sábado, 28 de marzo de 2015

EL AUDITORIO INESPERADO




Soy Andrés García García, vivo en  Valencia y os voy a contar una historia, un suceso, un acontecimiento realmente curioso, extraño, bello y satisfactorio.
Todo empezó en el mismo momento en el que  entré en el locutorio "Comunícate" y me  dispuse a escribir algo de aquello que me nacía hacer cada dos o tres días.
Perspectivas helicoidales, sentimientos atrapados, dudas patológicas, imaginación, aventura, felicidad y tal y como acabé de escribirlo,  lo mandé.
Tengo un blog y en momentos me  reconforta saber que alguien en cualquier sitio  muy lejano, ha estado, lo supiera o no, cerquita de mis pensamientos, ¿quien será?, ¿cómo será?, ¿es un alma perdida buscando compañía a altas horas de la  madrugada o una persona equilibrada, fuerte que disfruta calibrando e  imaginando al posible escritor?, no sé, me decía.
En el mismo impulso  para que mi espalda fuese a descansar en el respaldo de la silla, mis dedos apretaron, con erotismo el, ya conocido, enter. La  historia  y pensamientos,  volaban en el mundo de  las intenciones.
Casi que en el tiempo que me mantuvo atrapado los  pensamientos sobre como metaforizar el espacio real y existente, que forma el cúmulo de la impersonalizacion y el vuelo de las almas en  Internet, cuando, rápidamente entraron 17 visitas. Imagino que será porque ya me conocen y les gusta lo que escribí - pensé, sonriendo, feliz y realizado. Como tengo conocimientos amplios de Internet, traté de aproximarme al máximo al lector y su localización.
Comencé: País, todos España, Ciudad, todos Valencia, vaya, qué coincidencia - a ver si puedo apurar más....localización máxima...."locutorio Comunícate"
Por unos segundo mis ojos iluminaron más que aquella pantalla y me levante a trompicones y salí fuera a leer el cartel de entrada....no, no,me dije  "locutorio Comunícate"
Entré despacio, cómo entra aquel que está tembloroso de lo que puede encontrar, uno, dos, tres......diecisiete" y haciendo menos ruido que nunca volví a mi lugar.
Seguían leyendo todos el texto que les había mandado. Ahí, delante mío estaba mi publico y yo, delante suyo, era el contraste con todo aquellos, al presente, estaban imaginando.
Hombres y mujeres y de todas las  edades. Era una abstracción haciéndose realidad.
El primer hombre a  mi derecha era el más mayor, unos sesenta años. Llevaba barba y la tenía blanca igual que su cabello, vestía con un traje de chaqueta azul oscuro de pana, antiguo, pero muy bien conservado. No cabía duda y era necesario que tuviésemos algo en común. Observaba la pantalla con la mano en el mentón, y parecíase calculando, meditando, calibrando mientras observaba con quietud el texto.
Cerca también, pero a la izquierda, estábase una mujer más joven que yo, calculé que unos treinta y cinco. Morena, con el pelo ondulado y el perfil agresivo. Pantalón vaquero y una camisa azul oscuro. Con las dos manos sujetas en la mesita leía desde la distancia aparentando y creí ver, interés.
Increíble, alucinante, un delirio de sensaciones. Todos los presentes observaban con atención su pantalla.
Poco a poco, uno a uno, dejaron de leer pero no se movieron y relajándose siguieron allí.
No, Andrés, no te engañes, tendrá otra explicación - me decía, mientras mi pensamiento buscaba una manera de comprobar mi alegría y o mi ilusión, con lo que volví la cabeza y comencé a escribir -" mañana publicaré otra reflexión filosófica como un relato que te lleva por el camino de la comprensión, será a la misma hora y la entenderán aquellos que la lean en un locutorio que tiene  una lámpara verde en el techo", escribí y mandé, mientras me ponía de pie y me apoyaba en el marco de la puerta de la entra.
El silencio y la quietud conquistaron el habitáculo, y mi persona permanecía expectante hasta que, con dulzura, ritmo y armonía el hombre del pelo blanco se giró y miró a la lámpara. Allí se quedo mirándola, con sobria sorpresa, unos instantes, iguales a los que después me dirigió a mi. Nos miramos fijamente pero desde la indiferencia, a continuación y sin pausa, la mujer morena, levanto la cabeza, me miró primero a mi, pues le pillaba de camino hacia lámpara. También la miró y frunció el ceño observándola.
Así, todos y uno a uno acabaron mirando a la lámpara y poniendo cara de sorpresa, de perplejidad y de duda.
Faltaban unos y otros venían.
Iba dos tardes por semana a dar mi charla en una sala de conferencias llamada el " locutorio Comunícate". Ellos no sabían nada ninguno sobre los componentes de estas sesiones de lectura y comentarios a través de Internet. Pero era una charla, amigo y amiga Era auténtico blog, Internet, comunicación global, tomando la forma con la que se puede entender. Es el orador dando la charla a un grupo de un número parecido de personas que fuesen a oírle al teatro los lunes y miércoles noche.
Esta historia dibuja una posible manera de entender las diferentes paginas web como pequeñísimas reflexiones que todos hacemos en el teatro, ya viejo en la última esquina de tu barrio, a las que vienen diez o veinte personas a escucharte  !qué manera más buena de superar la insufrible individualidad y compartir unos profundos pensamientos, sensaciones o cantando canciones de amor bajo las zarzas que arañan mi corazón cuando en ti pienso.
(Donde nosotros hemos ido, Andrés ha ido y ha vuelto ya dos veces y lo  qué no le  haya pasado a éste, no ha ocurrido nunca, os lo aseguro)

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