable validez, a no ser que pensemos, digamos y por ejemplo, en la violación de la intimidad propia, constitutiva y necesaria de cada persona.
No tiene por qué la tecnología dirigir nuestra construcción.
El pasado, por su no presencia, no ha de ser mejor.
Modos, usos y costumbres cambiadas por otras con caracteres más modernizados, las podemos sentir beneficiosas, pero nos pueden alejar de nuestra esencia constitutiva.
Ralentizar los tiempos de comunicación, o no poner más interés en acelerar la dependencia, es un camino posible buscando una realización correcta.
El alejarnos de las máximas tecnologías que nos separaran de los ritmos y maneras naturales es un camino posible de realización, ya que las personas, nos guste o no, tenemos una base natural y estamos insertos, de una forma u otra, en la esencia formadora de la realidad no ficticia ni creada, sino ya existente.
Estamos llegando, a este ritmo, a la deformación de nuestra naturaleza primera.
No nos puede devorar una realidad virtual que nos haga perdernos en la ilusión formadora.
El ritmo propio de comunicación humano, la utilización de gestos corporales para la correcta interpretación del mensaje, se pierde en los Wpp. Este medio de comunicación nos invade como forma tecnológica buena pues cumple todos los requisitos propios de lo que la exigencia actual a los avances, pero y sin embargo, de ciegos es no ver que cambia en esencia la comunicación y relación entre las personas.
El mínimo tiempo y la máxima potencia son dos elementos que ahogan el ritmo humano.
Nos alejamos de nuestra esencia primera seducidos y dominados por un movimiento tecnológico que adquiere entidad y comienza a avanzar sin la actuación ni decisión directa de las personas.
El engaño es colectivo y la mayor creación aumenta el engaño y aumente, por si misma, su maxificación.
Olvidémonos el asunto de avanzar sin tapujos y pongámosles frenos a lo creado examinando asuntos más Antropológicos y no puramente cuantitativo (velocidad, potencia y elementos similares).
El futuro no es síntoma de ir a más y el pasado no es reflejo de los defectos.
El cambio lo entendemos como necesario y oportuno.
Determinadas costumbre, usos e instrumentos se aceptan y entendemos inconcebible una realización actual sin esto.
No debe de ser así y el reconocimiento de los errores constructivos y la vuelta en ciertos aspectos hacia el pasado de es una oferta de progreso descartable por definición.
La tecnología nos devora y la obsesión e inquietud de cambio nos lleva, en ocasiones a las decisiones equívocas, que lo son por la necesidad errónea de hacerlas.

La corrección de lo hecho, también es un signo de sabiduría.

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