Habían estado casi toda la tarde en el aeropuerto. En la primavera de la parte oriental del mediterráneo, el sol ya dibuja una amplia, tardía y lenta hipérbole en su lento transitar por el cielo. Aquel cobarde sol, ya se refugiaba.
Andrés y Ana, todavía estaban en las sillas del mismo bar, al que Pedro les había llevado, mirándose a los ojos mientras calibraban sus palabras, las de Pedro. Pasarían la noche juntos, pero sería la última en varias semanas, o más si las cosas se doblaran y pronto, al amanecer cogerían diferentes aviones camino de Dubay, allá en el golfo pérsico.
Pedro no sólo tenía contactos grandes, bien pagados, en las zonas de seguridad del aeropuerto, y también dominaba un sistema de falsificación del pasaporte. Ana venia de México y Andrés de Argentina, según decía y juraba los diferentes cuños allí impresos. En el camino hacia el Cairo, venía reflejado diferentes caminos, bien por España, en las Islas Canarias o entrado a Europa por Francia.
Qué ignorantes fueron en aquella mesa en Valencia, cuando estaban siendo vigilados y controlados.
El sol meditaba ya en la oscuridad de la noche, cuandolos dos dejaron el aeropuerto hacia un hotel que, y cómo no, Pedro ya les había reservado, esta vez y a todas luces una habitación doble donde tendrían toda la corta noche para asumir el plan.
- Así pues, Andrés, cada uno jugará con las cartas del otro hacia la derecha - estoy impresionada. Los pequeños trucos para saber las cartas de los compinches son sencillos, pero apostar y jugar según las cartas del de en frente, es muy maquiavélico, sí.
- Sí, pues su intención será hacer creer algo que no es para que sea el otro, de los nuestros quien se lo lleve.
-Por muchas cabalas que haga, en muchas ocasiones, no podrá comprender las apuestas de alguno de nosotros. Magnífico, magnifico.
- Si jugarán con algo de intuición y olor a dinero, tal vez, pero, mi bombón, cómo te resistes a ceder, calculan como tú y en pocker, así se engaña.
- Eso de bombón Andrés, diselo a tu santa madre que en paz descanse, cuando te acuerdes de ella - le dijo entre sonrisa, mala, pero sonrisa.
- Hemos estado puntualizando situaciones, varias y diferentes toda la tarde, contemplando todas las situaciones y espero, mi gatito, que dejes a tu intuición bajo la almuada.
- Sí, Bombón, a mi si que me gusta que me llames gatito y esta ultima noche en el hotel verás lo que es un felino.
Rieron los dos con franqueza, a pesar de estar, internamente algo nerviosos. El lugar y la gente, no era salvaje, al revés, ni la gente asesinos, pero sólo chasqueando los dedos, te harían desapareces en pocos minutos
- Y si les desplumamos ¿pagarán?, había preguntado Ana, y Pedro le dijo
- Si perdieran muchísimo dinero, lo recuperarían a costa de la gasolina de nuestros coches, y saben pagar porque les gusta jugar.
Se levantaron, pagaron y de la mano y meditabundos salieron despacio hacia los taxis de la entrada.
- Pasado mañana, no te habré visto en toda mi vida y te miraré, que no se te olvide, como mira un hombre que juega duro, a una bella mujer.
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