Cansado
del cachondeo que los dirigentes y mandatarios tenían y hacían con
y por mi vida, pensé y apliqué, donde las dan las toman y decidí,
que no hay nunca mejor momento que el que eliges para decir ya vale.
Busqué
aquel traje de romano que utilicé en unos ya lejanos y añorados
carnavales y me marché, con ímpetu, hacia la plaza donde estaba el
ayuntamiento. Era un bonito disfraz formado por la parte de cuero
interna y la metálica protección externa, más casco y espada corta
de los soldados mercenarios romanos.
El
detalle, apenas apreciable dentro de esta broma y cachondeo a que nos
están sometiendo, es el que debajo de la armadura, mis virtudes,
pocas pero juguetonas, se exhibían a todo lo largo del espectáculo.
Llevaba
algunos meses tratando de aceptar que el juego de la política y la
vida publica era así.
Estuve
muchos años, buscando una lógica y justificación de el
comportamiento de políticos y de dirigentes.
Dudaba
de mi concepción del ser humano, cuando trataba de aceptar como
normalidad, y por tanto, como verdad justificada, el comportamiento
de los actores políticos en las ultima escenificación de la obra de
teatro, grande, inmensa, que llaman democracia, que esta temporada
comenzó el 20 de diciembre, aquí, en mi España, siempre santa como
nadie, pero también equivocada como ninguna.
Así
pues la cara de los transeúntes comenzó a bailar entre gestos de
sorpresa y compungido y yo me preguntaba hasta que punto llegará su
indecencia de sentir vergüenza ajena por ver a un inocente
ciudadano, como yo, ventilar sus peores deseos allá donde nacieron.
En frente de los lugares de culto a las malas intenciones y
pensamientos perdidos y perfumados con el veneno del poder, las
cortes.
Secado
y trasquilado, aguanté delante del televisor, todos los vaivenes y
tropelías de los falsos, hipócritas y muchos Judas, que traicionan
constantemente a aquellos que dijeron servir con la verdades que
dicen llamarse Políticos.
De
la furia me alcé, con fuerza y poderío, al cachondeo, pues decidí
que no iban a ser ellos quienes me hicieran dudar y olvidar del
asunto de pasar una buena vida.
En
breves instantes, el policía caminaba hacia mi y el contacto se
apreciaba y se veía ya como imposible de evitar. Mi pose fue más
seductora y erótica esperando, que tal y como está la malformación
de todos los principios, modos, maneras y fundamentos de una búsqueda
de un buen camino de convivencia, supusiera andar por el mundo de sus
barbaridades y pudiera ver a algún dirigente.
Y
la gente, en el impás del acercamiento del agente me miraba con
fijación.
Por
dentro de me corría el gusanillo de la verdad mientras pensaba que
dejarán de sorprenderse y asustarse conmigo y que comenzarán a
preocuparse por algunos aspectos realmente preocupantes, pero, no
os equivoquéis, no por la maldad, sino porque el espectáculo de los
payasos en el circo de ellos se ha apoderado.
Dejándome
llevar por las risas y el abandono con el que estaba muy cínico con
el mundo y más aquella mañana en la que estaba tremendamente
consciente de todo lo que estaba ocurriendo, de mi desnudez integral
y de mi reconocimiento, por fin, de la basura a nivel estatal que
tenemos montada.
Al
oído no me lo dijo, pero si que lo escribió aquel que afirmo la
corruptibilidad propia de las personas. Sí, no se equivocaba ni un
ápice.
Aceptando
ya, por fin, esta verdad, dejé de mirar compungido el comportamiento
de algunos, dejé de escuchar, asombrado las declaraciones de éste y
dejé de leer, indignado tanto lo que aquellos decían como lo que
estos lo escribían.
Decidí
salir a bailar desnudo.
Mi
incompatibilidad por mi máxima inoperancia no más, ante este mundo
de, ya les gustaría ser tan digno como ellos, pero para que se me
entienda, de payasos, me llevaba a dejar de tratar de compréndelo y a
esconderme en el mundo de mi supuesta ignorancia.
El
policía vino a hablar conmigo.
-
Usted también está harto de los rollos y trejemejes que aquí se
llevan ¿no? - sorprendido, impresionado, me quedé. No era yo sólo
de los que ya estábamos fuera de todo juego debido a mi incapacidad
de seguirlo. Ellos saben que es mentira y que nos tienen engañados.
-
Sí, señor, me voy a cambiar le dije poniendo cara de compungido.
El
agente, se me quedó mirando y me dijo
-Esto
debe de ser una acción extraterrenal puesto que yo ayer tuve y tomé
la misma decisión.
Abrió
la bolsa que llevaba y sacó un disfraz de avestruz. Aquello era
impresionante. También iba exhibiendo todas sus virtudes. Aún no
había cerrado mi boca del asombro que se me estaba acumulando,
cuando vi salir, de detrás de un pequeño quiosco de flores a una
mujer, disfrazada de árbol, mostrándonos también, lo que es para
muchos, el más ansiado pecado que jamas tendrán en sus manos.
Apunto
estuve de caerme al suelo, cuando fue las manos de un hombre quien me
sujeto. Era Elvis, y desnudo de cintura para abajo moviéndola con
ritmo y sexualidad.
Aquella
tarde, unos 150.000 Valencianos acabamos paseando desnudos por las
calles de la ciudad.
No
tenía yo ninguna reivindicación política, no presentaba opciones
tampoco, pero solo pedía menos cachondeo hacia los ciudadanos.
Porque,
para cachondeo, lo pongo yo.
Ya
estoy pensando en mi próximo disfraz, porque esto, válgame Dios, no
va a cambiar.
Pero,
al menos, las risas serás mutuas.
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