Boris,
entraba, en el café.
Hoy,
se le veía especialmente ausente.
Aunque
siempre lo estuviera en mayor o menor medida, hoy la sombra de las
dudas le invadían, con mas fuerza sus ojos. Fuertes, seguros, pero
hoy melancólicos.
Ayer,
en el mismo café, en la misma barra, pero por la mañana, y les
había dado a Andrés y a Pedro una sesión de optimismo, afirmando y
demostrando que el mundo es lo que tú quieras, no más.
Y
sin ninguna inocencia, y más bien atrapado entre las palabras que
les afirmaba.
-
¡Qué bien vives!, me dijo aquel – les hablaba gesticulando- a lo
que yo le contesté, que no se equivocara, mi vida no es mejor que la
tuya, pero yo sonrío y trato de encontrarle, diariamente la grandeza
de ella
Así
estuvo contándoles que la realidad se enmascara detrás de los ojos
de aquel que la mira, y se fue, al parecer contento, afirmando que
tenía una reunión con el Doctor Caligari, para hacerle una
entrevista que la editorial quería publicar.
El
gabinete de éste, era nacionalmente reconocido pues acudían casi
todas las figuras de importancia en el mundo político y de otros
campos, del país. Solía hacerles, a cada uno, una lectura de sus
impresiones y manifestaciones, y les sacaba conclusiones de como
enfrentarse a ellas. Su lectura sobre la realidad, era practicante
secreta que sólo compartía dentro de su gabinete y trataba de
insistir en el mantenimiento del secreto profesional, pero esta vez
del tratamiento. Era un conocido Psicólogo y los políticos,
afirmaban seguir, en cierta medida sus consejos.
Boris,
había pasado casi todo el día con el doctor, pero con los papeles
cambiados, al ser él, quien le hacia las preguntas.
Así
pues, tras esta entrevista, volvió, al café, con un aspecto
aturdido, algo, al menos, preocupante. Andrés fue el primero que se
acercó.
-
Boris, Boris, amigo, ¿en qué piensas?.
Volteando
rápidamente la cabeza, clavó sus mirada en los ojos de éste.
-
¿No me he equivocado de Psiquiatra cuando iba a entrevistar al
supuesto hombre que ayudaba en sus movimientos mentales a las clases
dirigentes del país?
-
No, no, Boris, tranquilo, ¡Cuéntame!
-
Andrés, la locura, no genérica, sino personalizada, ha tomado el
control en esta sociedad.
Las
conclusiones excéntricas, disonantes e incluso estridentes de Boris,
en algún momento, eran conocidas. Pero ésta, era demasiado.
-
Boris, no te pases, o no te quejes de como te miran los demás.
-
Andrés, los peores y más locos y equivocados dirigen el
funcionamiento de este mundo. Los más desequilibrados y atrapados en
los sistemas y formas, nos conducen dentro de la locura de sus
pensamientos y concepción de la realidad. Si hubieras estado
escuchando las delirantes conclusiones con las que el doctor me
contaba lo que le decía a sus pacientes de como debían actuar, me
comprenderías.
-
O no – mirándole fijamente le dijo Andrés.
Pedro
se incorporó en la conversación.
-
Hombre, yo creo que te pasas en el asunto de sacar de la normalidad
hecho aceptado por todos.
-
Sí, y ahí radica el mayor problema – afirmo, bajando la cabeza
hacia la taza humeante del café- de loco, seré calificado yo cuando
os digo y pienso esto. Y denuncio como locura el pastel que tenemos
montado y que desayunamos con normalidad todos los días.
-
¿Qué es lo que te pasó con Galigari?- siguió Andrés.
-
Que aquel, que cura, aconseja y guía a nuestros dirigentes, es el
primero y mas locos de todos. Vivimos en mundo loco, llevado por los
más locos, equivocados y perdidos de él.
Con
la cara encendida, con expresión de rabia, cogió el periódico que
había estado ojeando, se lo tiró, encima de la barra y enfrente de
ellos y les dijo.
-
¿queréis ver la locura?, mirad, pero dejadme que os diga que más
hay en aceptarla como un hecho necesario y componente de la realidad
como el doctor Caligari, en su gabinete les dice y afirma a los
diversos dirigentes, que aceptan con normalidad estos consejos.
Pedro
continuo.
-
No tienes derecho de llamarnos, al colectivo en general, locos,
amigo.
Andrés,
le seguía mirando con el intento, como siempre de comprender, al
sentir la intuición de la verdad que acompañaban las palabras de
Boris.
-
Bien, si tienes razón, permanecerá la verdad durmiendo conmigo,
bajo la almuada de mi cama. Prefiero vivir con la verdad aunque
tenga que hacerlo en soledad.
Dejó
tres euros sobre la mesa y se fue.
Se
llevaba bien con todos, es más, le apreciaban y disfrutaban, pero
desde luego, lo consideraban fuera de la normalidad – en paralelo
voy a vosotros le contestaba entre risas cuando alguien se lo
comentaba.
Andrés
permaneció mirando la salida de Boris.
Su
corazón la llevaban hacia sus palabras, pero su temor le alejaban de
ellas. Estuviera equivocado o no, pensó en el valor que había que
tener para vivir tu diferencia o mas bien, para aceptar y vivir la
lejanía de la normalidad.
Cuando
desapareció por la puerta, ojeo de nuevo el periódico y volvió a
dudar de la mentira o la verdad de los pensamientos, del ya alejado
Boris.
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