miércoles, 25 de diciembre de 2013

CANTANDO




Totalmente anestesiado por las brumas de los que son días festivos para aquellos privilegiados, me encuentro saliéndome por la tangente de la realidad.

Flotando, con mis pies a pocos centímetros del suelo de la realidad, la música me empuja hacia donde el horizonte  desaparece.

La soledad del sitio donde me encuentro me acompaña y me da ritmo sobre y en aquellas cuestiones que pendulan y bailan sobre mi cabeza.

No te equivoques – me dijo mi pensamiento, repitiéndome por veinteava vez las mismas coplas de arrepentimiento.

Darle forma a algo que no la tiene es un acto de inutilidad, de necedad, de tontos.

Cuando me quiero dar cuenta la música cambia y otros colibrís invaden paulatinamente mi visión de entonces y ahora.

Encadenado de por vida a mis sentimientos me pregunto donde está la salida y más importante, me encuentro con la incoherencia de no querer salir de aquello que mengua la libertad.

Sacame de aquí – le gritó el corazón a la razón, y ésta, desde la cabeza, lo mitraba con benevolencia y sin moverse un solo ápice, lo dejó vivir en su real realización.

Las palomas del divertimento de aquella pieza de los clásicos, hay días en que se posan suavemente sobre los cables de la luz, allá, lejos, donde sólo alcanzas a mirarlas.

La ternura de la melancolía y el abrazo de la soledad, es la mejor compañía para escribir.

Y la tangente continua y atraviesa los paralelos que dibujan todas aquellas personas que desfilan esta tarde paseando en frente de mis ojos.

Abrumado ante la suma de factores que desmelenan mi estatismo racional, me sumerjo en la geometría y entiendo como versos y poesía, los ángulos y relaciones que tienen entre si las lineas y figuras con las que aquel día se quiso dibujar la realidad.

Y llegó el momento que considerá el oportuno y de mi lugar de trabajo, me levante dispuesto a cantar, avance algunos pasos hacia adelante y tras aclararme la voz, vi y supe que no tenía auditorio y mi canción, como mis pensamientos se perderán en el olvido del silencio.

Maldecía el ser una persona en toda su esencia.

Y la literatura acababa en el segundo capitulo, y la filosofía explotaba en un sin fin de soluciones igual de correctas, y la poesía huía entre los dedos de mis manos.

- No dejes jamás que la desidia y el aburrimiento te invadan y se cuelguen de tus espaldas, - me dijo el respaldo de la silla donde estaba sentado y así pues, me aclaré la voz y comencé a cantar en forma de letras y espacios.


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