domingo, 9 de marzo de 2014

EMOCIONES



Sujeto a la gran tormenta de mis emociones, navegaba por entre las aguas de aquella mañana.
No es llevadero, me decía, que la realidad, su color, significado o razón aparente de ser, varié con tanta facilidad según las palabras de éste o la mirada de aquel.
Encontrar las verdades es, si posible, muy difícil, pero me atrevo a decir que se multiplica, la dificultad, si introducimos en la discusión la bruma y niebla que aparecen en los horizontes de tus pensamientos, tales como los asuntos monetarios de tu casa, el agradable dolor muscular después de nadar o los lloros y risas de los niños al verlos.
Con semejante estado, es decir sumergido en la alteración crónica y propia, me inquiero sobre la posibilidad de llegar a conclusiones conclusas desde este faro en la costa de los sentimientos.
Por otra parte, esta propia y supuesta inutilidad, te lleva a la subsiguiente conclusión al aceptar que esto es lo que hay, lo que está y lo que es, es decir, asumiendo que somos pelotitas de corcho del almuadón donde reposa su cabeza la vida.
Al pasar ya las nubes de entre mis ojos por volver a la actividad tras el sueño y mi mente adquirir visión activa de los acontecimientos, comienzo a encauzar y conducir mis pensamientos y emociones de manera distinta ¡no!, ¡no!, ¡el mundo no ha cambiado!, me digo ante la falta de objetividad de estas acciones.
Y más y peor, cuando sumergido entre las letras, pongo música y mis neuronas, bajo el ritmo de las notas, alcancen y vayan con un empujón extra que antes no lo tenían.
¡Donde parar!
¿En que punto considerar el momento optimo para concluir?
¿Qué estado debo de buscar?
¿Es justo estar sujeto a las emociones?
¿Es allí el lugar donde la vida toma sus dimensión correcta y su razón de ser?
Me retozo en la duda de estas cuestiones.
En esta temática, es un sinsentido no personificar la temática en mi individualidad.
Perdido estoy en la soledad de mis pensamientos ante la imposibilidad de compartir el problema, pues, el trasmitirlo y conversarlo, dejaría de ser la cuestión propia.
No hablo de la soledad del escrito, hablo de la variación propia en el estado anímico del individuo.
No quiero citar a nadie, pero me pregunto que grado de objetividad tengo en cualquier tipo de reflexión, si no soy mas que un alma envuelta en las circunstancias que le ocurren. No tengo, nos decía aquel, más dimensión que la concluyo y existo en aquel momento. No tenemos estabilidad primera, tenemos estado segundo.
Y mis pensamiento se engrandecen con las emociones puras, hermosas y potentes, de aquella mujer cantando, contándome acontecimientos que tanto llevó.
La construcción del orden de los pensamientos en busca de algún camino con final, pierde mi interés en los momentos en los que las emociones me invaden.
Confesarse ante la nada, es realmente complicado por la falta de capacidad de saber de qué se habla.
El gusto de la lejanía de la necesaria justificación.
El placer del sinsentido existente en la vida sentimental.
La satisfacción de balancearse, con cariño, entre los brazos de los dudas.


 La felicidad de la aceptación total de lo existente.

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