Es indudable que el nivel de
concentración o atención a nivel urbano actual es paupérrimo, es
decir, malísimo, o también casi imposible de llevar con mínima
facilidad.
Tienes o hay dos opciones.
O te vences, si puedes, totalmente a
las impresiones externas y te dejas arrastrar por todos los elementos
que alteran tus sentidos. Estos cogen un amplio abanico, tales como,
visuales: semáforos, audio: conversaciones circundantes, olfativas:
cambio constante por zonas y lugares y todos a unos umbrales dañinos
o perjudiciales para la persona.
Es perjudicial estar totalmente atento
al mundo circundante en las actuales ciudades por los diferentes
niveles de contaminación sensitiva.
Pero el mal, aquí no se acaba, pues
hay algo peor por exceso o por defecto.
Por exceso serán aquellos que sus
umbrales de percepción son bajos y, por diferentes motivos, aun
manteniendo la atención pueden no recibir ese aviso sonoro de la
actuación de un móvil a su lado y aquellos
que envueltos en nuestros pensamientos y cuestiones se evacuan de
manera inconsciente de esta multitud de información que marea y
atrofia tu subconsciente y huimos al mundo de los pensamientos y
meditación en mitad de la vida normal. Esto es la leche, pues si no
te atropellan, te ganas el termino de diferente, con todo lo que esto
conlleva.
Si esto te ocurre en mitad de aquella
excursión hacia ese gran monte,, es maravilloso. Sentir el aire
puro, mientras meditas, escribes o contemplas con tranquilidad, es un
hecho satisfactorio siempre pero ¡ahy, si pierdes la noción de la
realidad por estar concentrado en alguna meditación personal o
trascendental en mitad de aquel otro día de trabajo o en camino, por
la calle, hacia este.
Las personas tienen mas o menos
facilidad para aislarse del mundo circundante.
Para algunos es un lapsus beneficioso
siempre por su capacidad de la vuelta a la normalidad.
Para los otros no es bueno, al estar
donde están, pues la vuelta a lo cotidiano e insípido es un acto
penoso.
Complicado es pensar en la plenitud
humana en la vida, a encontrarte ciertos episodios absolutamente
cargados de agresividad, competencia, extres, ambición material y
búsqueda de resultados puntuales, directos y propios.
Cuando calibras hasta que punto es
posible la convivencia a nivel general, te ves obligado a discutir
sobre el precio de la tarifa del movil.
Algunos os cuesta menos entrar en la
realidad imperante y actuante y a otros, nos cuesta más.
He de decir que aquí la deformación
no la veo en el individuo que trabaja y actua en este sistema ya
establecido.
Me pitan los oídos de escuchar que
así y esto es y son las relaciones humanas de por si, mientras se me
seca la boca al insistir en que, no es la realidad inevitable, sino
una deformación de las circunstancias optimas de desarrollo.
Y es peligroso por muchos niveles la
capacidad correctas de la evasión de la realidad para entrar en los
procesos puramente mentales, pues la interacción con lo que te
rodea, es constante.
Conducir cualquier vehículo es un acto
estresante pues exige una concentración inusual de los sentidos,
aun tomaádolo con toda normalidad.
El salir paseando por la calle con tus
hijos pequeños exige también una atención máxima que impide
cualquier tipo de situación vinculada al puro disfrute visual.
La concentración mental es nula, el
análisis de las situaciones difícil e imposible la baremación
correcta de los acontecimientos, no técnicos, ni a nivel humano,
circundante.
La preocupación sobre cualquier
motivo trascendental, muere entre las ruedas de los coches.
La posición vital de enriquecimiento
propio y personal como personas, se suicida, con frecuencia entre las
risas de la indiferencia.
La soledad del pensador es más grande que nunca.
Entiendo que no somos conscientes de
la contaminación que nos acompaña todos los días y que ha
formado porte de nuestra normalidad pero perfora a diario
nuestro aguante, tanto físico como anímico.
Abogo por bajar el ritmo de cualquier
movimiento humano.
Pienso en la calma como elemento
esencial para la convivencia humana.
El ruido, las prisas, la rapidez, me
devoran.
El amontonamiento de las citas y la
preocupación es máxima.
El calculo de combinaciones de los
trasportes y similares, son tremendas.
Las personas reflexivas que tiendan a
buscarse, están vencidas.
La vida externa es el máxime.
El que busca la paz interior y la
tranquilidad, debe de estar acompañado por un situación posible en
la realidad actual.
Pues apañados estamos los que el
ruido nos perturba y la televisión nos marea.
Me temo que la gente no se da cuenta
del ataque directo hacia nuestra esencia formadora que realiza este
estado de las cosas.
No estamos diseñados biologicamente
para estos umbrales sonoros o visuales.
Si así fuera, la naturaleza, en su
evolución selectiva, hubiera dado como resultado personas con menor
capacidad auditiva y mayor protección visual para actuar a estos niveles.
Perto no, cuando acabó la evolución
por la aparición de la defensa colectiva y cultural, los seres
humanos aún viviamos en la tranquilidad de la naturaleza, que nos
acriciaba con sus manos y nos balanzceaba entre sus brfazos bajo la
luz de la luna.
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