jueves, 11 de febrero de 2016

LAS RISAS Y EL CACHONDEO



Cansado del cachondeo que los dirigentes y mandatarios tenían y hacían con y por mi vida, pensé y apliqué, donde las dan las toman y decidí, que no hay nunca mejor momento que el que eliges para decir ya vale.
Busqué aquel traje de romano que utilicé en unos ya lejanos y añorados carnavales y me marché, con ímpetu, hacia la plaza donde estaba el ayuntamiento. Era un bonito disfraz formado por la parte de cuero interna y la metálica protección externa, más casco y espada corta de los soldados mercenarios romanos.
El detalle, apenas apreciable dentro de esta broma y cachondeo a que nos están sometiendo, es el que debajo de la armadura, mis virtudes, pocas pero juguetonas, se exhibían a todo lo largo del espectáculo.
Llevaba algunos meses tratando de aceptar que el juego de la política y la vida publica era así.
Estuve muchos años, buscando una lógica y justificación de el comportamiento de políticos y de dirigentes.
Dudaba de mi concepción del ser humano, cuando trataba de aceptar como normalidad, y por tanto, como verdad justificada, el comportamiento de los actores políticos en las ultima escenificación de la obra de teatro, grande, inmensa, que llaman democracia, que esta temporada comenzó el 20 de diciembre, aquí, en mi España, siempre santa como nadie, pero también equivocada como ninguna.
Así pues la cara de los transeúntes comenzó a bailar entre gestos de sorpresa y compungido y yo me preguntaba hasta que punto llegará su indecencia de sentir vergüenza ajena por ver a un inocente ciudadano, como yo, ventilar sus peores deseos allá donde nacieron. En frente de los lugares de culto a las malas intenciones y pensamientos perdidos y perfumados con el veneno del poder, las cortes.
Secado y trasquilado, aguanté delante del televisor, todos los vaivenes y tropelías de los falsos, hipócritas y muchos Judas, que traicionan constantemente a aquellos que dijeron servir con la verdades que dicen llamarse Políticos.
De la furia me alcé, con fuerza y poderío, al cachondeo, pues decidí que no iban a ser ellos quienes me hicieran dudar y olvidar del asunto de pasar una buena vida.
En breves instantes, el policía caminaba hacia mi y el contacto se apreciaba y se veía ya como imposible de evitar. Mi pose fue más seductora y erótica esperando, que tal y como está la malformación de todos los principios, modos, maneras y fundamentos de una búsqueda de un buen camino de convivencia, supusiera andar por el mundo de sus barbaridades y pudiera ver a algún dirigente.
Y la gente, en el impás del acercamiento del agente me miraba con fijación.
Por dentro de me corría el gusanillo de la verdad mientras pensaba que dejarán de sorprenderse y asustarse conmigo y que comenzarán a preocuparse por algunos aspectos realmente preocupantes, pero, no os equivoquéis, no por la maldad, sino porque el espectáculo de los payasos en el circo de ellos se ha apoderado.
Dejándome llevar por las risas y el abandono con el que estaba muy cínico con el mundo y más aquella mañana en la que estaba tremendamente consciente de todo lo que estaba ocurriendo, de mi desnudez integral y de mi reconocimiento, por fin, de la basura a nivel estatal que tenemos montada.
Al oído no me lo dijo, pero si que lo escribió aquel que afirmo la corruptibilidad propia de las personas. Sí, no se equivocaba ni un ápice.
Aceptando ya, por fin, esta verdad, dejé de mirar compungido el comportamiento de algunos, dejé de escuchar, asombrado las declaraciones de éste y dejé de leer, indignado tanto lo que aquellos decían como lo que estos lo escribían.
Decidí salir a bailar desnudo.
Mi incompatibilidad por mi máxima inoperancia no más, ante este mundo de, ya les gustaría ser tan digno como ellos, pero para que se me entienda, de payasos, me llevaba a dejar de tratar de compréndelo y a esconderme en el mundo de mi supuesta ignorancia.
El policía vino a hablar conmigo.
- Usted también está harto de los rollos y trejemejes que aquí se llevan ¿no? - sorprendido, impresionado, me quedé. No era yo sólo de los que ya estábamos fuera de todo juego debido a mi incapacidad de seguirlo. Ellos saben que es mentira y que nos tienen engañados.
- Sí, señor, me voy a cambiar le dije poniendo cara de compungido.
El agente, se me quedó mirando y me dijo
-Esto debe de ser una acción extraterrenal puesto que yo ayer tuve y tomé la misma decisión.
Abrió la bolsa que llevaba y sacó un disfraz de avestruz. Aquello era impresionante. También iba exhibiendo todas sus virtudes. Aún no había cerrado mi boca del asombro que se me estaba acumulando, cuando vi salir, de detrás de un pequeño quiosco de flores a una mujer, disfrazada de árbol, mostrándonos también, lo que es para muchos, el más ansiado pecado que jamas tendrán en sus manos.
Apunto estuve de caerme al suelo, cuando fue las manos de un hombre quien me sujeto. Era Elvis, y desnudo de cintura para abajo moviéndola con ritmo y sexualidad.
Aquella tarde, unos 150.000 Valencianos acabamos paseando desnudos por las calles de la ciudad.
No tenía yo ninguna reivindicación política, no presentaba opciones tampoco, pero solo pedía menos cachondeo hacia los ciudadanos.
Porque, para cachondeo, lo pongo yo.
Ya estoy pensando en mi próximo disfraz, porque esto, válgame Dios, no va a cambiar.

Pero, al menos, las risas serás mutuas.

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