La racionalidad se me escapa entre los
dedos de mis manos con las notas de la canción.
Mis sentimientos hunden, sin piedad,
en la miseria a aquellos esquemas lógicos pero, sin pausa de
continuación el horizonte de las verdades objetivas, se esconde
entre las historias melancólicas de algunos de nosotros.
Y leo a Sartre y escucho a Cabriel y
sus dudas se convierten en melancolía en los ojos rasgados del autor
mientras piensa en la angustia de la vida para éste y del amor para
aquel.
Y estudio a Aristóteles oyendo a
beethoven y lo veo a lo alto del montículo con los codos apoyados en
sus rodilla, sujetando entre las barbas y el mentón a su rostro
caracterizado por unos grandes ojos abiertos ante la inmensidad de la
naturaleza. Inquietud, asombro. Su ciencia se evapora entre la
ansiedad, como sentimiento, por conocer
Los sentimientos comienzan a invadir y
ocultar su pensamiento.
Y me aparece Nietszche, entre las
operturas y dramas de las operas de Wagner y veo la locura y lucha
contra el mundo. Dejo de razonar entre las barbas de la
esquizofrenia.
Y contemplo a Kant, a la vez que me
deleito con Bach, acurrucado en el último rincón de la gran
biblioteca, elevado a la perfección de sus pensamientos al ritmo
suave, armónico, sutil y sensible de esta música. Es entonces
cuando sus juicios sinteticos a priori se me pierden entre las manos
de un hombre mayor perdido entre la montaña de libros que le
acompañan
Y cuando me quiero dar cuenta paseo al
lado de Marx por aquellos barrios prusianos miseros de trabajadores y
siento como envuelve sus dedos entre las barbas llenas de rizos
moviéndose al lado de la voz imborrable y dramática de Freddie.
La filosofía me invade y la música
me saca de ella a la fuerza.
Los sentimientos se apoderan de mi
persona sin mi más absoluto permiso e intento salir de ellos
razonándolos, situándolos, explicándolos. Y sí, lo consigo, hasta
que me ponen aquella canción o alguien me nombra a aquella situación
o persona que nubla mi corazón y exprime mis pensamientos.
¿Donde encontrar el lugar?
¿Donde está el sitio?
Me siento mejor y feliz, pero mas
confuso en el mundo de mis sentimientos, en el aliento de tu boca o
en las caricias de tus dedos en aquellas cuerdas,.
Y no estoy satisfecho, pero tengo más
claridad y fortaleza cuando Descartes me describe mis más internas
ideas.
Los Beatles, magníficos, genios,
irrepetibles me arrastran entre la genialidad y la locura a los
inocentes años 60 hasta que aquel libro me trae los pensamientos de
Santo Tomas y mis pies aterrizan en el parquet de mi casa.
Escucho a Freddie cantar y cuando ya
creo que el corazón me explota de vértigo y emoción, alguien me
trae los escritos y me pide que le lea a Hegel y el orden total se
vuelve a apoderar de mi.
Y ¡qué hago!, ¡donde dejo mi
corazón cuando leo Filosofía!, y ¡donde guardo mi fría razón
cuando escucho a Camarón!
Si la solución es la doble dimensión,
el problema se potencia y si he de elegir entre lo uno y lo otro, la
angustia se me apodera ante la imposibilidad de hacerlo.
Hubiera deseado que Platón hubiera
escrito el Fedón en el cual habla su maestro Sócrates, escuchando a
Vivaldi y las estaciones que nos dibujo. Quizás no hubiera escrito
lo mismo.
O ¿que hubiera hecho el megantropico
de Beethoven con sus obras tras hablar en algún café de París con
un gran amante del género humano como fue Rousseau?
Cuando el sentimiento se me apodera
por circunstancias que no serán, nunca y jamás, objetivas en su
descripción, mi pensamiento se ciega entre algodones, pero cuando
la razón se impone en mi persona, mis emociones se apagan tal que
carbón ya quemado dentro de mi persona.
Es la gran lucha, es la gran duda.
¿En que vehículo hemos de ir?
¿Por cual camino llegaremos al final?
Mis dedos se mueven sobre las letras
impresas en forma de teclas escuchando esa música que nunca importó
cual, disfrutando del baile suscitado en mis ideas y pensamientos.
¿Seré capaz de disfrutarlo mañana,
por el día cuando lo lea sin esta música?
¿Estas miseras palabras de mañana lo
dejarán de ser hoy ante la grandeza que siento al escribirlas al
compás inmenso, la grandeza de la voz, el virtuosismo de la
guitarra, los sueños de mi violín o el placer de la viola, del
ayer, siglos o de los últimos años?
Creo que jamás saldré de la duda y
que cuando crea haberlo hecho, alguien cantará esa canción en mis
oídos que me harán caer en el hermoso y dulce sin pas.
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