Qué fácil es que sean tus palabras
las que te traiciones, pero no por tu indiscreción, sino por una
errónea interpretación.
Hablo de los escritos, me refiero a
aquello leído desde la distancia.
Desde unos determinados principios y
axiomas propios y el desconocimiento de aquellos del susodicho
escritor, la posibilidad de hacer aquella interpretación que, a ti y
buenamente, te venga en gana, es total.
Es decir, los términos y las ideas
utilizadas, pueden ser leídas con un tono o con una relación con lo
anterior que no sea correcta en la intención del escritor.
Cierto es que hablo de cortos textos,
artículos, breves ensayos y demás, en los cuales se desarrolla la
idea muy sucintamente, con pasión y con la razón de convencimiento
mediante evidencias.
Evidencias, sí, pero para el escritor
y siempre sujetas a la distinta, mala para él, interpretación.
Cuando se es taxativo a la hora de
esbozar una idea, te lleva a pensar allá, donde han llevado
discursos tajantes en otras cuestiones, aquellos que lo leyeron y lo
llevaron como les vino en gana.
Siempre sin poner ejemplos, han habido
buenos, grandes y estructurados pensadores que han sido mal
interpretados y que han costado grandes sufrimientos a otros
personas.
El lenguaje oral, tertuliano, directo,
en cualquier conversación, siempre está sujeto a aquella
puntualización que hace que el contertulio entienda correctamente la
idea esbozada.
La interrelación entre los que
dialogan es fundamental a la hora de llegar a verdades.
El aclarar el camino a seguir en un
razonamiento te lleva a tu comprensión.
Y lees artículos de opinión y es
totalmente imposible que la coordinación de las palabras no te haga
ponerles un tono determinado y de ahí una idiosincrasia propia del
que escribe y tras esto un juicio a priori de lo que está diciendo.
Escribir sin la presencia del lector
esbozando ideas directas y puntuales es un ejercicio peligroso.
Y éste que lee esto, se pregunta
¿Tiene miedo a escribir?
¿Piensa que no se expresa bien?
¿Ha encontrado casos como similares
al leer algún texto?
¿Conoces algún ejemplo de mala
interpretación?
Y sigo y os digo que pienso que el
alma de las palabras se dibuja cuando atrapas las intenciones del
escritor.
Y, también, el alma del escritor,
dibujan la forma correcta de sus palabras.
Pero ¡ahy!, cuan lejos se queda, en
muchas ocasiones, el alma de los fríos folios impresos.
De la duda más inocente del mundo, se
puede pasar, según la lectura de ese pequeño párrafo, a una ironía
enorme.
Hay que escribir despacio, mucho, por
esto.
La dialéctica te lleva a la verdad,
los monólogos te sacian de dudas pero te abren otras.
El primer interlocutor te lleva a las
explicaciones y el segundo las pide si tu expresión no coincide nada
con el contenido.
En los escritos la interrelación se
rompe y muere y el asunto puede deformas la intención.
¡Cuantas ganas me quedan de haber
conocido personalmente a algunos de aquellos que he leído y
estudiado!. La interpretación que yo le doy y las que otros me dice,
puede que no fuera la correcta, mirándole a los ojos, y escuchando
el tono de su voz.
El espíritu y la máxima comprensión
vendrá con el trato directo.
La lectura siempre te deja en el baño
de la interpretaciones.
Las mismas palabras dichas en tonos
diferentes dan, en muchas ocasiones, una diferente concepción.
Si que es cierto que el significado se
obtiene en la contextualización de ellas, pero para ello el escrito
debe de ser amplio.
Loa suscita opinión y más por
escrito es, al menos, de gran facilidad malinterpretarle.
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