lunes, 2 de marzo de 2015

CONVERSACIONES Y CONFESIONES

Habían acabado algo mas pronto de lo normal el trabajo en la editorial, así que antes de lo normal estaban ya, hablando en su habitual lugar de la barra del café.
- Y ¿podre ganarme la vida escribiendo?- le dijo con cara inocente
- No sé, pero bueno para ti sí que es.
- Qué, ¿el escribir?
- Sí.
- ¿por el razonamiento ordenado, pausado y mediado?
- Sí
- ¿qué sin escribirlo no puedo tenerlo?
- Bien, la verdad es que también puedes razonar así sin ningún lápiz entre tus manos.
- Vale, Pedro, y yo te diré que se escribe para ganarte el mantenimiento,  vendiendo libros, artículos, narraciones y otros.
- ¿qué me dices, Andrés?, no seas vulgar
- !ah!, mi refinado amigo, te voy a dar la prueba definitiva.
- Cual, venga.
- Vale
- Vamos
- ¿cuanto escribirias si vivieras solo en
una isla desierta?
- Nada, claro, le contestó mientras se levantaba meditabundo de la banqueta en la barra del bar. Tras caminar unos metros, volvió hacia Andrés diciéndole
- Y ¿sentir el interés en los demás por tus escritos y establecer conversaciones a raíz y a través de ellos?
- Sí, sí, esto es bueno, constructivo, formador, un hecho satisfactorio, ilustrativo, interesante. Pero aquel que introduce esfuerzo, tiempo y dedicación le satisface su lectura por los demás, pero busca algo más.
- Y esto, Andrés, ¿a qué viene?
- Voy a tener que dejar de hacerlo.
- ¿el qué?
- Escribir
Las risas de Pedro fueron bastante sinceras.
- !Pero si tu naciste con un lápiz en las manos!
Tenía razón Pedro, y Andrés lo sabia. !Cuán dificil sería sino imposible que dejara de hacerlo¡, sin embargo, también intuía que es difícil ser toda tu vida un escritor en potencia.
- Además, sabes que los disfrutamos mucho tus escritos.
- ¿tú y unos más?
- !dejemos el asunto!, tú eres un magnífico escritos! - le dijo mientras el camarero les sacaba las cervezas y las patatas bravas.
- Pedro, te aclaro, el buen escritor, man que te pese es el que venda escritos.
- tú sabes que no, Andrés.
- Yo no sé nada, tan sólo soy objetivo.
Dejaron la conversación y se bebieron algunas cervezas más mientras se acababan las bravas. Eran buenos amigos, que se reían, se apreciaban y se respetaban.
Andrés llegó a casa algo tarde.
Hoy no había hecho él la cena entonces y su mujer se la había dejado en la mesa. Carmen estaba ya acostada y le dijo desde la cama
- Andrés, Amor, cuando acabes de cenar y escribir, ves a tapar mejor a los niños.
- Cariño, de cenar sí, de escribir.....
No continuó la frase, pues estaba algo  cansado y decaído. Cenó y se fue a su cuarto
- Carmen, ¿tú qué harías con mis escritos?
Carmen tenía el cabello largo, negro y ondulado, y más el oscuro profundo de sus ojos le daban un gran misterio y sintiéndolo, le puso el dedo en sus labios, lo acercó hacia ella y Andrés sin poder ni querer resistirse, abrazados acabaron los dos.

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