martes, 22 de abril de 2014

LA CONCENTRACIÓN Y LAS IMPRESIONES EXTERNAS



Es indudable que el nivel de concentración o atención a nivel urbano actual es paupérrimo, es decir, malísimo, o también casi imposible de llevar con mínima facilidad.
Tienes o hay dos opciones.
O te vences, si puedes, totalmente a las impresiones externas y te dejas arrastrar por todos los elementos que alteran tus sentidos. Estos cogen un amplio abanico, tales como, visuales: semáforos, audio: conversaciones circundantes, olfativas: cambio constante por zonas y lugares y todos a unos umbrales dañinos o perjudiciales para la persona.
Es perjudicial estar totalmente atento al mundo circundante en las actuales ciudades por los diferentes niveles de contaminación sensitiva.
Pero el mal, aquí no se acaba, pues hay algo peor por exceso o por defecto.
Por exceso serán aquellos que sus umbrales de percepción son bajos y, por diferentes motivos, aun manteniendo la atención pueden no recibir ese aviso sonoro de la actuación de un móvil a su lado y  aquellos que envueltos en nuestros pensamientos y cuestiones se evacuan de manera inconsciente de esta multitud de información que marea y atrofia tu subconsciente y huimos al mundo de los pensamientos y meditación en mitad de la vida normal. Esto es la leche, pues si no te atropellan, te ganas el termino de diferente, con todo lo que esto conlleva.
Si esto te ocurre en mitad de aquella excursión hacia ese gran monte,, es maravilloso. Sentir el aire puro, mientras meditas, escribes o contemplas con tranquilidad, es un hecho satisfactorio siempre pero ¡ahy, si pierdes la noción de la realidad por estar concentrado en alguna meditación personal o trascendental en mitad de aquel otro día de trabajo o en camino, por la calle, hacia este.
Las personas tienen mas o menos facilidad para aislarse del mundo circundante.
Para algunos es un lapsus beneficioso siempre por su capacidad de la vuelta a la normalidad.
Para los otros no es bueno, al estar donde están, pues la vuelta a lo cotidiano e insípido es un acto penoso.
Complicado es pensar en la plenitud humana en la vida, a encontrarte ciertos episodios absolutamente cargados de agresividad, competencia, extres, ambición material y búsqueda de resultados puntuales, directos y propios.
Cuando calibras hasta que punto es posible la convivencia a nivel general, te ves obligado a discutir sobre el precio de la tarifa del movil.
Algunos os cuesta menos entrar en la realidad imperante y actuante y a otros, nos cuesta más.
He de decir que aquí la deformación no la veo en el individuo que trabaja y actua en este sistema ya establecido.
Me pitan los oídos de escuchar que así y esto es y son las relaciones humanas de por si, mientras se me seca la boca al insistir en que, no es la realidad inevitable, sino una deformación de las circunstancias optimas de desarrollo.
Y es peligroso por muchos niveles la capacidad correctas de la evasión de la realidad para entrar en los procesos puramente mentales, pues la interacción con lo que te rodea, es constante.
Conducir cualquier vehículo es un acto estresante pues exige una concentración inusual de los sentidos, aun tomaádolo con toda normalidad.
El salir paseando por la calle con tus hijos pequeños exige también una atención máxima que impide cualquier tipo de situación vinculada al puro disfrute visual.
La concentración mental es nula, el análisis de las situaciones difícil e imposible la baremación correcta de los acontecimientos, no técnicos, ni a nivel humano, circundante.
La preocupación sobre cualquier motivo trascendental, muere entre las ruedas de los coches.
La posición vital de enriquecimiento propio y personal como personas, se suicida, con frecuencia entre las risas de la indiferencia.
La soledad del pensador es más grande que nunca.
Entiendo que no somos conscientes de la contaminación que nos acompaña todos los días y que ha formado porte de nuestra normalidad pero  perfora a diario nuestro aguante, tanto físico como anímico.
Abogo por bajar el ritmo de cualquier movimiento humano.
Pienso en la calma como elemento esencial para la convivencia humana.
El ruido, las prisas, la rapidez, me devoran.
El amontonamiento de las citas y la preocupación es máxima.
El calculo de combinaciones de los trasportes y similares, son tremendas.
Las personas reflexivas que tiendan a buscarse, están vencidas.
La vida externa es el máxime.
El que busca la paz interior y la tranquilidad, debe de estar acompañado por un situación posible en la realidad actual.
Pues apañados estamos los que el ruido nos perturba y la televisión nos marea.
Me temo que la gente no se da cuenta del ataque directo hacia nuestra esencia formadora que realiza este estado de las cosas.
No estamos diseñados biologicamente para estos umbrales sonoros o visuales.
Si así fuera, la naturaleza, en su evolución selectiva, hubiera dado como resultado personas con menor capacidad auditiva y mayor protección visual para actuar a estos niveles.

Perto no, cuando acabó la evolución por la aparición de la defensa colectiva y cultural, los seres humanos aún viviamos en la tranquilidad de la naturaleza, que nos acriciaba con sus manos y nos balanzceaba entre sus brfazos bajo la luz de la luna.

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