domingo, 15 de diciembre de 2013

LA MÚSICA, LA CIENCIA Y EL ESPÍRITU



Estamos realmente muy condicionados por la música. Más que por ella, por las situaciones y momentos que nos evocan. No, como todo, afecta igual, pero en algunos, el mensaje cambia antes o después de aquella nota. No varían los principios y valores del interlocutor, pero sí, tanto el tono como la temática.
Cuando escucho música de los ochenta tengo esta situación en las manos.
Hay canciones que me retrotraen a otros momentos y me distan de la presión sobre la realidad inmediata y momentanea que normalmente presiona y condiciona nuestra particularidad.
Pero ¿qué música se hace ahora?, ¿es más mala?, ¿por qué?
Estas preguntas tienen una trampa que las invalida y hace imposible su respuesta y solución. La belleza y sentimentalismo sobre los objetos es inherente a la época y el momento. Por la idiosincrasia propia del momento yo no encontraré gusto por oír una música en la que mi vecino ha crecido pero él, mi vecino, flipará cuando me oiga cantar ese tema ya pasadito mientras me ducho. Es complicado, en ocasiones, juzgar los hechos artístico de otros momentos generacionales.
Es la música o puede ser, un instrumento que nos introduzca directamente entre la relación e interacción de nuestra psique o espíritu con nuestro cuerpo o forma material.
Aquí hay, tangiblemente, una clara interacción que además, llega a lo más profundo y hondo del pensante.
Con ciertos temas, los listados de adjetivos que describen una acción se hacen enormes, las ideas para explicar un concepto se llenan de luz, las reiteraciones expresivas le dan ritmo y la diversidad y variedad del verbo, ilustran y concretan la acción. Lo mismo que frio, trascendente, trascendental, puntos y aparte, lógica verbal y conclusiones cuando el tema te aleja perdido en la humedad del recuerdo en tus ojos.
Entonces, cuando se produce una longitud de onda, entendida con energía o partículas en movimiento, siendo siempre un elemento cuantificable, ésto, provoca que mi espíritu salga y comience a escribir. Hay una interrelación.
Y esta interrelación es el misterio o desconocimiento que por excelencia se ha ocupado e investigado la filosofía a partir del modernismo, allá por la mitad del segundo milenio.
Desde luego es un episodio que suscita el mayor interés, calculando el modus operanti.
¿Qué elemento en común tienen estas dos dimensiones?
¿La voluntad y libertad que suponemos que nos compone se ve atrapada ante esta relación?
Si hay una independencia del espíritu o psique propia de cada uno de nuestra composición material ¿donde está ésta y qué forma tiene?
Con esto, la música adquiere doble validez.
Por un lado, la disfrutamos, soñamos, componemos, imaginamos, viajamos a aquellos lugares y nos dan gozo y placer y por el otro, puede ser un elemento muy importante en el estudio científico de la interrelación con el espíritu.
Sólo digamos y por ejemplo, estudiemos la influencia del mismo tema en diferentes condiciones, la trasmisión de canciones de manera subliminal, el tono y volumen su repercusión en el estado anímico y otras cuestiones similares.
Hagamos ciencia, apliquemos un método experimental, partamos de la hipótesis de la experiencia, hagamos experimentos recreándolas y que sean cuantificables y tras esto concluir con leyes o imposibilidades. Hagamos ciencia con la música tras el placer de escucharla.

Y todo este escrito se comenzó cuando mi alma salto, alegremente y sin mi permiso, a la glorieta municipal donde me tomé la primera cerveza con alegría, inocencia y poderío de la juventud, cuando piensas que la vida no te va a imponer obligaciones como nosotros mismos nos las hemos buscado habiendo crecido y aceptando algunos hábitos y costumbres

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