miércoles, 7 de octubre de 2015

EL CAFÉ Y EL ESPÍRITU




- ¡Que no, hombre, que no, lo veo una imposibilidad!
Le dijo Andrés a Pedro en la barra del café. La habían cambiado hacia unos días y tras las bromas y comentarios primeros, ya estaban hablando con toda normalidad con los codos apoyados sobre ella unos y levantando las copas aquellos.
Pedro y Andrés, llevaban unos días discutiendo el principio material de las personas.
- Pedro, tú me dices que todo lo que yo pienso, siento o creo, es producto de unas conexiones eléctricas entre mis neuronas y yo te digo que hay acciones y elementos humanos, en el momento de su actuación que, uno, que no tienen razón de ser en una teoría evolucionista material y dos, que no tienen de por si mismo, una explicación racional.
- Andrés, está demostrado, mediante electroencefalogramas, la determinada zona de cerebro activada siempre cuando realizas un acto en particular, con lo cual establecemos una relación entre dicho acto y la función de tu cerebro, siendo cierto, sí, que hay acciones muy desconocidas del cerebro.
- Muy desconocidas por su desenfoque total. No van a encontrar nunca jamás a ninguna persona en ninguna conexión eléctrica.
- ¿Me hablas del espíritu? - le pregunto Pedro, alzando la mirada, retando en la búsqueda de una respuesta.
- ¿Y de donde vino tu voluntad para dejar de tomar café? - sonriendo le argumento Andrés.
Con un gesto de dejadez, alzó la mano Pedro, y le pidió a su gran amigo, el Barman, un poleo acompañado por un vasito con hielos.
- Mira, en estos dos últimos siglos se ha convertido en un tema tabú hablar de cualquier elemento que no sea material. Se ve destructivo, degradante, marginal, aquellas personas que traten de incluir algún elemento no-físico en la configuración de la realidad, y tu eres uno de los que le cuesta ver y entender la existencia de un espirita transmundano. No tendría por qué ser un elemento retrogrado, un retroceso equivoco, ni un imposición Religiosa. Desde la absoluta insipidez a nivel ideológico y cultural, se puede incluir a un elemento no material formador de la persona.
- No te digo, Andrés, que te equivoques, lo que sí te digo es que tengas cuidado donde dices esto del espíritu, elementos transmundanos y demás, porque, que lo sepas, en el segundo justamente después de que lo digas, todos los contertulios verán en ti una enorme trasmutación. En una mayoría de los círculos de personas que nos movemos, el principio de existencia de alguna entidad espiritual es no aceptada, si no, no concebida, más cuando me hablas de las dos personas actuantes en tu configuración actuante- ¿Qué me estás hablando de personificaciones o mejor, de entidades con una existencia autónoma a tu propia entidad física?
Andrés cogió el café y mientras se lo subía lentamente hacia los labios y hablando en voz baja como por temor a ser escuchado y observado, le dijo
- Sí.
- Bueno, pero ¿tú eres consciente de los cambios a todos los niveles que eso supondría en su aceptación global?
- Sí, totalmente.
- Andrés, en la vida que me rodea, en la vida en la que vivo y entiendo, ese espíritu personificado no tiene cabida.
- Ya lo sé, y lo siento y lo vivo. Y yo te pregunto, ¿donde se esconde aquella decisión y actuación que por fin eres capaz de hacer o de decir?, ¿me estas diciendo que dejaste el café pues las cargas en cierto camino eléctrico de tu cerebro han bajado a tres megamicro voltios?
- Es fácil encontrarle defectos a esa explicación, pero son los únicos elementos variables y existentes a aplicar en el asunto explicativo de estos cambios de actitud.
- O puedes tratar – dijo Andrés sonriendo- tratar a tu consciente primero como Voluntad y a tu naturaleza biológica como persona y darle a ambos una existencia real. Aprender a que la persona de tu voluntad sea capaz de desplazar a tu persona natural, a tu pensamiento sin control. Sí, como dos entidades.
- Andrés, la doble personalidad es un problema.
- Sí, Pedro, pero más problema es, por su imposibilidad, buscando una explicación a la especie humana limitarla por principio a una plataforma material única y formadora.
Era un tema que les gustaba, pero no les emocionaba, pues después de cada pequeña conversación sobre este asunto, tenían a lo largo del día, momentos entre su propia observación, cuando les salían elementos a reflexionar de esta discusión.

Se levantaron despacito y con calma, se despidieron de Carmen, pensando los dos al unisono que mejor que hoy no les hubiera escuchado.

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