lunes, 16 de marzo de 2015

Y TÚ Y MI LUGAR


Lo he encontrado en mi mismo, pero ¡válgame Dios!, que aplicable es a cada uno de nosotros, sin ningún tipo de excepción.
La neblina que se nos encuentra en nuestro camino cuando nos observamos a nosotros se levanta y viene una gran claridad para juzgar a los demás.
Paseando por una ciudad disfrazada de primavera, encontré mi destino allá donde iba.
A mi izquierda se levanta el arte en mayúsculas. El monumento la falla, levantaba del suelo y extendida en el diámetro, lleno de belleza, ironía y arte.
Por debajo de mi mirada hacia la falla, comenzaron a salir las mujeres y hombre que iban a realizar la dança. Trajes típicos de aquí, mi siempre querida Valencia, terciopelo, encajes, diademas, calzas, medias altos, zapatos estampados y alpargatas, pañuelos al cuello y cabeza, grandes pasos de tela por los hombros.
Empezaron a salir el primer grupo de cuatro personas, bien séanse hombres o mujeres, y comenzaron a interpretar una jota Valenciana acompañada de los instrumentos clásicos.
¡Qué bonito!, !qué retroceso en el tiempo!, ¡en los valores!, ¡en los principios de belleza de ellas y ellos!, ¡ritmo y sencillez!
Pues, bueno y vale, en este punto álgido de emoción y observación de aquel pequeño éxtasis de inútiles y exageradas sensaciones, un hombre se coloca delante mio, sube la mano y comienza a grabar con su móvil que albergaba casi todo mi horizonte. Tapábame gran parte del espectáculo, mientras maldecía su poco civismo e imploraba a mi ignorancia por no comprender esas actitudes. Algo comentó con alguno que estaba a su lado que si su hijo, hijo o similares – pero bueno, resople y seguí con el arte alejándome de la crítica fácil y rápida a tus alrededores siempre.
Apenas unos minutos tras la salida del primer cuarteto, llegó el momento más esperado por mi, pues mi mujer y sus tres acompañantes (todo mujeres) salió y comenzó a danzar la dança – preciosa, me decís, ritmo, movimiento, coordinación, Ada, locura de belleza, lo hacían bien y bonito las cuatro.
Entonces fue cuando gran parte del tiempo cayó pisado por los zapatos estampados y bordados. Las faldas dibujaban inmensas espirales en el imaginario espacio que sólo a ella pertenencia. Giraba sobre si misma, llevándose entre sus curvas y en lacitos mis emociones.
Le tenía que traer unas buenas fotos y videos a mi siempre amada Pilar, y iba a por ellos.
Qué me subo aquí, qué me agacho allá, persigo, corro, miro, hasta que oí el pequeño susurro de queja de una mujer que, sin ser nada excesivo, había molestado en el momento en el cual pasaba delante suyo para agacharme y grabar lo que para mi iba ser un momento álgido e inenarrable de la actuación.
Tal y como oí la pequeña protesta, la verdad llegó a mis labios diciéndome – y tú también, inútil .
Lo que para mi es grande, para el otro era inmenso, en cuanto fue mi momento, fue tal y como el suyo ya hace un rato
Nos es difícil, y repito que no nos libramos ninguno, recordar o ponernos en situaciones pasadas para comprender a la gente circundante.
No tenemos piedad en el juicio ajeno y el error justificado rara vez existe, sino pondera en nuestra opinión la mala educación que otros motivos.
Y me imaginé que el hombre que momentáneamente entorpeció mi mirada del baile durante unos pocos minutos, llevaba unos años sin poder volver a España y esas eran sus cortas vacaciones para poder, tras tres años ver vestida a su hija pequeña.

¿Derecho a ponerse delante?,. ¡no!, derecho a que todos los demás desalojáramos la calle para que pudiera disfrutar de su corazoncito junto al de su hija que ya en el apartamento de las ganas quedaría cuando la volvería a ver.

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