NARRACIONES
HIPERBÓLICAS
1.
CONVERSACIONES.
2.
BEBIENDO CON NIETZSCHE.
3.
KANT EN LA BIBLIOTECA
4.
SÓCRATES EN LOS ALBORES DE LA FILOSOFÍA.
5.
RENÈ Y EL POSADERO.
6.
LEIBNIZ EN LA VERA DE LA MONTAÑA.
7.
RAFAEL Y LA ESCUELA DE ATENAS.
8.
EL MONASTERIO Y LA RAZÓN.
9.
PASEANDO CON MARX.
10.
LA LIBERTAD EN EL CAFE.
CONVERSACIONES
Aristóteles,
a lo lejos, observaba a Galileo colocar las bolas en las rampas
dejándolas caer, recogiéndolas y tomando anotaciones preguntándose
cómo podía actuar así para comprender a la naturaleza y su
movimiento propio, mientras éste, galileo, volvía la cabeza atrás
y pensaba que cuanto talento se desperdiciaba por no tocar la
realidad material y estudiar sus mecanismos.
Al
verle, Galileo, dejó sus experimentos y se acercó a Aristóteles.
Los dos volvieron, andando el camino ya hecho, hablando, especulando,
dialogando, corrigiéndose y sobre todo, disfrutando mucho ambos.
Así,
Galileo golpeó iba goleando piedras con su pie por el camino hasta
que alzó la vista -Aristóteles era alto y delgado y él, Galileo
era bajito y corpulento y le dijo:
- Amigo,
padre de la ciencia, mente privilegiada, fíjate en la trayectoria y
la distancia ¡cambian con el golpe!
Aristóteles.
Subiendo las manos le dijo:
- Mi
más que amigo, genio incansable, monstruo de la física, observa
como todas las piedras caen igual, pues tienen un movimiento
propio por su naturaleza.
El
camino hacia la posada era largo y lo disfrutaban mucho conversando
desde sus antinomias.
Llegaron
al lugar, a la posada y se sentaron en la mesa central iluminada por
las enormes llamas de la chimenea.
El
pelo largo, flácido y blanco de Aristóteles le caía suavemente por
los hombros y con los antebrazos apoyados en la mesa y la túnica
sobre las rodillas, miraba y escuchaba con interés a Galileo, el
cual moviendo y trazado figuras con las manos y por el aire, se
tocaba los rizos de su cabello, casi rojos, que salían y escapaban
hacia todos los lugares.
- Aristóteles,
compañero, concéntrate en lo que te cuento y es que
independientemente del peso ¡caían igual! Pruébalo y veras, ¡pon
las bolas en las rampas!
- Galileo,
maestro, no toques a la naturaleza para comprenderla, es su
esencia lo que impera, así, tú y yo, en esta mesa y observando por
la ventana, utilizando nuestra razón podríamos explicarlo todo.
Entonces,
y a la par de sus comentarios, unas risas se hicieron audibles.
Venían de otro caballero, cubierto, en la mesa de al lado.
- Buen
comentario, dijo.
Y
galileo comentó
- Venga
a dialogar con nosotros, señor.
Ésta
se quitó la capa y los dos se quedaron desconcertados al ver que el
vestido de un hombre escondía el cuerpo de una bella mujer. Vestía
una ligera, blanca y ceñida camisa a la altura de la cintura con
unos pantalones rectos de hombre.
Siguieron
hablando, haciendo ciencia, discutiendo sobre la naturaleza, los
experimentos, la observación, todo siguió igual menos la mirada,
que cambió de tono y lugar. Llegaron las sonrisas y se acabaron los
vasos de vino.
En
la barra habían dos personas más, ocultas, discretas y observando
la escena.
- ¡Oh,oh!,
sólo la voluntad les sacara del placer físico y los conducirá
correctamente, dijo Zenón.
- ¿Qué?,
la voluntad ¿de qué?, sonrió Nietzsche mientras le contestaba.
BEBIENDO
CON NIETZSCHE
Perdido
entre las sombras y claroscuros de su bigote, me sentía subyugado
por su mirada la cual se movía entre la clarividencia y la locura.
Con
sus gestos y palabras denotaba que lo suyo no era una lucha solamente
teórica, sino personal y vital también.
Subidos
en el viaje a través de la historia me relataba, con fuertes
aspavientos la máxima cobardía que habíamos demostrado, todos y
cada uno de nosotros en su desarrollo.
-
Y esto ha de acabarse – concluyó
-
Sí – Maestro le dije, pero ¿cómo vamos a huir de nuestra
pequeñez e irresolutivilidad ante su falta de sentido de los
problemas diarios?
Se
giró bruscamente y pidió dos cervezas en la vieja taberna camino
del viaje a este hospital en las montañas Austriacas para consolar
su dolor crónico de la cabeza. La cerveza no se lo aumentaba, le
sedaba en su dolor.
-
El día – dijo casi gritando, que aceptemos con fuerza y valor
nuestra potencia como individuos, nuestra facultad para vivir sin
estar sumisos nada mas que al límite impuesto por nuestra
naturaleza. Impongamos nuestra potente individualidad frente a esta
vida, poblada de Dioses que nos acobarda.
-
Maestro – le repetía, usted es un hombre fuerte, pero ¿y los
demás, qué hacemos?
-
Huir de vuestros progenitores y la mentira en la que nos hemos
educado. Comenzar desde el principio, partir de cero, ¡olvida tus
enseñanzas e imponte a la vida!
Ciertamente
éste era el tercer viaje al refugio y balneario acuífero donde
íbamos para su cura y a mi me permitió acompañarle en un par de
ellas. Cada vez lo encontraba mas huraño, introvertido, encerrado en
sus ideas, pero también más seguro de ellas y con más riqueza para
justificarlas y exponerlas.
-
A gente como tu – me señaló con el dedo, os han utilizado los
poderes fácticos e interesados que haciendo alusión a vuestra
capacidad explicativa y aludiendo a Dioses o similares, os han
convertido en esclavos, ¡lucha por tu libertad!
Tras
leer a otros autores cohetaneos suyos, pude apreciar que la filosofía
de Nietszche se hacía Antropológica, alejándose de otros y
comenzaba a hablar de las personas como centro de reflexión. Aquí
me hizo una norma directa a mi comportamiento y no una reflexión de
la estructura del cosmos a mi relación con este.
-
Qué me dice – mi cara cambió de aspecto, así como mi tono, tengo
derecho a luchar por mis convicciones
-
No Andrés, vas a pernoctar en la irrealización propia del ser
humano que ha perdido su capacidad de satisfacerse como tal, viviendo
en el engaño impuesto.
Mi
cerveza cayó en una panzada. Asustado me dejó aquella afirmación.
¿No iría mejor mi vida si aceptara con toda su intensidad las
dimensiones reales de la vida y no me fuera a buscarla allá donde no
está?
-
Yo me realizo, -le inquirí, cuando hago el bien hacia la gente que
me rodea.
Su
bigote se lleno de espuma cuando solo tal carcajada que lleno la
barra de cerveza
-
¿El bien?, y ¿de que bien me hablas?
-
Hombre, pues aquel que todos conocemos, ¿no?
-
Pues no, joven, no. El bien es una palabra vaciá de contenido y sólo
hace referencia a los intereses o creencias, de algunos, dentro de
su pequeñez.
-
Pero, entonces ¿qué salida nos queda?
-
Aceptarnos tal y como somos y no tratar de huir de lo que tenemos.
Se
acabó la cerveza y apoyándose en mi hombro, comenzamos a salir de
aquella vieja taberna camino del balneario.
Me
habló de lo que admiraba a la figura de Jesús el Nazareno, por su
capacidad a luchar ante las leyes y valores impuestos en su pueblo,
de la cobardía del pueblo en la edad media europeo y otras
cuestiones en el camino hacia habitación. Era un hombre
entretenidamente intenso, dogmático, enajenado e incomprendido.
Tenía la costumbre de hablar de lo que ya no se hablaba.
En
la oscuridad de la noche, sólo alterada por unos somnolientos
rayitos de luz de la luna, vi, como su figura, un tanto encordaba de
sus horas de soledad con los codos encima de la mesa, se
alejaba
suspirando relatar todas las verdades que creía que ya tenía.
-
Buenas noches, Maestro – le grité, y con un además de la mano se
despidió de mi.
KANT
EN LA BIBLIOTECA
Venia
de París y aquellos primeros meses de tranquilidad y sosiego
en Konigsberg, ya comenzaban a poder conmigo.
Pasaba
la mayor parte del tiempo estudiando y trabajando en la gran
biblioteca
de
la ciudad. Frio y silencio. Fui al lugar en la búsqueda del libro,
Historia de Inglaterra, de David Hume para estudiar el abandono y
vuelta a Inglaterra, de ellos y de la Normandia, editado unos
pocos años antes, en 1754 y en el continente apenas había unos
pocos ejemplares. Éste, precioso, papel de trigo, piel de cabra y
cosido con barbas de ballena.
En
los tres meses que llevaba allí , en visita familiar, siempre
había encontrado a la misma persona sentada en el angulo
final de la corta mesa rectangular de aquel primer piso, de
negro, con chaqueta corta y camisa blanca con pequeños ornamentos
al final de las mangas.
Al
segundo mes fui acercándome fruto de mi curiosidad por los
momentos de abstracción que parecía sufrir mirando objetos
pequeños en encima de la mesa.
Aquella
mañana sentado casi a su lado comenzamos a dialogar
Coloco
su plumón con el que escribía entre el y yo diciéndome con mucha
calma y tranquilidad
-
Señor cual es su nombre y si me permite dirigirme a Usted.
Sorprendido
le conteste
-
Por supuesto, mi nombre es André
Pues
bien, caballero, mi nombre es Inmanuel y me gustaría preguntarle una
cuestión
-
On-i-va, caballer
-
¿ Ve Usted el plumón?
-
Perfectameau
-
Es marrón, de madera y está aquí y ahora, ¿no?
-Si,
señor pero hágame, mon Dieu, preguntas mas complicadas
Sonrió
con una sonrisa afable y calmosa a la par que levantaba el objeto lo
observaba y decía
-
No encuentro, por más que lo mire, las características del
aquí y ahora.
Yo
me quedé extrañado y él, todavía sonriendo volvió la cabeza a
sus libros
Ya
cerrada la biblioteca y volviendo paseando a casa de mi familiares me
andaba preguntando que me quiso decir aquel hombre. Cierto era que
esas dos últimas cualidades no estaban en el objeto que el me
enseñó, pero, donde sino, pues son la cosas
las que están en el espacio y tiempo ¿no? Decidí volver
urgentemente mañana a preguntárselo.
Sí,
allí estaba. Escribiendo con calma y delicadeza, tal y como la había
visto desde que llegué. Iniciamos la conversación con otros
motivos hasta que mi interés se hizo inllevable y le dije
-
Pero, entonces, dígame, ¿donde están el espacio y el tiempo?
lentamente se aproximo los dedos indices de ambas manos a los lados
de su cabeza y me dijo
-
Aquí
-
Inmanuel, son características del mundo y no de su persona
-
No, André, no , el arriba y abajo, el delante y detrás, no son más
que modos de ordenar el mundo, que nosotros le damos a éste. El aquí
y el ahora los ponemos nosotros, se acabó el mundo circundante que
nos trae la información, vamos a darnos cuenta que nosotros la
construimos y que trabajamos con aquello que hemos formado en nuestra
mente
Tras
esta galopada de información, me hizo la última y me dijo
-
Ya me dijo que el plumón era marrón ¿no?
Si
le contesté asustado
-
¿Y como sabe Usted, mi ya amigo Parisino, que estamos viendo lo
mismo ?
Ya
no lo vi más, pues al día siguiente comencé, mi viaje de regreso.
Mi mundo había cambiado pues vi, con toda claridad que era mi mente
la que lo formaba. Era ella quien ordenaba y trabajaba con todo
aquello que mis ojos veían. Ya no vemos el mundo, si no que el
mundo es visto por nosotros. Lo que antes era sujeto se me convirtió
rápidamente en agente.
La
verde vera que acompañaba el tranquilo discurrir del Sena, no me
apartaba ni un segundo de los altos arcos de aquella oscura y
fría biblioteca.
SOCRATES
EN LOS ALBORES DE LA FILOSOFÍA
Venía
de las tierras de mis padres situadas a poca distancia de Atenas. Aun
siendo un hombre, tenía 30 años, todavía no había podido degustar
la exquisitez del Partenón construido por nuestro gran gobernante
Pericles. Me habían comentado que debía de ir a verlo.
Aquella
día por la mañana me había paseado por la belleza, deambulando
entre la perfecta armonía y simetría reflejadas en las columnas de
la construcción. El cambio angular me ofrecía la verticalidad en
todos los lugares que mirase. Era bello y la serenidad de su
proporcionalidad perfecta me llegó y me llenó todo mi espíritu.
En
ese mismo día por la tarde, salí a pasear con la intención de ver
todas las construcciones desde las perspectiva de la distancia.
Y,
entonces fue cuando me encontré con aquel pequeño grupo de personas
que rodeaban a un hombre mayor, ya anciano, pero robusto y con una
gran luminosidad en la mirada hablando con fuertes pero cortos
movimientos de sus manos. La curiosidad me llevo a su cercanía.
Este
hombre estaba dialogando con un grupo de jóvenes. Puse mi sentido a
su merced.
- ¿Dónde
encontraremos, entonces, la justicia de este acto?-les pregunto.
Un
jovencito levanto la mano. Tenía aspecto de aguerrido, bravo,
curioso pero
con
calma y naturalidad le dijo
- Quizás
en las leyes que nuestro gran gobernante Pericles ha dado a esta
ciudad, tu Atenas.
- ¡oh!,
mi joven y válido Jenofonte, y yo te sigo preguntando ¿me
hablas de un acto o de la justicia?
El
joven permaneció dubitativo y mudo.
Un
hombre joven sonrió a Jenofonte, en reflejo de su ya amistad
al compás que
levantaba
su mano.
-
Dime, Platón, dime, háblame desde los ya muchos años que estamos
juntos recorriendo las colinas circundantes de Atenas
- Y
yo le digo, Maestro, ¿no estará fuera de este mundo que nos rodea,
de formas concretas e inexactas, teniendo una existencia real?
- ¿Me
hablas de ese triangulo perfecto sobre el que Tales habló, y midió
con toda la exactitud posible las pirámides de las columnas de las
tierras del nilo?
- Si
maestro, de ellas te hablo.
- ¿Y
que relación le asignas con la realidad?, ¿es ésta copia de
aquellas?
- ¡Si,
maestro, si!, ¡coloquémoslas en un mundo que huya de las
imperfecciones!
Pensativo
y sereno se le quedó mirando.
Energético
y respetuoso le contesto
- Si,
bien, pero quiero que me hables de la justicia y no de matemáticas
ni geometría que se nos escapan de nuestras manos. Quiero que
definamos la justicia como medio y camino para llegar a construir una
comunidad con
Comunidad
correcta. Quiero huir de los actos con contenido pero vacíos
de significados que
los bien llamados sofistas tratan de imponer en este mundo buscando
la utilidad de las leyes, nomas. Así pues ¿la justicia se encuentra
en las enseñanzas prácticas y formales de estos maestros que les
dan a la juventud de nuestra ciudad para que se muevan después en
ella?
Impresionado
me tenía su conversación.
Fijaba
mi atención en cada uno de los pensadores hasta que volteé,
pensativo mi cabeza, y vi a un elegante hombre, con una hermosa
túnica tejida con delicadas telas apoyado con su mano izquierda en
un gran pino mediterráneo y observando plácidamente la
conversación. Sócrates fue, entonces también consciente de su
presencia y exclamo
-
¡Protágoras!, ¿qué nos trae el placer
de verte?
- ¡Sócrates,
amigo!, no el placer de escucharte, que siempre lo es. Estaba
meditando en el orden jurídico que aplicar en función del bien y
del mal a ésta, nuestra gran ciudad. ¡oh!, amigo ¿cuándo dejarás
de huir hacia la nada?, ¿cuándo concretarás tus pensamiento en la
utilidad y practicidad de ellos?
- Amigo
también me complace oírte,
pero sabes que no estoy de acuerdo en la simple construcción de
elementos prácticos de funcionamiento y pienso que debemos encontrar
la esencia de estos elementos que superen la propia construcción de
esta ciudad.
- Adiamanto
ya te habló, Sócrates, de las diferentes
Justicias que nos encontramos en este mundo.
- Sí
Protagoras, sí, le respeto y mucho, como a todo aquel que piensa
pero como ya te dije, debemos de buscar verdades fuera de las
circunstancias propias y que tengan una generalidad. conocimientos
que ya están ahí, circulando en nuestro espíritu y conocimiento.
En
aquel momento, y con cara de atención, emoción, concentración e
interés, el joven, de anchas espaldas, Platón, interrumpió la
conversación dijo:
- Encontremos
estas ideas inmutables, huyamos con la inteligencia, dejemos los
sentidos y entremos en el mundo de las perfecciones intemporales que
nos llevarán al estado social y mundo perfecto.
Sin
aliento se quedó tras realizar estas afirmaciones, mientras los dos
sabios mayores se miraban entre los dos ¿admiración, extrañeza,
distancia, afinidad? Leí en sus miradas.
Volví
hacia casa, había sido un día realmente espectacular.
El
sol se escondía en el horizonte allá a lo lejos en el mar
donde en sus limbos acaba el mundo. Su luz se reflejaba tranquilidad.
En
el carro que avanzaba lento, tras estar en situaciones como estas
comprendí porqué el centro del mundo y el futuro estaba aquí.
Rodeado
de olivos e mis tierras, vi a lo lejos a mi madres que salía a
recogerme.
RENÈ
Y EL POSADERO
Tenia
que pulir toda a madera.
Muchos
robles de Prusia me trajeron para construir mi magnifica posada en el
camino a París. Contrataría a varios campesinos a que la
dejaran como la seda. A los señoritos y señoritas de la alta
nobleza y otros potentados así les gustaba.
Tenía
un amplio espacio para sus lujosas carrozas y unos grandes establos
para todas sus caballerías. El interior de humo de sus pipas y los
hedores y efluvios de los grandes vinos Franceses y Españoles que
les ofrecía habían ennegrecido lasa placas de la noble
madera.
Sumido
en estos pensamientos entro un hombre alto, espigado joven y elegante
a mi local. Se aproximo a la barra, y muy cordialmente me pidió un
vino tinto - un gran vaso, añadió. Se lo serví. No era tonto, ni
mucho menos, pues antes de hablar ya vi como le brillaba la mirada.
Se giro y se quedo contemplando el espectáculo de todas las señoras
y señores con sus grandes traje barrocos de la alta nobleza que en
aquel 1630 se llevaban en toda Francia.
Así
pues, yo continué mi trabajo pasando el vino tinto de un gran bidón
de roble, igual que la madera de mi posada, pues quería que
fuese la mejor, a unas copos de cristal Veneciano que tanto me
habían costado.
Al
momento se giró y me miro y sin postulados me dijo
-
¿Y no será que van todas desnudas y con los lacítos en sus
muslos?
-
¡No,señor, no en mi posada, no¡ aun siendo de la alta nobleza no
les hubiera permitido entrar así -ya no me gustó nada su
comentario.
-
Bien, bien, no se enfade, pero ya le digo que a veces los sentido nos
engañan, y no es lo, que creemos que vemos, venga, póngame
otro vaso de vino.
Me
giré y me fui directamente hacia el bidón del vino y un tanto
tembloroso y volví con éste.
-
Ummmm, bueno, si señor, ¿cuantos llevamos?
-
Dos señor, le contesté. Por su vestimenta, sus maneras, su
vocabulario y educación allí permanecía escuchando sus tonterías
inmensas, sino le hubiera dado la espalda ya.
-
¿Seguro?
-
Si, Señor, tengo la fortuna de que instruyeron en la aritmética, mi
padre, para llevar los negocios.
-
No me mire así, posadero, ni va a ser Usted ni el último ni
el primero a quien la razón engañe
Tantas
dudas y preguntas me estaban incordiando. Pero ¿qué tenía en su
cabeza este caballero?, ¿en qué estaba pensando?, ¿a donde
quería llegar dudando de todo lo que le rodeaba?
En
el otro lado del recinto vio a un conocido al que se acercó a
saludar .
Yo,
un tanto aliviado me apresuré a preguntar a los demás clientes si
querían algo más. Volví a la barra y aun estuve un largo rato
observando la curvatura del humo que enhalaban las pipas de las
hierbas asiática recién traídas para ellos y su tabaco hasta que
el caballero volvió. Y directamente me dijo:
-
Mi nombre es Rene, Rene Descartes y ¿el suyo?
-
Andrè Señor.
-
¿Ha dormido bien esta noche? y ¿ya se a despertado? -aquello
ya fue demasiado, apoyé mi cabeza entre mis manos le dije:
-
Señor, señor, por favor ¿dónde quiere usted llegar?, tengo muchos
clientes que atender:
-
Déjeme que le diga que no hay diferencia alguna entre la sensación
de realidad de esta situación y la de los suenos
que haya tenido esta noche. Piénselo, piénselo
-
Rene, me dijo. A la iglesia voy todos los domingos a pedirle a
nuestro Dios que me de claridad en mis pensamientos y acciones
y me permita llevar bien mis negocios y mantener a mi familia.
Nuestro Dios no permitiría estos engaños.
Me
miró profundamente, la palabra estaba en su boca, la expresión en
sus ojos y la continuidad en el puno apretado encima de la barra. Se
acercó por encima de la barra a mis orejas y me dijo en voz baja
-
Y si este Dios quiere engañarte también, ¿a donde se nos va la
verdad?
Me
separé de él. Eso era un sacrilegio. Por decirlo te mandan a la
hoguera pero por escucharlo también. Mi destino ya estaba
determinado en el caso en que nos hubieran oído, así que seguí la
conversación y le dije
-
¿Donde quiere llegar Rene?
-
A dudar de todo y buscar una verdad total y, en el caso que la haya,
estudiar su forma. Que si los sentidos, que si mi razón, que si mis
sueños, que si un Dios maligno !qué hay de lo que no pueda tener
ninguna duda¡
Se
retiro unos pasos hacia atrás y me observaba fijamente desde la
distancia. Los dos pensábamos. Bueno él no sé, pero yo si y como
tal se lo dije
-
Mi extraño intelectual, mi educado burgués, mi culto y sabio
cosmopolita Parisino. Mirándolo y pensándolo estoy, y esto no me lo
niegue señor, no me lo niegue. No le puedo contestar a todas sus
dudas pero que estoy pensando en ellas y ahora, no.
Sus
ojos se abrieron tal y cual los platos de mi cocina, las manos las
subió a a cabeza y las apretó contra esta y abrió la boca sin
emitir ruido alguno. Yo continué y le dije
-
Señor he de mantener a mi familia, somos humildes, por favor no
cuente a nadie mis palabras, ni las suyas en esta conversación. Me
hacia gestos afirmativos con su cabeza pero no estaba allí. Saco
muchas mas monedas de las que me debía las dejo delicadamente
en la barra
-
No se preocupe, mi ya sabio amigo, solo comentaré el vino exquisito
que usted tiene aquí y recuerde Cogito ergo sum gracias, gracias
exclamo. Sabe, sin dudarlo, que está porque piensa, ¿no?
-Bueno
no lo quise decir así. Señor, no tengo su formación, no le
entiendo totalmente. No tengo su sabiduría, pero sí, eso es.
-
Andrè, la formación te puede ayudar a comprender, pero la sabiduría
se alcanza observando.
Me
sonrió muy amistósamente, se acabo de un trago el vaso de vino y
salió con la cabeza bien alta por el pasillo central. y dos
veces se giro señalándome con el dedo. Extraña persona, aun tengo
curiosidad. Ocupando mi tiempo, rodeado del roble envejecido, a pulir
en las paredes y a cuidar así también en los bidones para que mezan
a mis vinos, me preguntaba que haba sido de él. Rene Descartes que
me dijo Cogito ergo sum. Aun sigo sin saber, ya muchos años después
que significaba.
LIEBNIZ
EN LA VERA DE LA MONTAÑA
Andaba
con la cabeza baja recorriendo con la mirada las piedras que
encontaba en su camino. Escuchaba con interés al maestro pero no
creía sus palabras
-
Pero señor, qué me dice usted, de verdad piensa que vivimos
en el mejor mundo posible?
Liebniz
apenas levantó la cabeza. Era un hombre agradable, relajado,
tranquilo.
Decía que para pensar bien había que hacerlo despacito y vivir, en
consonancia también. la
vida le había llevado por toda Europa, dándole pensamientos y
alejándole de posturas que no quería procesar.
-
Entonces, Andrés, me dices que tu crees en un mundo que fuese mejor
que el que tenemos?
-
Sí, contesté rápidamente.
-
Como cual -insistió.
-
Uno en el que no existiera la muerte.
-
Entonces qué sentido tendría vivir
-
Bueno, pues qué el mal no estuviese en nuestra cabeza.
-
Entonces tampoco existiría el bien, pues la opción del mal habría
sido totalmente descartada.
Sí,
entendía su razonamiento pero me seguía hundiendo en la
incomprensión. Se paró y comenzó a dibujar unos puntos en la
tierra, repartidos totalmente al azar. Se inclinó, y con pausa se
acerco a mis oídos y me dijo
-
hay algún orden con lo que lo he realiza?
-
No - le dije, los has marcado como has querido.
Al
contestarle esto, me apartó de los puntos, dibujó sobre ellos un
eje de coordenadas, se giró y me dijo
-
Baja al rio y refréscate con calma y luego vuelves con despacito.
Cuando
comencé irme, vi como se separaba unos metros, se sentaba en un
viejo tronco y con la cabeza entre sus manos hundía la mirada en el
dibujo.
En
el momento de mi vuelta estaba en la misma posición, me volcó la
mirada y me dijo
-
Si sacamos una integral dentro de las funciones elevada a la potencia
misma del punto anterior encontraremos la posición exacta del
próximo número. Estas operaciones, esta formula que te he contado
es la mejor manera de relacionar todos los puntos. Es una ecuación
y sus condicionantes que lo consiguen darle orden y razón.
Entendí el motivo pero necesitaba preguntarle.
-
Y esto que tiene que ver con la necesidad de la vida?
-
Andrés, cambia cada punto por un hecho, sea cual fuere en el mundo,
busca una ecuación que los conecte todos de la mejor manera posible
y tendrás a la vida construida.
-Y
la libertad?
-
La libertad,querido y joven amigo, es lo que hace posible y necesaria
la ecuación, pues le da una razón de estar allí a cada uno
de esos puntos. Vivimos en la mejor posibilidad de existencia.
Ciertamente
no acabé muy convencido. Que me dijese que este mundo era la mejor
combinación que Dios pudo hacer, me constaba entender .
Nos
despedimos en la cumbre de la montañita, pues su casa y la de mis
padres estaban cada una a una vera. Lo vi alejarse, despacito,
tranquilo, sosegado. Me había quedado impresionado de su capacidad
para relacionar entre ecuaciones, integrales y geometría todos los
puntos constitutivos, pero que lo que entendemos como vida sea esta
mejor realización entre todos los componentes que conocemos y que si
cambiasemos alguna variable la vida no sería posible como tal, no
acabó de convencerme. Imagino que fue porqué nunca quise encontrar
un orden geométrica de la realidad.
RAFAEL
Y LA ESCUELA DE ATENAS
Mañana
partía Aristóteles a las tierras de Macedonia, allá donde nació y
vivía su familia. Se iba a comenzar la educación del hijo de Filipo
II, Rey con ansias de reorganizar todo el mar Egéo y sus
alrededores.
Salían
paseando los dos, Platón y Aristóteles bajo el arco de la puerta
principal.
Platón
ya acusaba, al menos en la manera de actuar sus años de cercanía a
la vejez. Caminaba despacio, con su alma tranquila también, y
quizás un tanto encorvado. Tenía la vista fija en Aristóteles, más
alto y enérgico, el cual hablaba con mucha potencia pero con mucha
compostura y formalidad.
-
Platón, Maestro, ¿donde situaremos a los supuestos universales que
nos dan inteligibilidad a las cosas?, ¿donde colocaremos estos
referentes que nos has enseñado y que dan validez y entidad a las
imperfecciones terrestres?, ¿donde?
-
Aristóteles, mi alumno, no trates de limitar la realidad a este
mundo material que te rodea y ves más allá. Tenemos una referencia
y estas ideas referentes son realidades también. La situabilidad
espacio-temporal es una imposición de las ciencias prácticas y no
de la verdad.
Aristóteles
quedó cabizbajo pensando y calibrando sus palabras. Sabía que era
su último día en compañía de aquel hombre sabio y decidió dejar
el tema que tanto les había producido disconformidad en estos
últimos años.
-
Aristóteles, yo quiero pasar el resto de la vida que me queda aquí,
en Atenas, la ciudad que me ha visto nacer y espero que me deje morir
en ella, pero ¿y tú?, ¿qué piensas hacer?
-
Mire, Maestro, me llaman de mis tierras. Me voy a educar, al que
será, más tarde o temprano el heredero de una gran fuerza.
Alejandro tendrá mucho poder y tengo esperanzas en darle una buena
educación.
-
Ahh!, amigo, veo que ahí si que has aprendido y asumido mi
educación. Todo se educa y aprende. la comprensión de la realidad,
valores, conocimientos, posibilidades y fundamentos, nacen con los
individuos pero bajo una capa de lodo y barro cogido del suelo de la
materia allá cuando naces. hay que limpiar estas fronteras y con la
educación obtener a los ciudadanos que son, todos, los bien
educados. La polis, la ciudad, es el estado y aquí hay que preparar
a las personas para que vivan en este.
-
Sí, sabes que sí, que me encuentro totalmente de acuerdo con Usted
en que la educación es la base para toda construcción social, pues
cada uno tenemos unas características determinadas, unos límites
naturales y unas posibilidades esenciales y esto hay que
sacarlo a flote con la educación. Eduquemos en la convivencia
social.
Apenas
tres metros por detrás caminaba un esclavo Dórico, Espartano que
hablaba perfectamente griego y su madre fue Jónica del Asia menor y
le había criado en esta lengua.
Y
entre sus pensamientos meditaba - qué perdidos están estos dos
hablando de elementos que no existen, que no son. Mi padre les
hubiera mostrado lo que lleva al mundo adelante. Esto no fue jamás
la educación, sino la disciplina. la realización correcta de las
acciones no implica la comprensión de ellas para su realización,
sino el respeto que habrá que tener a las leyes que dirigen la Polis
o imperio. Abandonar la idea de la educación como piedra angular y
elemento conformante de la convivencia social y buscar más la
disciplina.
Los
tres continuaron andando por la colina hacia el puerto.
Durante
un largo tiempo allí estuvieron hablando cara a car el maestro y el
alumno a sabiendas que éste seria el ultimo momento y aquella la
última relación que probablemente iba a tener.
-
Espero que sepas dejar tu saber científico a un lado y mires más
las inquietudes tanto sociales como personales de los ciudadanos.
-
Lo intentaré, Maestro, casi tengo acabada una teorías social que
voy a pasar a los copistas. Señor, Usted me abrió los ojos y me
hizo pasar de las individualidades efímeras y alzó mi vista hacia
estas características compartidas y universales.
Se
rieron quizás un rato más hasta que se dieron un fuerte abrazo, con
sinceridad y respeto.
Tristes
se separaron. Aristotelismo menos, pues una nueva aventura comenzaba,
Platón más, pues su alumno más brillante se iba.
Tras
la última mirada iniciaron caminos diferentes.
-
Amo -dijo el esclavo, ¿por qué buscan hallar estas
universalidades?,¿la existencia de la entidad universal, no puede
ser consecuencia de nuestra potencialidad de encontrar un canon
similar de semejanza, creado por nosotros nomas para entendernos y
hablar?
Se
paró, se giró y miró fijamente al porteador y le dijo
-
¿tu padre y madre fueron Jónico y Dórico?,¿no?
-
Si.
-
Se te nota en el comentario, esta noche te lo explico. El saber no
tiene fronteras ni ningún tipo de impedimento para compartirlo.
Oscuro
estaba cuando llegaron a casa, cenaron cada uno donde le correspondía
y poco después, mientras el esclavo les daba follaje a la
caballería, Platón continuó escribiendo.
EL
MONASTERIO Y LA RAZÓN
Aquel
monasterio estaba a punto de derruirse.
Tenía
sólo 500 años, pero había sido quemado y saqueado en varias
ocasiones durante aquel último siglo.
Era
un viejo Franciscano, viviendo en la pobreza por voluntad y por
hecho, el que estaba dentro de la ya maltrecha y pequeña librería
donde y a plena fuerza de sus ojos, pues apenas habían unas velas
alumbrando todo el recinto, desmenuzaba los muy pocos papiros que
allí le quedaban. Se había prometido llegar a Dios desde su razón.
Había estudiado a ciencia cierta y mucho esfuerzo e interés a Santo
Tomas, el gran padre de la escolástica y los caminos para justificar
a Dios con la razón. No quería seguir a Santo Tomas porqué creía
de él que había utilizado demasiado la teoría Aristotélica y la
búsqueda de Dios de una manera racional en su creación, debía de
ser reflejada en muchos aspectos.
Era
por la mañana cuando sonó la campana del viejo edificio. Marcos
llevaba ya despierto desde la salida del sol siempre. Casi no tenía
necesidades y el pueblo de abajo, con unas ceremonias religiosas, la
proporcionaba un mínimo sustento, de aquí que su relación con el
exterior fuera prácticamente nula. Desde el patio interior, del
pasillo de la oración bajo a la corroída puerta principal a abrir
al visitante. Cuando abrió, su sorpresa fue relativamente
grande.
Marcos
vivía en el centro Europeo en el cual estaban viviendo plenamente la
edad media alta. Comunicación nula, teocracia e inseguridad. Las
visitas eran, en muchas ocasiones, malas. Pero le abrió. Era joven,
burgués, con un sirviente y dos buenos caballos. Así pues y sin más
le dijo.
-
Señor, me perdí ayer en el camino hacia Austria y ya se nos ha
hecho tarde y necesitamos descansar y nos gustaría hacerlo detrás
de la protección de los muros de tu monasterio, a cambio de un
dinero.
Marcos
sonrió, le invitó a pasar y les dijo:
-
Afortunadamente para todos, los franciscanos no cobramos por nada.
Aquella
noche sí que trajo algo especial. Los visitantes llevaban buenas
provisiones, de las que, con mucha moderación como con todo, Marcos
disfruto desde su voluntaria abstinencia diaria. Tras la cena,
Marcos, como buen Franciscano, les invitó a rezar con él, en la
pequeña ermita del patio central.
-
Señor, le dijo, este hombre joven, mis maneras religiosas no tendrán
nada que ver con las suyas. He visto los rollos y papiros de Santo
Tomas repartidos por las mesas y respetando mucho a ese gran pensador
discrepo en su elemento principal.
Marcos
llevaba unos quince años estudiando, comprendiendo, trabajando los
principios de Santo tomas y su posible bifurcación en otro campo más
lejano a Platón. Su sorpresa fue alta, pues a su abandonado
monasterio de aquellos únicos visitantes anuales, uno era aquel.
-
Y ¿cómo sabe nuestra disconformidad, Señor?
-
Porqué Usted trata de confirmar la existencia de Dios utilizando la
razón. Demostrar y justificar.
-
Enfrentado a Usted, me dice, vale, es que ¿usted que cree?
-
Yo creo en el mismo Dios que usted, pero yo sólo puedo llegar a
través de la fe. No tratemos de justificar ciertos elementos con la
razón pues con ella no tienen ningún sentido. Ciertos dogmas y
premisas religiosas son injustificables por la razón. Somos
demasiado pequeños para explicar la universalidad e infinitud.
-
Y digo yo ¿tiene miedo a definir el bien o el mal por el miedo a
sentirse mal calificado y lejos de lo que quería estar?
-
Ah, no, Marcos, y empezaré diciéndote que el bien y el mal son dos
características que Dios ha querido dar a unos elementos. Que son
dos palabras vacías de contenido significativo. Son dos conceptos
invisibles que Dios lleno de conceptos. las palabras no son nada, los
conceptos se nos vacían de contenidos y se quedan en nomas que
referentes.
-
Mi Dios si que tiene referente y sentido y tiene mucha racionabilidad
todo lo que Él nos dijo - le contestó ya con cierta molestia
-
Le respeto mucho y alago se pobreza de espíritu y la ayuda a los
demás, pero deje la razón para otros asuntos y a Dios limitémonos
a sentirlo.
En
la intimidad de la sala central y al lado de unos pequeños troncos,
ambos siguieron discutiendo, con gran amabilidad pero intensidad
problemas concernientes a la teología hasta bien entrada la noche.
Amanecía,
cuando salía el franciscano y el visitante ya estaba sobre su
caballo, esperando muy pacientemente la salida del hermano.
-
Ya se va, como me dijo.
-
Sí, padre, recuperada la orientación me dirijo a mi destino.
-
¡Lastima que no pudiese ayer reconducirle! - rieron los dos al
unísono.
-
Padre Marcos, mi creencia es tan grande como la de Usted, pero me
resisto a creer que llegaremos a su comprensión con la razón, la
cual es limitada.
Se
acercaron y se dieron un sincero apretón de manos a la par que
intercambiaban sonrisas. El hombre del caballo ya estaba saliendo por
lo que quedaba del arco central de la puerta cuando el Padre Marcos
le pregunto.
-
Señor, válgame Dios que no se todavía su nombre
-
Fallo mio por no presentarme supongo que por la intensidad y gozo de
la conversación. Mi nombre es Occam, Guillermo Ocamm.
Con
un suave y rítmico movimiento a las bridas, puso en marcha a su
rocín, mientras el fraile franciscano se quedó fijamente mirándolo
al alejarse. Tenía tiempo, mucho tiempo, para analizar, estudiar y
comprender sus palabras. Pero, complicado, pues la razón es el
instrumento de comprensión y control. No quedó muy convencido de
esta última afirmación y corriendo volvió a la biblioteca.
PASEANDO
CON MARX
Caminando
estábamos por un miserable barrio de trabajadores en las afueras de
Londres a finales del siglo XIX.
Marx
iba vestido con una ropa vieja y caminaba con el cuerpo abatido de
muchas guerras contra el mundo, en Europa, tanto el continente como
las islas.
Pensativo
andaba y al final de cada frase me miraba. Tenía una mirada profunda
y quizás un tanto melancólica de haber teorizado y luchado por lo
que cada vez se le antojaba como más imposible.
-
Maestro – le dije, pues a mi me gustaba y a él también, ¿qué
motivación tendrá el supuesto empresario en la realización de sus
ideas si le quitamos la plusvalía del beneficio producto del tiempo
e interés por éste puestos?
-
Tu pregunta – me contesto sin apenas hacer ningún aspavientos,
está condicionada por la incomprensión de mis palabras. El trabajo
del obrero es parte integrante con la misma validez que cualquier
otra cuestión que el objeto en sí y éste debe de pagarse no con un
salario, sino con uno tanto por ciento mensurable, medible y
proporcional con su venta.
-
Pero, escondidos en la totalidad, ¿tendrá el individuo interés en
el buen funcionamiento del proceso?
Paró,
levanto la cabeza y suspiró.
-
Sabes, Andrés, en la naturaleza humana es donde su hunden las
teorías. La propia lucha de clases en la búsqueda de su ruptura con
el monopolio burgués, se pierde en la propia capacidad para actuar
de la manera altruista que el comunismo que os propuse en “El
Capital” con Engles. En el paso del socialismo con el estado
centralizado, hacia la difusión del poder propia del comunismo que
os propongo, a medida que envejezco, se me va haciendo mas difícil
de atreverme a asumir. La naturaleza humana me persigue.
Aun
en este ritmo y sedante propio que ya llevábamos, era un hombre con
un gran poderío mental y siempre encontraba, más adelante, salidas
airosas a las propias dificultades que el proponía.
-
Mira, la solución se me antoja difícil por la esencia humana, lo
que si se me presenta como injusto e imprescindible subsanar es la
concentración de poder para unos pocos burgueses. Nosotros somos los
que le damos valor al producto con nuestro trabajo y éste no se
reparte. Siempre hemos tenido unas clases dominantes y otras
trabajando para ellas !busquemos la igualdad de poderío social!
-
Y aun no siendo poder económico, sino sólo poder, ¿crees que los
ciudadanos lo ejercerán responsablemente sin acumulación, en la
búsqueda de un bien común?
Volvió
a pararse y subió sus curtidas manos hacia su alarga, blanca y
frondosa barba, acabando por acariciarse los últimos cabellos de su
también larga melena.
-
Eso es lo que me da miedo. Que en un futuro en nombre de todos los
trabajadores propios de un país una persona se alce con todo el
poder y oprima a todos aquellos que no lo compartan. Ahí tengo mis
problemas. La ambición económica o de poder son unas malas
compañeras y las personas no hacemos más que contagiarnos por
ellas.
Allí
nos despedimos. Marx, sabía que jamas volvería a su tierra, Prusia,
pues sería despreciado y juzgado. También sabía que sus escritos
moverían el mundo en un futuro, pero ahora no eran mas que
perseguidos, rebatidos y condenados.
Se
iba a su casa donde estaba su mujer y donde encontraba aquel único
lugar donde no tenía la necesidad personal de exponer sus
pensamientos.
En
la esquina donde nos separábamos encontrábanse una familia de
trabajadores de las fábricas textiles de las rodalias de la gran
ciudad. La mujer esperaba a su marido con una sopa de ajos mojadas
con pan duro y rodeada de niños que probablemente, otro día más,
no verían a su padre, pues trabajar 16 horas diarias impedía verlos
por la mañana y al anochecer.
En
mi conversación con Nietszche también me había hablado de lucha de
clases, con Marx, mucho más explicito también
y volviendo a casa me fui planteando la solución y concluyendo que
no hay ninguna solución científica a la humanidad.
Sólo será llevable baja unos principios Éticos educados.
LA
LIBERTAD EN EL CAFE
Sus
risas se escucharon en todas las partes del café. La música
enmudeció ante ellas. Apoyado en la barra con sus dos codos,
escondía la cabeza entre las palmas de las manos y mientras se
carcajeaba me dijo
-
A ver Andrés, entonces me dices que en la actualidad somos libres
¿no?
-
Si, esto te digo y afirmo, amigo
Teníamos
la costumbre de reunirnos los Jueves a la salida del trabajo. El
diseñaba, yo imprimía. La editorial iba bien pues imprimíamos
libros de calidad, que no eran sustituibles por técnicas modernas de
lectura pues el valor no estaba sólo en el contenido, sino en el
objeto, el libro en si. Eramos afortunados pues en asuntos laborales
todo andaba viento en popa. Quizás era por ello que teníamos menos
miedo a hablar sin complejos.
-
Mira Andrés, la información que te llega esta seleccionada y te
produce una visión viciada de la realidad.
-
Pero compañero, yo leo o no leo lo que se me antoja
-Si,
de acuerdo, pero aquello que puedes elegir esta enfermo por una
decisión terminante anterior ya hecha.
Siempre
había sido aprensivo a las opiniones colectivas y era un tanto
misantrópico. Era un magnifico compañero, pero difícil de tratar
si no lo conocías. Nuestras opiniones contrarias discutidas con paz
pero adversidad, nos había unido.
-
¿tú crees que la suma de los periódicos actúan bajo el signo de
la libertad de opinión cada uno de los periodistas que en el
participan?, ¿crees que la elección de los comentaristas está en
función de su calidad?, ¿crees que hay inocencia y pureza
informativa?, Andrés.
-
Pues no, pero es evidente que las ideas del dueño salgan por algún
lado.
-
Bien, error mayúsculo, pues la información debe tener el principio
de ser absolutamente aséptica y desinfectada de inclinaciones
personales.
-
Bien, pero a sabiendas de la inclinación personal, puedes ser mas
objetivo.
-
No, pues siquiera es una decisión intelectual. Es un movimiento
controlado por fuerzas de poder enajenadas y externas a la
información en si y por si.
-
¿Utilizadas?
-
Si, no te quepa duda. Grandes corrientes de información potenciadas
por diferentes poderes que buscan cualquier otro objetivo mas que
dar, información pura y dura.
El
camero del bar ya nos tenía ampliamente calados, nos conocía, sabía
de que pie cojeábamos y siempre, pero siempre prestaba atención a
nuestras conversaciones. No leía, al menos en publico, los
periódicos que tenía en el bar. No llegaba hasta mi compañero,
pero tampoco se creía , me dijo alguna vez, nada.
-
Y sino, amigo Andrés ¿cómo puede ser que la información de los
acontecimientos del día pasado sea contradictoria?, ¿cómo puede
tener tantas vertientes interpretativas lo mismo?, ¡sal del engaño!,
no compres el periódico pues piensa que todo, pero todo, son
opiniones interesadas. La objetividad, ¡Dios me libre! Ya no existe,
se perdió ante el primer discurso público.
-
Bueno, pero también puedes comprar libros de opiniones que te dan
perspectivas correctas.
Volvió
a sonreír y me echo una mirada de melancolía y benevolencia ante mi
supuesta inocencia.
-
Piensas que algún momento hay otro elemento de decisión a la hora
de publicar cualquier libro que no sea aquel que te lleva hacia el
lugar donde los mass media ya te han llevado?
Pensaba
que se equivocaba o al menos que exageraba, pero y sin embargo sus
palabras atrapaban mi interés y esto me hacia dudar de mis
decisiones y conclusiones. ¿Cómo era posible tal disparidad de
opiniones sobre las cosas?, ¿tal fuerza divergente encontramos en
nuestra visión?, ¿ser calidoscopio es un defecto de las personas?
-
Pero, ¿cómo conseguir la objetividad?, ¡cómo haberme una idea no
influenciada por diferentes elementos de la realidad?, sácame de las
dudas donde me has metido.
-
Sí, te lo voy a decir. Autodeterminación, autosuficiencia inmunidad
y sobrepotencia sobre tu mundo circundante.
-
¿y me voy a vivir en una cueva para bajar al pueblo a nomas que
comprar pan?, Compañero, las personas somos por naturaleza sociables
aun que esto nos cueste vivir bajo nuestras diferentes opiniones.
Siempre has sido seguirás siendo Nietszcheniano.
Reflexivo
le deje bajo estas ultimas palabras. Pensativo y mirándome
calibraba su respuesta y me dijo
-
Aristotélico eres y así te morirás. La naturaleza humana sólo nos
llevo a vivir en el colectivo por supervivencia de la especia. Darwin
ya te explico que los genes que se transmitieron fueron aquellos que
mantenían la cercanía para en equipo matar Mamuts, pero de ahí a
que nuestra esencia es necesariamente social hay un trecho. Sácame
de las muchedumbre y de las influencias que la gente con poder tiene
sobre ella,
Entre
los cafés continuamos la apasionada discusión que acabó sin ningún
acuerdo, pero con una gran satisfacción de ambos.
Era
un tanto grueso y movía las caderas balanceándose de un lado al
otro. Tenía la cara algo gordita y una sonrisa muy agradable. Cuando
maldecía al mundo, nunca sabía si lo hacia con la mente o con el
corazón, si con cinismo o sufrimiento, me era realmente difícil
interpretarlo.
La
diferencia trae riqueza, que nadie lo dude.
Recogí
mis utensilios, pague el poleo y le dije al camarero
-
Nunca cambiará mi compañero -y el me dijo a mi
-Yo,
Andrés, espero que no lo haga y escuchale pues que cerquita esta de
la verdad, mi querido y distinguido cliente.
Riéndome
salí del bar
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