Las características propias de las
personas están claramente estereotipadas.
Bueno, mejor, las personas, según sus
características están claramente estereotipadas.
El flujo de los prejuicios nos
arrastra por el rio de la sociedad.
Lo digo porque lo veo,que aquellos
diferentes en sus formalidades o ideas y que no encajan plenamente
con los atributos, movimientos y características propias de unas
circunstancias especificas sociales son o tratados con pre-juicios o
malamente escuchados.
Acumulamos los supuestos detrás de
las maneras.
Los contenidos e intenciones se nos
escapan entre el colar del pelo o la longitud de los pantalones.
Siguiendo y haciendo un estudio de la
estética a lo largo de, por ejemplo, los últimos 2000 años y sin
hacer ninguna reflexión filosófica, sino un ejercicio de
acumulación de datos, se ve que las consideraciones de los atributos
de lo honrado y decente cambian en sus formalidades y actos.
Asumamos la fragilidad de nuestras
conclusiones y admitamos con más facilidad las diferentes
determinaciones externas.
Si no te encuentras inserto en los
movimientos sociales por puro desajuste anímico hacia sus formas y
principios, estás abandonado por la sociedad y perdido en el olvido.
Aquellos, los hay, que disciernen de
lo dicho por hábito y costumbre y que lo hacen normalmente por
pertenecer a unos niveles tales como los corrosivos (oxigeno con el
hierro), estos políticos, que atacan directamente la proposición
de los adversarios sin pararse a meditarla ni un minuto, aun que sólo
fuera por vergüenza.
Pero hay otros a los que su
naturaleza, pensamientos o acontecimientos, les han embarcado en la
travesía de la diferencia.
Es muy complicado, en una sociedad
totalmente dominada por las más esclavizadoras generalidades de
aquellos que tienen el control sobre la información que llega a
los ciudadanos, tratar de expresar su diferencia sin representar un
acto de rebeldía.
La normalidad de la diferencia no
existe, no es aceptada.
El protestar o no aceptar ciertos
elementos y motivos formadores de nuestras circunstancias, resulta
en muchas ocasiones visto como un acto de rebeldía e incomprensión.
Se puede ser una persona absolutamente
inserta en la sociedad en cuanto a realizar las acciones públicas
muy similares, y tener, a la par, unas diferencias constructivas de
la realidad enormes. La diferencia en la normalidad.
La diferencia no es rebeldía.
La diferencia no es error.
La diferencia no es un acto de
desesperación.
El despegarse de la telaraña
informativa respecto a las formas y maneras de vivir establecidas, es
ciertamente difícil.
No vemos la realidad y pensamos que lo
que vemos es lo único que hay.
Pienso que las personas no debemos
huir de nosotros mismos, aun pagando, tal y como están las cosas, un
precio alto.
La falta de naturaleza propia en cada
individuo en las sociedades actuales, es manifiesta.
El nadar en el rio ya escavado por los
demás, unos por sus manos y otros con grandes grúas, es una
generalidad y cómo dijo aquel, muchedumbres.
La reflexión consiguiente sería
analizar hasta que punto nuestra esencia es modificada por nuestra
propia naturaleza en la sociedad civil pues por ella misma, nuestra
naturaleza la hemos formado y consecuentemente estas características
y actos son usuales, normales y aceptables.
O quedaría la segunda opción que
diría algo así como que la sociedad actual ataca a nuestra
naturaleza primera y que no hay medio necesario de justificación las
relaciones diarias que tenemos y que hay.
Algunos, para pagar y esconder sus
miedos y deudas, afirman, con otras palabras, la incapacidad de huir
del movimiento social, justificando así ciertas acciones.
Otros, en función de su incapacidad
para adaptarse a las circunstancias demuestran su rebeldía violenta.
Y, pocos, pero espero que en un
futuro, sean más, que absolutamente integrados en el modo, uso y
costumbres propias de la realidad actual, encuentran siempre un
momento para ser, cómodamente, para él y para los demás, diferente
y denunciar, pero sin ofender, el muy mal funcionamiento de las
estructuras, fines y medios sociales, que provocan el huir de uno
mismo.
Hay que actuar con los pies en el
suelo.
Hay que funcionar en unas
circunstancias determinadas.
Pero eso no quita que en el momento en
el que pueda ser posible, pensemos y actuemos de manera diferente
abogando por un cambio necesario y global en búsqueda de las
diferencias propias formadoras.
Pero ¡ahy! ¡pobres de aquellos que
prefieren algún buen cambio que aquel gran coche!, y más que nada
por las miradas de incomprensión que van a recibir.
Conozco gente así, capaz de actuar
desde la sociedad pero con otra perspectiva e interés. Ciertamente
interesante y esperanzador.
No tengamos miedo a decir lo que
pensamos.
A ser nosotros mismos.
A huir de la mordaza de la cobardía
de aquellos totalmente enfilados por los perros guardianes del
complejo acto social actual.
No es un comentario de la
desesperación, es un puro acto de descripción.
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