El escribir desde la lejanía de las redes sociales puede significar una gran desviación de tus intenciones primeras.
Lees y escribes, piensas e imprimes. No hay casi hueco ni espacio para contemplar la comprensión externa de esas líneas.
En las conversaciones será la propia interacción de los contertulios las que puntualicen tus palabras y las lleven a allá donde tu querías. La escritura que se guarda en camino de composición está sometida al repaso necesario al continuar con el escrito con todas las modificaciones que sean y que entiendas como necesarias.
Pues bien, aquí y ahora, escribiré, compondré, opinaré, reflexionaré y lo mandaré. Utilizo la primera persona como símbolo de mi miedo a las generalidades pero me atrevería a decir que a todos nos pasa.
Aquí, en un suspiro, resoplas tus pensamientos sin calibrar sus consecuencias segundas pues son un estirón de tu espíritu.
Cierto es que tus valores y principios no cambian de un día al otro pero también es verdadero que las consecuencias que lleguen con tus ideas no pueden ser las que querías por mal expresar tus intenciones.
Y aquí el problema se nos hace doble o la solución encuentra camino.
Se hace doble si además de trasmitir un mensaje en el que creas, tienes que darle una inteligibilidad para que sea comprendido, discutido o argumentado. Hacer inteligibles las inquietudes es un asunto espinoso.
Pero también podemos encontrar la solución aplicándole la propiedad asociativa y haciendo una Ordine geometrica, la volteamos y damos más importancia a cómo dices las cosas que al contenido de estas.
Quizás es mas comprensible, aun llegando a niveles menos profundos del problema, el mismo asunto en si, cuando cae bajo las garras de un lenguaje envolvente que te atrapa en el simple y pequeño discurso y te saca enamorado y convencido de aquello que se pretendía.
Encuentro la escritura un ejercicio del espíritu realmente constructivo y difícil.
En las puras y duras cortas reflexiones individuales de Internet, todo sujeto, estamos sometidos a los procesos de las desviaciones producidas por la ansiedad de continuar y terminar las ideas. Tenemos puerto de salida, no sabemos hacia donde navegamos, pero lo hacemos rápido y sin miedo.
Y entonces me digo:
No comparto los esquemas narrativos o transmisores cuando se refleja el pensamiento particular de la persona.
No entiendo en el miedo de tus expresiones.
No rezo en el temor de las construcciones.
Las redes sociales son un medio de comunicación en el cual te desnudas, a sabiendas de la distancia e ignorancia del sujeto redactor del escrito. Esto te conlleva a perder el miedo.
El problema estriba quizás en la perdida de la objetividad y conciencia por la despersonificación que supone escribir aquí.
Sí, cuando acabe este escrito cerraré el PC y mi vida seguirá exactamente igual hayan sido cuales fueran mis palabras.
Esto, es bueno en si y por si. El no sentir el freno y poder hablar a todo pleno y de incógnito, es un acto, en principio saludable, pero y me repito, en principio.
El problema y peligro estriba en que la despersonificación de tus pensamientos te los lleve a un lugar al que nunca hubieses llegado sin Internet y que este resultado te aleje en demasía de la realidad.
¿Vivo bien entre estas palabras?, sí, ¿las sacas a la luz fuera de este lugar?, bueno, a veces si y otras no.
Yo soy un hombre bastante coherente entre mis pensamientos y mis actos, pero no es en ocasiones fácil convivir con aquello que tu corazón o tu mente en le silencio solo perturbado por los golpes de los dedos en las teclas del ordenador, te lleva y después, asumirlo y trasladarlo a la realidad circundante. Encontrar los momentos, es difícil, pensando, sin seguridad, que los haya.
Escribir es un arte sanísimo, pensar es una necesidad y compartir con escritos tus pensamientos es el ejercicio que debiésemos hacer todas las personas como entrenamiento para realizar con mínimas garantías la carrera de la vida.
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