Los
actos, modos, maneras, intenciones, motivos, funcionamiento y
cuestiones similares a la dinámica de funcionamiento propios de
cualquier grupo social, son artificiales e impuestas por las
circunstancias propias surgidas en el desarrollo de la vida, pero,
aunque nos duela, no son parte de nuestra esencia formadora, y por
esto, es muy difícil y complicado, mantener esta artificialidad en
su correcto funcionamiento.
Si
esta agrupación social fuera una parte integrante y formadora de
nuestra naturaleza y esencia, mi alma no estaría tan perdida,
engañada, asombrada y temerosa, por el comportamiento de algunos
individuos que me rodean, que jamás actúan, por motus propio,
buscando el bien colectivo, más o menos amplio, como parte
integrante de éste.
El
interés propio y personal es el acto correcto, la preocupación y
circunstancialización teniendo en cuenta los individuos o congéneres
propios de tu especie, y tu raza, y tu país y barrio y tu trabajo,
enajenan al individuo y lo apartan hacia la incomprensión.
El
asunto de no saber actuar en función de tu naturaleza, es decir,
dejándose desarrollar al gen egoísta que nos ha llevado a este
punto evolutivo, es una pesada carga.
La
inocencia en la creencia de la actuación de tus circundantes,
pensando en su buena naturaleza de origen, es un muy mal asunto.
Quizás
en aquellos lugares en los que la interacción social no esté tan
desarrollada, la dimensión natural del ser humano, es decir, la
acción en función de sus únicas y primeras necesidades, pueda ser
alterada por la cercanía familiar o grupal.
Pero
en aquellas grandes metrópolis, la natura se impone y la supuesta
naturaleza social de la construcción colectiva como elemento
formativo del ser humano, se derrumba en su propio funcionamiento.
No
hay una intencionalidad en la conveniencia, hay una sumisión a unas
normas de funcionamiento, atacadas y no cumplidas, cuando, es
posible, si no actúan en función de tus propios y únicos
beneficios.
La
única acción natural en la cual el egoísmo propio se desacelera
sería en el grupo familiar, en el cual, por natura, si que se
establecen unos actos de contemplación y no beneficio directo en los
que lo forman.
Como
se ve y se entiende, este escrito es producto de unos acontecimientos
de desengaño ante la sorpresa de la actuación de gente circundante.
Soy
uno más de los egoístas que vivo sumergido en la burbuja social,
como si ésta fuera un elemento diferencial de la naturaleza animal,
hasta recibes y te impactan una serie de acontecimientos, que te
sacan de tus primeras convicciones y te arrastran hacia el rincón de
la angustia del engaño.
La
sociedad es una estructura artificial que tuvimos que desarrollar
ante las vicisitudes y dificultades que el desarrollo de la vida
alrededor de la especie humana nos puso, como único camino para
proteger al individuo, y no más que al individuo del ataque de
elementos externos.
La
supuesta cercanía grupal, el instinto de asociación, la naturaleza
social de las personas, es falsa.
Quemado
en el horno, salí de éste, sabiendo ya que no era el lugar donde,
por naturaleza y felicidad directa como tal, debíamos estar todos.
Las
personas débiles en nuestra naturaleza por la lucha egoísta en la
protección propia, somos carne de cañón aquí.
Ilusos
y soñadores, viviendo en un mundo que no existe en la realidad, al
que solo se llega con un acto tremendo de catarsis y superación de
los primeros instintos naturales, efectivos y lógicos de
funcionamiento.
Sé
y soy consciente que el raciocinio humano es el mismo a todas las
horas del día, pero también soy consciente, que las consecuencias
que obtengamos de sus conclusiones, dependen en muchas ocasiones del
estado anímico del que piensa , escribe y razona.
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