Voy a realizare un paralelismo, arriesgado, exagerado, petulante y metafórico, entre la evolución de mi pensamiento y la historia de la Filosofía.
En mis comienzos, la paz la encontraba leyendo la Filosofía de aquellos que la adoraban como un elemento idealizado del pensamiento y el camino en busca realidad racional, cosmológica y conclusiva explicativa del mundo. Era una actividad ilustrativa, de sabios, de comprensión. No buscaban nada más que el conocimiento. El placer de razonar, de pensar y de llegar a conclusiones lógicas entendidas como verdaderas. Las figuras ideales elevaban a la Filosofía y permitían nuestra visión y estudio desde la distancia. Así empezó la Filosofía y, como tal, la conocí y comencé a disfrutarla. La tranquilidad del orden, del sentido, de la finalidad y del puesto correcto en el mundo.
Cuando iba creciendo y mi realidad se ajustaba mas a mi persona, llegó Kant y comenzó a introducirme en mis primeras dudas cognoscitivas, al introducir el Noúmeno y el Fenómeno. Conocí a gente de otros lugares, mi realidad se fue más allá del primer momento, de la primera conclusión que parecía satisfactoria. Una estructura lógica y racional terrible, tremenda, pero que ya dejaba hueco a el subjetivismo que nacía en mi persona, cuando me presentó un Noúmeno indescriptible.
Las incidencia de mi vida, me llevaron directamente hacia la deshubicación en mi primera concepción de la Filosofía y en las dudas en cuanto al camino correcto de la verdad por la razón. Mis motivos de movimiento y actuación empezaban a coger un tono sentimental y anímico.
El Sentimentalismo de Kierkkeggar o el Vitalismo de Nietzsche, entre otros, me alejaban más de mi primera concepción y concepto de la Filosofía.
El existencialismo, llegó a mi vida tal como en la historia durante la agonía vital del siglo XX.
Recordando como era y llegué desde mi profesor de Filosofía, paseando por los pasillos del aula exponiendo el idealismo de Platón y mis afirmaciones, impresionado, ante las constantes de la realidad que yo veía, a una filosofía que me llenaba de dudas y preguntas.
Mi vida evolucionaba de manera similar.
Cuando más conoces y te mueves en la búsqueda de sentidos, entonces encuentras los errores del pasado y más difícil ves el futuro.
En los brazos de Unamuno, encontraba consuelo.
Perdía mi noción explicativa con una estructura acabada y comencé a sentir la realidad a través de mis sentimiento.
Y estoy en la tranquilidad en la duda de aquello imposible de definir.
Medito sobre la capacidad que tengo de conocerme o la necesidad de sentirme, con sentido, en ella.
Sé que yo, y sin ninguna importancia para ninguno ni nadie, he llegado a otro concepto de la Filosofía desde cuando comencé a estudiarla hasta ahora.
La experiencia en la vida me ha marcado otro camino de resolución y me ha llevaba, de manera empírica a una concepción diferente de la Filosofía.
Me miro, me siento y me concluyo.
Las visión y conclusiones sobre la vida desde la distancia y el extrarradio de los problemas me resultan ya, inalcanzable por la irreal y lejano con esas formas, usos y maneras.
Las ambigüedades e irracionalidades por todos asumidas, admitidas y participes de la realidad, marean más mi capacidad de concluir.
Los problemas propios de la pequeñez sentida ante la globalización de los conocimientos.
Mis conclusiones vacilan, varían sujetas al momento en el que me encuentro.
Y lo acepto y lo admito y desde mi cruel subjetivismo hago la trampa del gran mago, que así mismo se engaña, y me hago creer que desde mi subjetivismo, abarco al objetivismo genérico de todas las personas.
Mi claridad anímica y mental me cambian los caminos explicativos, de aquí concluyo que somos una entidad ontológicamente sentimental y sentida, no siendo la racionalidad, el uso del logos, lo que más nos define.
Así llegó la Filosofía y en este impás está en mi vida.
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