Tenemos
la máxima que todo cambio histórico-social, siempre es ir a mejor.
Barajamos
el pasado como elementos más primitivos y peores.
Pensamos
que el futuro es necesariamente mejor.
El
ejemplo más claro y clarificador sería la consideración del
carácter inocuo de la tecnología y su beneficiosa aplicación a
todos los niveles.
Es
decir, la máxima tecnología nos facilita la vida y es,
consecuentemente un medio evolutivo, modernizador y constitutivo de
nuestra realidad, presente y futuro.
Aquí
se realiza un hecho parejo que no es correcto, es decir, la
tecnología ciertamente va a más y nos facilita el desarrollo
material de nuestra vida, lo que no quiere decir, y aquí está el
error, que sea beneficioso para nuestra realización como personas.
El
hecho de tener la conexión directa unos de otros y a cualquier hora
del día parece de innegable validez, a no ser que pensemos, digamos
y por ejemplo, en la violación de la intimidad propia, constitutiva
y necesaria de cada persona.
No
tiene por qué la tecnología dirigir nuestra construcción.
El
pasado, por su no presencia, no ha de ser mejor.
Modos,
usos y costumbres cambiadas por otras con caracteres más
modernizados, las podemos sentir beneficiosas, pero nos pueden alejar
de nuestra esencia constitutiva.
Ralentizar
los tiempos de comunicación, o no poner más interés en acelerar la
dependencia, es un camino posible buscando una realización correcta.
El
alejarnos de las máximas tecnologías que nos separaran de los
ritmos y maneras naturales es un camino posible de realización, ya
que las personas, nos guste o no, tenemos una base natural y estamos
insertos, de una forma u otra, en la esencia formadora de la realidad
no ficticia ni creada, sino ya existente.
Estamos
llegando, a este ritmo, a la deformación de nuestra naturaleza
primera.
No
nos puede devorar una realidad virtual que nos haga perdernos en la
ilusión formadora.
El
ritmo propio de comunicación humano, la utilización de gestos
corporales para la correcta interpretación del mensaje, se pierde en
los Wpp. Este medio de comunicación nos invade como forma
tecnológica buena pues cumple todos los requisitos propios de lo que
la exigencia actual a los avances, pero y sin embargo, de ciegos es
no ver que cambia en esencia la comunicación y relación entre las
personas.
El
mínimo tiempo y la máxima potencia son dos elementos que ahogan el
ritmo humano.
Nos
alejamos de nuestra esencia primera seducidos y dominados por un
movimiento tecnológico que adquiere entidad y comienza a avanzar sin
la actuación ni decisión directa de las personas.
El
engaño es colectivo y la mayor creación aumenta el engaño y
aumente, por si misma, su maxificación.
Olvidémonos
el asunto de avanzar sin tapujos y pongámosles frenos a lo creado
examinando asuntos más Antropológicos y no puramente cuantitativo
(velocidad, potencia y elementos similares).
El
futuro no es síntoma de ir a más y el pasado no es reflejo de los
defectos.
El
cambio lo entendemos como necesario y oportuno.
Determinadas
costumbre, usos e instrumentos se aceptan y entendemos inconcebible
una realización actual sin esto.
No
debe de ser así y el reconocimiento de los errores constructivos y
la vuelta en ciertos aspectos hacia el pasado de es una oferta de
progreso descartable por definición.
La
tecnología nos devora y la obsesión e inquietud de cambio nos
lleva, en ocasiones a las decisiones equívocas, que lo son por la
necesidad errónea de hacerlas.
La
corrección de lo hecho, también es un signo de sabiduría.
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