Estamos realmente muy condicionados
por la música. Más que por ella, por las situaciones y momentos
que nos evocan. No, como todo, afecta igual, pero en algunos, el
mensaje cambia antes o después de aquella nota. No varían los
principios y valores del interlocutor, pero sí, tanto el tono como
la temática.
Cuando escucho música de los ochenta
tengo esta situación en las manos.
Hay canciones que me retrotraen a
otros momentos y me distan de la presión sobre la realidad inmediata
y momentanea que normalmente presiona y condiciona nuestra
particularidad.
Pero ¿qué música se hace ahora?,
¿es más mala?, ¿por qué?
Estas preguntas tienen una trampa que
las invalida y hace imposible su respuesta y solución. La belleza y
sentimentalismo sobre los objetos es inherente a la época y el
momento. Por la idiosincrasia propia del momento yo no encontraré
gusto por oír una música en la que mi vecino ha crecido pero él,
mi vecino, flipará cuando me oiga cantar ese tema ya pasadito
mientras me ducho. Es complicado, en ocasiones, juzgar los hechos
artístico de otros momentos generacionales.
Es la música o puede ser, un
instrumento que nos introduzca directamente entre la relación e
interacción de nuestra psique o espíritu con nuestro cuerpo o forma
material.
Aquí hay, tangiblemente, una clara
interacción que además, llega a lo más profundo y hondo del
pensante.
Con ciertos temas, los listados de
adjetivos que describen una acción se hacen enormes, las ideas para
explicar un concepto se llenan de luz, las reiteraciones expresivas
le dan ritmo y la diversidad y variedad del verbo, ilustran y
concretan la acción. Lo mismo que frio, trascendente, trascendental,
puntos y aparte, lógica verbal y conclusiones cuando el tema te
aleja perdido en la humedad del recuerdo en tus ojos.
Entonces, cuando se produce una
longitud de onda, entendida con energía o partículas en movimiento,
siendo siempre un elemento cuantificable, ésto, provoca que mi
espíritu salga y comience a escribir. Hay una interrelación.
Y esta interrelación es el misterio
o desconocimiento que por excelencia se ha ocupado e investigado la
filosofía a partir del modernismo, allá por la mitad del segundo
milenio.
Desde luego es un episodio que suscita
el mayor interés, calculando el modus operanti.
¿Qué elemento en común tienen estas
dos dimensiones?
¿La voluntad y libertad que suponemos
que nos compone se ve atrapada ante esta relación?
Si hay una independencia del espíritu
o psique propia de cada uno de nuestra composición material ¿donde
está ésta y qué forma tiene?
Con esto, la música adquiere doble
validez.
Por un lado, la disfrutamos, soñamos,
componemos, imaginamos, viajamos a aquellos lugares y nos dan gozo y
placer y por el otro, puede ser un elemento muy importante en el
estudio científico de la interrelación con el espíritu.
Sólo digamos y por ejemplo,
estudiemos la influencia del mismo tema en diferentes condiciones, la
trasmisión de canciones de manera subliminal, el tono y volumen su
repercusión en el estado anímico y otras cuestiones similares.
Hagamos ciencia, apliquemos un método
experimental, partamos de la hipótesis de la experiencia, hagamos
experimentos recreándolas y que sean cuantificables y tras esto
concluir con leyes o imposibilidades. Hagamos ciencia con la música
tras el placer de escucharla.
Y todo este escrito se comenzó cuando
mi alma salto, alegremente y sin mi permiso, a la glorieta municipal
donde me tomé la primera cerveza con alegría, inocencia y poderío
de la juventud, cuando piensas que la vida no te va a imponer
obligaciones como nosotros mismos nos las hemos buscado habiendo
crecido y aceptando algunos hábitos y costumbres
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