Como
todos días en la última hora de su jornada matutina, el policía
local, Andrés, seguía haciendo sonatas con el sonido de su silbato
al ritmo grave de las tubas que ronronean en el escape de los
vehículos.
En
Ese momento y blugar, llegó John en su coche y paró en el semáforo.
Siempre llagaba chuleando a su compañero Anselmo. Johon le llamaban
en el gimnasio donde conoció a Pedro, y este viéndole su
“potencial” controlador le empezó a liar en los negocios junto
a chinos y otros orientales para traer “mierda” tecnológica de
la china. Empezó a ganar los titos y el vacile máximo comenzó.
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“Ya está aquí el musculitos, – pensaba Andrés.
En
ocasiones, al momento en que llegaba el “güayon”, había un
pequeño coche rojo con una mujer dentro.
-
¡Ahy! John, ¡qué no me abronque más! – se decía Julia en el coche. Trabajaba para él. Le hacía todo, absolutamente todo el trabajo de gestión y papeleos.
Andrés
en su trabajo pasaba muchas horas observando al personal y esto le
había hecho muy intuitivo con las personas e inevitablemente, lo
ponía en marcha. Así en el momento, como casi todos los días que
coincidían, John le hizo un gesto a Julia y Andrés pensó:
-
“Ya está ahí, otra vez, vacilando con sus gafitas bien oscuras a la mujer del coche rojo ¡cómo se arruga la florecita!, ¡Cuánto chulo hay en la colmena! – a continuación silbó fuerte y todos los coches salieron. Él y ella, también.
Fue
en el miércoles de la tercera semana del mes de Julio cuando ocurrió
-
Nunca lo olvidaré ese día, Anselmo” – Andres le decía a su amigo en muchas ocasiones en la barra del bar tras la jornada laboral
A
la misma hora que en los últimos tres meses, John coincidió ese día
también con Julia.
-
“3.000 conectores puentes de 3’3euros, he puesto esta mañana ¡qué bueno que soy y qué fácil es hacer pasta! – dijo gritando en el interior del vehículo y luego entre dientes añadió – “y haciendo unas trampitas inocentes “– y se rió abiertamente.
-
“Pero ¿qué huevos le pasará al notarrón hoy?- pensaba Andrés.
Apuraba
el cigarro con el brazo fuera del coche mientras a pocos metros
miraba fijamente y sonriendo a su compañero al que ésta vez se le
caían las gafas de sol, resbalando por la nariz entre el sudor
producido por estar de pie, al sol, en Valencia y en Julio. En esto,
se giró y asusto a Julia lanzando un pequeño bocado al aire junto a
su ya consabida sonrisa. Ella sonrió temblorosa. Con el mentón
alto, John ametralló a todo el personal con su gran y falsa
sonrisa. Hasta a Andrés que estaba en la otra dirección le salpico
con ella, “este botarate”.
-
“la vida es peligrosa y caprichosa. Así me lo han dicho y así lo he comprobado” – le dijo Anselmo, su amigo, a Andrés el primer día que se lo contó.
Julia
después del “bocadito”, se quedó asustada y dejó de apretar
muy despacito el embrague de su coche por estar fingiendo que buscaba
algo al fondo de su bolso. Su coche estando el semáforo en rojo
salió despacito.
-
“Así que ya nos vamos. Pues vamos”, pensó muscle man John y sin mirar el semáforo salió creyendo, equivocadamente que estaba en verde. Comenzó a moverse hacia a delante sólo y repito, solamente salpicando a todo el personal con su sonrisa y vacile.
Andrés
nunca supo si Pedro, su compañero se dio cuenta, pues lo único que
hizo mas, fue sujetarse las gafas de sol para ver con claridad.
En
ese momento el bus numero 17 surcaba la gran vía a una buena
velocidad crucero que multiplica por su gran masa le daban una
energía cinética con la que los frenos no pudieron. Patinó varios
metros. El chirrido de sus frenos se oyó hasta allá por los albores
del cauce del rio. El tren de mercancías tras deslizarse choco, no
muy fuerte contra el coche de John.
-
“No se me va a olvidar la cara de conejo degollado que puso el pringaillo” – le decía Andrés entre risas- y Anselmo, muy sabiamente le contestaba “sí, sí, como se ve el valor real de las personas en situaciones límite”- y continuaban riendo.
Cuando
vinieron las ambulancias y subió en una, tenía una cara tremenda,
pero no del dolor de su brazo, con el que se fumaba el cigarrito
vacilón, hecho añicos, sino el de su bolsillo e historial.
El
frenazo del autobús fue grande. El primer coche que venía,
intentando esquivarlo, le toco la esquina y salió disparado hacia un
lado llevándose dos coches más por delante. A su vez, el que estaba
detrás de este, clavó los frenos y produjo un choque en cadena de 6
vehículos. 9 coches bien tocados y 10 heridos entre los 4 de los
coches y 6 que, rodando por el lleno autobús acabaron en las narices
del conductor.
Lo
más jodido fue que tuvo el testimonio de dos policías locales,
Sandrés y Anselmo, y de su secretaria, (que se dio cuenta que se
movía y frenó) afirmando que se había saltado el semáforo en
rojo. Con una ilegalidad los seguros pagan poco y la justicia se
preocupa de donde coño a salido ese deportivo conducido por un
Español con matricula alemana que va saltándose semáforos.
En
la vida la suerte sólo se compra con trabajo, pero la mala suerte
deambula como una ratita y entra así donde quiere.
Les
pagaron suficiente y se olvidaron los perjudicados, pero al
“prigaillo” culpable eso le iba a costar hasta la expulsión, por
impago e insolvencia, del gim.
Andrés
volvía aquel día del trabajo con una sonrisa que no era merecida
para este suceso pero que no podía evitar y al tropezarse en el
portal con su vecino le dijo entre otras cosas.
-
“Vecino, la vida es una tómbola”.
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