sábado, 31 de octubre de 2015

EL CAFE. BORIS Y EL GABINETE DEL DOCTOR CALIGARI




Boris, entraba, en el café.
Hoy, se le veía especialmente ausente.
Aunque siempre lo estuviera en mayor o menor medida, hoy la sombra de las dudas le invadían, con mas fuerza sus ojos. Fuertes, seguros, pero hoy melancólicos.
Ayer, en el mismo café, en la misma barra, pero por la mañana, y les había dado a Andrés y a Pedro una sesión de optimismo, afirmando y demostrando que el mundo es lo que tú quieras, no más.
Y sin ninguna inocencia, y más bien atrapado entre las palabras que les afirmaba.
- ¡Qué bien vives!, me dijo aquel – les hablaba gesticulando- a lo que yo le contesté, que no se equivocara, mi vida no es mejor que la tuya, pero yo sonrío y trato de encontrarle, diariamente la grandeza de ella
Así estuvo contándoles que la realidad se enmascara detrás de los ojos de aquel que la mira, y se fue, al parecer contento, afirmando que tenía una reunión con el Doctor Caligari, para hacerle una entrevista que la editorial quería publicar.
El gabinete de éste, era nacionalmente reconocido pues acudían casi todas las figuras de importancia en el mundo político y de otros campos, del país. Solía hacerles, a cada uno, una lectura de sus impresiones y manifestaciones, y les sacaba conclusiones de como enfrentarse a ellas. Su lectura sobre la realidad, era practicante secreta que sólo compartía dentro de su gabinete y trataba de insistir en el mantenimiento del secreto profesional, pero esta vez del tratamiento. Era un conocido Psicólogo y los políticos, afirmaban seguir, en cierta medida sus consejos.
Boris, había pasado casi todo el día con el doctor, pero con los papeles cambiados, al ser él, quien le hacia las preguntas.
Así pues, tras esta entrevista, volvió, al café, con un aspecto aturdido, algo, al menos, preocupante. Andrés fue el primero que se acercó.
- Boris, Boris, amigo, ¿en qué piensas?.
Volteando rápidamente la cabeza, clavó sus mirada en los ojos de éste.
- ¿No me he equivocado de Psiquiatra cuando iba a entrevistar al supuesto hombre que ayudaba en sus movimientos mentales a las clases dirigentes del país?
- No, no, Boris, tranquilo, ¡Cuéntame!
- Andrés, la locura, no genérica, sino personalizada, ha tomado el control en esta sociedad.
Las conclusiones excéntricas, disonantes e incluso estridentes de Boris, en algún momento, eran conocidas. Pero ésta, era demasiado.
- Boris, no te pases, o no te quejes de como te miran los demás.
- Andrés, los peores y más locos y equivocados dirigen el funcionamiento de este mundo. Los más desequilibrados y atrapados en los sistemas y formas, nos conducen dentro de la locura de sus pensamientos y concepción de la realidad. Si hubieras estado escuchando las delirantes conclusiones con las que el doctor me contaba lo que le decía a sus pacientes de como debían actuar, me comprenderías.
- O no – mirándole fijamente le dijo Andrés.
Pedro se incorporó en la conversación.
- Hombre, yo creo que te pasas en el asunto de sacar de la normalidad hecho aceptado por todos.
- Sí, y ahí radica el mayor problema – afirmo, bajando la cabeza hacia la taza humeante del café- de loco, seré calificado yo cuando os digo y pienso esto. Y denuncio como locura el pastel que tenemos montado y que desayunamos con normalidad todos los días.
- ¿Qué es lo que te pasó con Galigari?- siguió Andrés.
- Que aquel, que cura, aconseja y guía a nuestros dirigentes, es el primero y mas locos de todos. Vivimos en mundo loco, llevado por los más locos, equivocados y perdidos de él.
Con la cara encendida, con expresión de rabia, cogió el periódico que había estado ojeando, se lo tiró, encima de la barra y enfrente de ellos y les dijo.
- ¿queréis ver la locura?, mirad, pero dejadme que os diga que más hay en aceptarla como un hecho necesario y componente de la realidad como el doctor Caligari, en su gabinete les dice y afirma a los diversos dirigentes, que aceptan con normalidad estos consejos.
Pedro continuo.
- No tienes derecho de llamarnos, al colectivo en general, locos, amigo.
Andrés, le seguía mirando con el intento, como siempre de comprender, al sentir la intuición de la verdad que acompañaban las palabras de Boris.
- Bien, si tienes razón, permanecerá la verdad durmiendo conmigo, bajo la almuada de mi cama. Prefiero vivir con la verdad aunque tenga que hacerlo en soledad.
Dejó tres euros sobre la mesa y se fue.
Se llevaba bien con todos, es más, le apreciaban y disfrutaban, pero desde luego, lo consideraban fuera de la normalidad – en paralelo voy a vosotros le contestaba entre risas cuando alguien se lo comentaba.
Andrés permaneció mirando la salida de Boris.
Su corazón la llevaban hacia sus palabras, pero su temor le alejaban de ellas. Estuviera equivocado o no, pensó en el valor que había que tener para vivir tu diferencia o mas bien, para aceptar y vivir la lejanía de la normalidad.
Cuando desapareció por la puerta, ojeo de nuevo el periódico y volvió a dudar de la mentira o la verdad de los pensamientos, del ya alejado Boris.


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