Cuando aquel dios le ofreció avanzar
unos siglos e impartir clases en las cuales pudiese explicar sus
teorías y razonamientos, no dudo ni un segundo en hacerlo.
Paseando por las afueras de Edimburgo
y entre la oscuridad de una noche cerrada y fría, se le apareció
ese Dios, vestido de negro y chaqué y con voz dulce le dijo
- ¿Señor hume?
Éste asustado e inclinándose hacia
atrás, permaneció algún tiempo antes de contestar que sí.
- Sí, lo soy – dijo temblando.
- Estoy experimentando- le empezó a
contar y a aclarar sus intenciones, ver como actúan los diferentes
estados históricos entre ellos
La cara de Hume, apasionado
investigador adquirió un tono diferente hasta llegar a la alegría e
ilusión con el plan especificado y asumido por él.
Llegaba a casa paseando entre las
verdes elevaciones del terreno. Siempre fresco, húmedo y verde. La
nieve, a lo lejos en la montaña era el punto en el cual fijaba su
vista cuando reflexionaba. Aquella noche no se perdió ni un pequeño
pico.
La transmigración del alma realizada
por el ya lejano Dios le llevo a la populosa y bonita ciudad de
Valencia.
Del frio y tranquilidad de Escocia,
llegó al calor y animosidad de España.
El mediterráneo habla sólo aun que
nadie se dirija a él.
Cansino, andando despacio y cabizbajo,
Hume, había sido trasformado en un dirigente de la asociación
cultural llamada “El movimiento actual”, en la cual debía de
realizar pequeñas conferencia todos los martes de todas las semanas.
Otro día más volvía hacia casa con
la cara de incomprensión de los espectadores grabada en su memoria.
La asociación de las pequeñas
impresiones sensibles formando ideas complejas y siendo entonces el
motor de funcionamiento de nuestra mente, no interesaban a ninguno.
Aquello que elevase los pies más de
dos metros de los problemas inminentes aburrían hasta al apuntador.
Fue al día siguiente cuando tuvo la
conversación con aquel joven pintor que estaba trabajando en el
portal de su casa. Tras dos meses de trabajo allí, el pintor, había
establecido una magnífica amistad con Hume. Éste era un hombre
ciertamente muy inteligente y le gustaba dirigir sus conversaciones.
Pero aquella tarde se la iba a ir de las manos e iba a ver la verdad
que tanto se le había escondido.
- Hombre, Andrés ¿cómo se
encuentra?
- Bien, Hume, mi amigo escoces –
rieron los dos.
Andres estaba midiendo los ángulos de
aguante sobre las nuevas estructuras. Tras esto colocó las
estructuras y alejándose vio como había conseguido su objetivo.
- ¿Han comprendido en su circulo
aquello que me explicaba ayer sobre las ideas simples y compuestas a
través de similitud, semejanza y contigüidad?
- Pues no, no mucho, artista.
- No, hombre no, sólo soy un pintor
de brocha gorda
Rieron
- ¿Quiere que le diga por que no le
hicieron caso?
- Sí, claro
- Porque actualmente ya no es la razón
la que manda sino la voluntad de actuar.
Siguieron conversando un rato, hasta
que convencido de su pensamiento y sus ganas de vuelta a su país y
tiempo se fue a su casa.
Volvio
Con el gran recuerdo de Andrés, entro
en el gran convento de los Franciscanos, que durante al menos una vez
al año, se reunían los intelectuales Escoces, en los largos
inviernos.
Aquel años, la discusión fue
realmente dura.
En el continente el Racionalismo
alcanzaba su punto álgido, con lo cual comenzaba su descenso,
además de los movimientos políticos revolucionarios que comenzaban
a darse. El cambio empezó a coger forma. El turno era suyo y
subiendo a atril del conferenciante empezó a pensar en Andrés y en
su utilización del término Voluntad. Alzó las manos haciendo un
movimiento violento y les dijo
- Déjense de racionalismos, no es la
razón la que construye la realidad. Será nuestra voluntad la que
encamine nuestras andanzas y la razón actuará como elemento pasivo,
será mecanismo de actuación y no elemento de creación. Buscaremos
apetencias sobre las cuales aplicar nuestra razón.
Las ovaciones surgieron. La huida de la
quietud del Racionalismo era buscada. Había sido un éxito.
Cuanto se acordaba de aquel pintor y de
su brocha que con tanto arte manejaba.
Cuan confirmadas habían estado sus
teorías sobre la especialización, olvido y separación del
pensamiento abstracto del funcionamiento político y social. Sabía
que él había sido uno de los primeros en abandonar estos caminos
sin sentido pero sentía dentro de su obligación, pena, por haberlo
hecho.
Quizás la felicidad estribe en pensar
sólo para el disfrute personal y utilizar las manos para el cambio
del mundo.
Aquellos años en el siglo XXI, le
abrieron los ojos del camino hacia la correcta organización y el
corazón hacia el desengaño de lo inmensa objetividad.
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