martes, 10 de diciembre de 2013

EL TIEMPO (34)




Son las últimas horas de la jornada laboral y mi alma la tengo ya casi en mi cama.
Y me digo que queda poco tiempo y tras ésto pienso que es ésto que queda poco.
El tiempo no se para, siempre continua pero tiene una velocidad ámpliamente variable.
Engañado vivirá, aquel que piense que el tiempo es una medida única, objetiva y absoluta.
El tiempo es nuestra sensación sobre las acontecimientos pues otra cosa bien diferente es el movimiento de los objetos.
Si colocamos un péndulo a la altura de nuestros ojos y comienza a balancearse, observamos el par de segundos que tarda el artilugio en recorrer el metro y medio de amplitud de mis brazos abiertos, - bueno, va rápido - me dijo aquel, y yo le dije que todo responde a su volumen, pues pregunto, ¿la velocidad del  péndulo si nosotros midiésemos 15 centímetros sería el mismo?
No. Esos dos segundos que en proporciones normales tardaría en recorrer el camino, se multiplican al reducir las dimensiones del sujeto que sufre la acción, pues las medidas del tiempo también se empequeñecen según el sujeto. Un segundo ya no sería lo que tarda el sonido en recorrer veinte veces la longitud de mi cuerpo. Así comienzan las variaciones.
Ésta  bolina, ya no tendría que recorrer la envergadura de los brazos, sino que multiplicaría por diez, para el nuevo sujeto que cuenta y observa, el terreno recorrido a la misma velocidad, con lo cual sólo nos quedaría disminuir los espacios y medidas temporales.
Así pues además de las imposibilidades técnicas en proporción a la medida del sujeto que vive y observa el elemento, también y quizás más descriptivo de su relatividad, sea hablar de la apreciación propia del movimiento de los elementos. según sea tu espíritu anímico, variará, aunque nos pese, el fluir y su velocidad, o más o menos, del tiempo.
El tiempo y el movimiento son dos términos relativamente claros y fáciles cuando los tratamos en envergaduras mínimamente normales, pero estos dos conceptos y o realidades se desdibujan cuando nos referimos a niveles o altísimos a bajísimos de medición.
Es más difícil todavía tratar estos conceptos en estas medidas pues la dificultad se multiplica en la comprensión de la posible verdad.
Vivimos totalmente atados a las medidas y comportamiento de la realidad que nos rodea. Nos cuesta infinitud salir de ella y enfrentarnos a la realidad total. La medida humana no es más que un punto, como otro cualquiera, de mirar, con perspectiva la realidad.
Ante la infinitud de divisiones, el tiempo deja de pasar y ante la infinitud del tiempo, la inmovilidad sería el estado natural.

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