sábado, 22 de marzo de 2014

HUME Y ANDRÉS




Cuando aquel dios le ofreció avanzar unos siglos e impartir clases en las cuales pudiese explicar sus teorías y razonamientos, no dudo ni un segundo en hacerlo.
Paseando por las afueras de Edimburgo y entre la oscuridad de una noche cerrada y fría, se le apareció ese Dios, vestido de negro y chaqué y con voz dulce le dijo
- ¿Señor hume?
Éste asustado e inclinándose hacia atrás, permaneció algún tiempo antes de contestar que sí.
- Sí, lo soy – dijo temblando.
- Estoy experimentando- le empezó a contar y a aclarar sus intenciones, ver como actúan los diferentes estados históricos entre ellos
La cara de Hume, apasionado investigador adquirió un tono diferente hasta llegar a la alegría e ilusión con el plan especificado y asumido por él.
Llegaba a casa paseando entre las verdes elevaciones del terreno. Siempre fresco, húmedo y verde. La nieve, a lo lejos en la montaña era el punto en el cual fijaba su vista cuando reflexionaba. Aquella noche no se perdió ni un pequeño pico.
La transmigración del alma realizada por el ya lejano Dios le llevo a la populosa y bonita ciudad de Valencia.
Del frio y tranquilidad de Escocia, llegó al calor y animosidad de España.
El mediterráneo habla sólo aun que nadie se dirija a él.
Cansino, andando despacio y cabizbajo, Hume, había sido trasformado en un dirigente de la asociación cultural llamada “El movimiento actual”, en la cual debía de realizar pequeñas conferencia todos los martes de todas las semanas.
Otro día más volvía hacia casa con la cara de incomprensión de los espectadores grabada en su memoria.
La asociación de las pequeñas impresiones sensibles formando ideas complejas y siendo entonces el motor de funcionamiento de nuestra mente, no interesaban a ninguno.
Aquello que elevase los pies más de dos metros de los problemas inminentes aburrían hasta al apuntador.
Fue al día siguiente cuando tuvo la conversación con aquel joven pintor que estaba trabajando en el portal de su casa. Tras dos meses de trabajo allí, el pintor, había establecido una magnífica amistad con Hume. Éste era un hombre ciertamente muy inteligente y le gustaba dirigir sus conversaciones. Pero aquella tarde se la iba a ir de las manos e iba a ver la verdad que tanto se le había escondido.
- Hombre, Andrés ¿cómo se encuentra?
- Bien, Hume, mi amigo escoces – rieron los dos.
Andres estaba midiendo los ángulos de aguante sobre las nuevas estructuras. Tras esto colocó las estructuras y alejándose vio como había conseguido su objetivo.
- ¿Han comprendido en su circulo aquello que me explicaba ayer sobre las ideas simples y compuestas a través de similitud, semejanza y contigüidad?
- Pues no, no mucho, artista.
- No, hombre no, sólo soy un pintor de brocha gorda
Rieron
- ¿Quiere que le diga por que no le hicieron caso?
- Sí, claro
- Porque actualmente ya no es la razón la que manda sino la voluntad de actuar.
Siguieron conversando un rato, hasta que convencido de su pensamiento y sus ganas de vuelta a su país y tiempo se fue a su casa.
Volvio
Con el gran recuerdo de Andrés, entro en el gran convento de los Franciscanos, que durante al menos una vez al año, se reunían los intelectuales Escoces, en los largos inviernos.
Aquel años, la discusión fue realmente dura.
En el continente el Racionalismo alcanzaba su punto álgido, con lo cual comenzaba su descenso, además de los movimientos políticos revolucionarios que comenzaban a darse. El cambio empezó a coger forma. El turno era suyo y subiendo a atril del conferenciante empezó a pensar en Andrés y en su utilización del término Voluntad. Alzó las manos haciendo un movimiento violento y les dijo
- Déjense de racionalismos, no es la razón la que construye la realidad. Será nuestra voluntad la que encamine nuestras andanzas y la razón actuará como elemento pasivo, será mecanismo de actuación y no elemento de creación. Buscaremos apetencias sobre las cuales aplicar nuestra razón.
Las ovaciones surgieron. La huida de la quietud del Racionalismo era buscada. Había sido un éxito.
Cuanto se acordaba de aquel pintor y de su brocha que con tanto arte manejaba.
Cuan confirmadas habían estado sus teorías sobre la especialización, olvido y separación del pensamiento abstracto del funcionamiento político y social. Sabía que él había sido uno de los primeros en abandonar estos caminos sin sentido pero sentía dentro de su obligación, pena, por haberlo hecho.
Quizás la felicidad estribe en pensar sólo para el disfrute personal y utilizar las manos para el cambio del mundo.

Aquellos años en el siglo XXI, le abrieron los ojos del camino hacia la correcta organización y el corazón hacia el desengaño de lo inmensa objetividad.

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