-
No quiero ser una figura de reparto en la escenografía de los demás
– dijo Andrés, entonándolo con algo de resignación.
-
¿Ser en primera persona dueño de tu mundo? - le preguntó Pedro.
-
Sí, cansado de un mal entendido, una mala mirada, unas palabras de
más, aquel gesto esperado y que nunca vino, preocupándonos por
aquel momento que nunca jamás volvería a darse, es una repetitiva,
cansina y enfermiza preocupación de buscar la situación en
referencia a los demás. Actuando en un teatro que no existe y cuyos
versos, además, están redactados en muchos idiomas.
Levantando
los ojos acabó su intervención.
Hoy
no se colocaba al hablar tal que algo inclinado sobre si mismo, como
hacia con pasión y ganas, y se encontraba hablando despacio, más
serio y erguido.
Llegó
Pedro antes y estuvo esperándole hasta casi al punto que se iba,
cuando, como tal, apareció. Antes de empezar con las conclusiones
filosóficas, como así hacían, le contó Andrés los vaivenes del
problema que había tenido.
-
Sí, Andrés, pero ¿es que no estamos cometiendo un acto contra
natura si nos aislamos de la interacción entre una asociación
humana del tamaño que quieras?
-
Bueno, Pedro, la asociación grupal no surgió como un elemento
cultural o superior. La unión grupal fue solo un movimiento
defensivo-evolutivo sin ninguna ligazón necesaria con la esencia
natural del ser humano.
-
¿Me quieres decir que nuestra dinámica de asociación humana es una
pura dinámica histórica?, si partiéramos de cero y sin la
necesidad de defendernos, ni atacar ni pelear ¿dejarían de existir
la sociedad? - preguntó Pedro, buscando el error – pues no lo
compartía- en el razonamiento de su amigo
-
Dejar de existir la sociedad, no, no, pero si que las diferencias y
la diversificación sería mucho mayor. Las sociedades, usos y
costumbres heredadas imposibilitan gran parte del movimientos a los
nuevos tiempos.
-
Pero ¡homo civicas!, te he oído tantas veces
-
Sí, pero no así. Te cansas acabando la conversación de dirigir tus
actos conforme fueran aceptados, admitidos, vistos, juzgados,
apreciados y demás, buscando, no la satisfacción propia de tus
actos o palabras, sino el impacto conseguido y producido por la
acción de ellas.
Pedro
observaba a Andrés y lo encontraba más serio y distante que otros
días. Sabía que ayer, en la reunión había dicho, sin ninguna
intención de hacerlo, unas palabras que fueron problemas para un
compañero. El compañero había actuado mal y Andrés, sin
intención, lo había delatado. Estuvo varias horas fastidiado, hablo
con su compañero varias veces y aun le costó un tiempo superar un
pequeño ataque de culpabilidad, le arrastraba pensar que el
compañero pensara en su mala intención. Andrés era sensible, mucho
hacia los demás y le afectaban bastante sus reacciones. Aquel día
colectivizó el asunto, las sensaciones que el tenía, la sobrada
preocupación por la impresión que los demás tengan sobre tu
persona y realizó, ante sus avisos de existencia, una generalización
a todas las personas y la dependencia que teníamos de las opiniones
externas.
-
Bueno, pero la interrelación colectiva nos hace avanzar y
realizarnos – tratando Pedro de hacer avanzar el problema.
-
No tiene por qué.
-
¿Cómo?
-
Me dirás primero si consideras la colectividad el la vía necesaria
de realización del individuo.
-
Sí, creo yo – Pedro, razonaba y pensaba más que cualquiera y era
un hombre con una gran inquietud intelectual, pero era también una
persona módica de reacciones, discreta de estridencias y con algunos
actos muy normalizados.
-
Pues no creo que no, Pedro, que ¡más realización si nuestra
existencia fuera largos paseos y grandes sobremesas tras ligeras
comidas!, Ciertamente no me importa, me estoy preocupando por mi
mismo.
Giró
su butaca y relajadamente se miró al espero del mostrador y levantó
la taza del poleo, humeante todavía. Pedro se quedó quieto
mirándolo.
-
Hoy me he sorprendido – le dijo a Pedro – preguntándome y
preocupado por lo que él habrá pensado sobre los motivos de mis
actos, hasta convencerme que la verdad sobre el acto y la intención
era mía, solo mía, y que en estas condiciones debía de actuar. No
soy un personaje al que tu debas o puedas juzgar, sino soy el primero
en mi persona y miro y veo nuestros errores. ¡Qué sin sentido más
grande esperar la aprobación de los demás!
-
Bueno, Andrés, pero no se puede vivir obviando a los demás.
-
De acuerdo, pero que no pinten la pelicular de su color, que se
equivoquen con tu conciencia de su acto y error.
Mañana
se le habría pasado y otra vez, Andrés, en sus sueños, siempre
aplicables, pero sueños, volvería lleno de fuerzas, pero hoy estaba
algo desanimado. Tenia un estado mental, no anímico, realmente
variable. Solía estar feliz, ahora de sentirse caminando por la luna
a estar atado por los pies, podía haber pasado solo una palabra por
el medio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario