Voy
a hacer Filosofía al acusar y razonar sobre la miseria humana, lo
cual no había sido ningún tipo de convicción en mi corta historia
de inquietudes intelectuales.
Dejé
de ver el mundo a través de las lentes de los grandes autores y
comencé a sentir y temblar al momento en el que fui yo quien miró.
Mi
confianza se está acabando.
Lo
que quiero creer se me escapa.
Aquello
que trato de razonar como necesidad se evapora por días.
No
sentí el mal en mi, aunque por defecto, también debe estar.
Me
sentí en disputa con muchas de mis convicciones referentes a
nosotros cuando vi a un padre llevando a un niño, tal y como podía
ser yo con el mio. Imagino que esto detonó la rabia.
La
foto era la imagen de un hombre joven (45 años supongo, más o
menos) que andaba con su hijo pequeño (10 años supongo también)
transitando y caminando hacia el sin destino propio de un hombre que
no importa de donde viene y que va a ningún lugar. Entiendo, pues me
quedé totalmente sumergido en el impacto de la imagen, que eran un
padre y un hijo, huyendo de alguna de las guerras en el oriente
próximo.
El
niño, en su gran debilidad, permanecía con la cara bajo el brazo de
su padre y éste, caminaba, recto pero con cara cansada y resignada
La
foto estaba un tanto oscura por la hora del día en la que fue
tomada, comenzaba a atardecer por la altura del sol, el camino estaba
embarrado y sucio, surcando campos de cañas sin cortar, sin cuidar,
y este hombre llevaba a su hijo, parece dormido, horizontal entre sus
brazos.
Estaban
solos. Era la soledad y abandono personificada.
La
foto estaba hecha de lejos y no se avistaba a nadie detrás de él.
¡Qué
nadie, pero nadie me venga y me diga que son unas circunstancias las
que nos llevan a esos lugares con sus formas y maneras de actuar!
Mi
violencia sentida, me ha llevado a cambiar el orden de los factores y
pensar que no somos buenos por naturaleza.
Perros
rabiosos me pareció atisbar en aquellos o aquellas que dan libertad
a su naturaleza.
Serán
las circunstancias las que nos saquen de este estado primero y no las
mismas las que nos lleven a la miseria humana.
Nacemos
violentos, y sin una corrección, nuestros actos son impertérritos
hacia el sufrimiento de los demás.
No
hay ninguna razón , más que esa, por lo que existan tales
angustias.
Si
al niño le pones una pistola en sus manos y no le hablas de la
necesidad de paz para construir el futuro, disparará.
Quiero
creer que cuando se difumine la rabia de aquella foto, volveré a
subir a la raza humana al púlpito de la bondad, pero ahora no, pues
vi dibujada allí, claramente, nuestra miseria formadora primera. Si
no la tuviéramos, esto no ocurriría.
Nuestros
instintos de supervivencia, nos sumergen en la violencia operativa,
nos diría Darwin, pero ¡Diablos!, tenemos una segunda naturaleza,
ya lo dijo Aristóteles que nos saca, por necesidad de allí.
El
mundo sigue funcionando pues por nuestra propia supervivencia hemos
tenido que corregir y actuar sobre nuestros primeros impulsos
destructivos.
Pero
los tenemos, están, nos forman y tenemos necesidad de educarnos en
cuanto a unos valores cívicos para evitar la intencionalidad de
cualquier grupo social.
No,
no nacemos buenos, la bondad se educa y se construye.
La
sociedad no es producto de nuestros instintos primeros, sino es un
acto consciente de librarnos, por las leyes, de esta naturaleza
corrosiva que nos abunda y ocupa.
No
me quito los ojos de profunda pena y gran incomprensión al ver a
este padre llevando a su hijo entre los brazos, cansino en su
resignación y perdido en el camino de la huida hacia ningún lugar.
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