sábado, 8 de marzo de 2014

HABLANDO SOLO




Y cuando giré la cabeza, él seguía insistiendo en la uniformidad, orden y finalidad de la vida y sólo le faltaba decirme que el amor con tu mujer había que hacerlo antes de irse a dormir y en la cama. Hoy lo hicimos en las postrimerías de la mañana tras un afortunado incidente en el vuelo directo de la cocina al comedor, es decir, en el pasillo y rebotando hasta la cama.
Llegué algo tarde al trabajo, pues el metro aturdido por las muchedumbres, acudió con retraso a la cita conmigo. Mi responsable no se creyó mi sinamor con el vagón del metro y enseñándome los dientes se fue.
Aplicado al ordenador, veía pasar, sin dolor ni tristeza, todos mis planes por debajo de la mesa de mi trabajo.
La incalculabilidad del resultado es obvia y evidente.
Y mi amigo del primer párrafo, ayer, en el café, insistía en la necesidad de realizar las acciones máximamente normalizadas para obtener un buen resultado y yo, pendulando entre mis dedos la copa, me preguntaba qué tipo de éxito en su vida creíase alcanzado.
Mis cálculos primeros se fueron al garete, pero lo que no pensé que me resultaría tan satisfactorio, vino a mi.
Yo le preguntaba, con autentica curiosidad si creía que el futuro era producto de unas situaciones primeras elegidas y este amigo me decía, poniendo los ojos abiertos como platos, como yo podía vivir pensando en el capricho de la vida.
Le contesté que podía, sí, que podía pues no habría que mirar después a tu pasado y calibrar la validez de tus actos.
Lo único que me importaba y para tal vivía era el tener una estabilidad anímica que me permitiera viajar en esta larga travesía por el rio caudaloso, observando y recreando mi vista con las bravas aguas o la tupida selva.
Asombrado con mis afirmaciones informales sobre la vida optó por acentuar el interrogatorio y me preguntó por mis situaciones actuales, que eran, según él había entendido eran lo único para mi. Eran buenas, malas, o ¿qué eran?
Volví a rodar mi copa sobre la barra del bar y sonreí.
Hice un acto de autentica sinceridad y le dije que estaba ya por encima de los avatares de la vida por varias razones, que se las comuniqué tocándome un dedo por cada una de ellas.
Y comencé diciéndole que las cosas no son nada y que es el sujeto quien las recibe el cual las califica, las sufre o las disfruta, pero y además, sea lo que fuera lo que te pasara, el tiempo lo curaría......¡no!, grito escandalizado, hay cosas que no se curan...y tres -continué, estando aquí, el único objetivo debe de ser el disfrute actualizado y sincero, pues no estamos invirtiendo en nada y que no miraremos nuestra construcción vital desde la distancia.
Con Dios y desde su actualidad y plenitud no juzgaremos lo conseguido y sin Él, el viento con forma de horas y minutos hará que todo perezca, y todo desarezca.
Seguía insistiendo en la poca seriedad y responsabilidad que le otorgaba yo a la vida.
Empezaba a estar cansado de él y su necesidad de hacer algo importante en su vida como si fuera esa la finalidad de la misma. Y otra vez le repetía que nadie, nunca ni ninguno, podrá mas que actuar desde las afueras de tu vitalidad. El color de las gafas con el que la miras es tuyo, pues nadie te podrá quitar éstas.
El ordenador se encabritaba y enfurecía más, cuando sentía mi dudavilidad sobre la coherencia de la historia montada por bastantes personas dirigentes de nuestra realidad.
La silla del trabajo estaba a mi favor y miraba con pena y compasión a aquellos que vivían sujetos a necesidades de transcendentalismo que la vida no les pedía pero que ellos se exijan.
Terminó la jornada y despacito, mucho, caminé hasta la puerta de mi casa, pero, y al llegar a ella,decidí pasar de largo y recorrer alguna manzana más, pensando en qué decirle a este infeliz compañero de trabajo al qué la vida le venía grande por todos lados.
¡Cómo hacer que su cuerpo cogiera potencia y volumen y que la vida no fuese más que el uniforme, llevado igual por todos, sin ningún tipo de decisión respecto hacia donde iría el cuerpo al que vestía!
Aturdido de observar miradas y situaciones aceleradas, escandalizadas, insatisfechas y sobre todo cansadas y con hastío por decidir un fin que no tiene, por imponerse unas obligaciones que no son y por querer llegar a un sitio que no está en ningún lugar.
- !Es el viaje¡, me fui gritándole desde la lejanía a mi compañero, la vida es la senda a recorrer, le dije con la boca entre las manos a forma de embudo.


 Con tranquilidad me desnudé, me puse el pijama y me fui a dormir con toda la calma que te produce la reflexión desde la distancia.

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