Todo
brillante, limpio, puro.
Oxigeno
fresco.
Condiciones
ambientales controladas y normalizadas.
Sonrisas
por doquier. Bruno y Carolina estaban totalmente desconcertados,
impactados, asustados. Se preguntaban si habían entrado en alguno de
sus sueños.
Las
ciudades eran exactamente igual que hace 275 años. Nada había
cambiado desde entonces, cuando ellos, los visitantes, los invasores,
aquellos con los que empezó aquel pequeño contacto, comenzaron a
hacerse cargo de la vida en el planeta. Su control sobre la
trasformación y tratamiento de la materia era total. Descomponían
en sus formas atómicas y como tal construían. Los edificios nunca
envejecían, igual que la ropa, que acompañando con alegría, les
duraba toda la vida.
Los
pudieron ver, el primer grupo o club, como tal. Eran un grupo de
mujeres que sentadas en la mesa del bar discutían sobre la cocina
rápida antes de los partidos
-
Crema Violeta, Carolina.
-
De acuerdo, un color que se aproximará bastante a las inquietudes y
acciones para los que han estructurado en el grupo de orden femenino.
Sólo
ellos se escuchaban el corazón a sabiendas de aquello que estaban
planeando y la importancia de sus máxima precisión y
calculabilidad. En pocas semanas tendrían una reunión conjunta con
el resto del grupo de los elegidos. Habrá que dar instrucciones,
instrucciones para acabr con ellos.
La
gente sonreía.
Los
pajaritos cantaban. Eran canarios. Estaban controlados por los
visitantes haciéndoles creer a las ya casi semipersonas que eran
ellos.
El
asfalto había desaparecido.
Las
calles estaban compuestas de un pequeño, algo mas que granitos de
arroz, empedrado.
Sólo
soplaba el viento generado por los grandes ventiladores donde salia
el desecho de sus mecanismo para obtener la energía, es decir, el
oxigeno, el Mana de la vida, que sentían los habitantes en sus
rostros pero que no provocaban corrientes y la tranquilidad todo lo
invadía. En la parte superior unos grandes aspersores capturaban el
carbono. Se sentían incapaces y ya habían aceptado su ignorancia,
de explicar como trasportaban la materia y con ella trabajaban.
A
la izquierda del camino, junto a unos grandes Abedules, un grupo de
hombres dialogaban enérgicamente sobre la evolución del equipo de
junior de su barrio. Les apasionaba y divertía con enormidad
aquellas preocupaciones.
-
¿Color Azul, Bruno?
-
Sí, yo creo que sí, Carolina.
En
la historia, donde estaba la razón de ser, entelequia, sentido y fin
de las personas, había muerto, y con esta, nuestro sentido. Eran
zombis y vivían en la mentira que les habían construido. Boris y
Carolina eran no más que los instrumentos, no eramos más que dos
más. La cara de alegría y felicidad que encontraban allá donde
miraban, se contrastaba con una cara de pena y tristeza grande en
los dos. Y otra vez, oyeron de la nada y ellos solos pues nadie se
alteró.
-
Vayan trabajando directamente recorriendo el paseo marcado. Cambien
la expresión. Ninguna variación sufre jamás ninguno en su vida, y
no quiero que las dudas salgan de vuestras caras.
Carolina
no podía evitar mirar hacia todas las direcciones con la cara algo
excitada. Boris estaba bastante más tranquilo y relajado. Tenía la
virtud de encontrar curiosidad siempre en el desarrollo de las
situaciones. Miraba con calculo y tranquilidad lo que le rodeaba.
Cogió la mano de Carolina y, sin cambiar la expresión de ella, es
más, medio sonriendo, una lagrima rodó por toda su mejilla.
Estuvieron
aproximadamente unas cuatro horas recorriendo la ciudad. No había
dinero. Cada uno tenía una misión concreta para el correcto
funcionamiento de todo. Desplazándose en vehículos eléctricos, sin
estress y sin prisas repartieron casi todos los colores. Les
quedaban muchas horas de laboratorios y de investigar nuevas
diversificaciones y agrupaciones posteriores. Todo el plan debía
estar acabado para dentro de seis meses. El tiempo había dejado de
existir y de tener sentido.
Llegó
las 20'00. Se tenían que ir. Los espectáculos deportivos iban a
empezar. Las calles se vaciarían, o en las casas o en los grandes
estadios o en las grandes pantallas localizadas. Todos a ver deporte
el cual evitaba otro tipo de ansiedad vital que llevase al cambio del
orden establecido. Hacia ya 200 años que nadie de los que había en
el planeta hubiera, siquiera oído hablar del posible pasado. Esto
era lo que había sido siempre. Tenían que estudiarse aquello que
debían decir y aquello que no.
A
la vuelta la temperatura bajó mucho y el viento era frio. A la
distancia se podía ver el sol esconderse entre los últimos suspiros
de agua del mar. La cromaticidad impactante. Carolina apoyo la cabeza
en el pecho de Boris. No había nada más que la necesidad de
sentirse viva y humana.
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