Totalmente anestesiado por las brumas
de los que son días festivos para aquellos privilegiados, me
encuentro saliéndome por la tangente de la realidad.
Flotando, con mis pies a pocos
centímetros del suelo de la realidad, la música me empuja hacia
donde el horizonte desaparece.
La soledad del sitio donde me
encuentro me acompaña y me da ritmo sobre y en aquellas cuestiones
que pendulan y bailan sobre mi cabeza.
No te equivoques – me dijo mi
pensamiento, repitiéndome por veinteava vez las mismas coplas de
arrepentimiento.
Darle forma a algo que no la tiene es
un acto de inutilidad, de necedad, de tontos.
Cuando me quiero dar cuenta la música
cambia y otros colibrís invaden paulatinamente mi visión de
entonces y ahora.
Encadenado de por vida a mis
sentimientos me pregunto donde está la salida y más importante, me
encuentro con la incoherencia de no querer salir de aquello que
mengua la libertad.
Sacame de aquí – le gritó el
corazón a la razón, y ésta, desde la cabeza, lo mitraba con
benevolencia y sin moverse un solo ápice, lo dejó vivir en su real
realización.
Las palomas del divertimento de
aquella pieza de los clásicos, hay días en que se posan suavemente
sobre los cables de la luz, allá, lejos, donde sólo alcanzas a
mirarlas.
La ternura de la melancolía y el
abrazo de la soledad, es la mejor compañía para escribir.
Y la tangente continua y atraviesa los
paralelos que dibujan todas aquellas personas que desfilan esta tarde
paseando en frente de mis ojos.
Abrumado ante la suma de factores que
desmelenan mi estatismo racional, me sumerjo en la geometría y
entiendo como versos y poesía, los ángulos y relaciones que tienen
entre si las lineas y figuras con las que aquel día se quiso dibujar
la realidad.
Y llegó el momento que considerá el
oportuno y de mi lugar de trabajo, me levante dispuesto a cantar,
avance algunos pasos hacia adelante y tras aclararme la voz, vi y
supe que no tenía auditorio y mi canción, como mis pensamientos se
perderán en el olvido del silencio.
Maldecía el ser una persona en toda
su esencia.
Y la literatura acababa en el segundo
capitulo, y la filosofía explotaba en un sin fin de soluciones igual
de correctas, y la poesía huía entre los dedos de mis manos.
- No dejes jamás que la desidia y el
aburrimiento te invadan y se cuelguen de tus espaldas, - me dijo el
respaldo de la silla donde estaba sentado y así pues, me aclaré la
voz y comencé a cantar en forma de letras y espacios.
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