La
conciencia conlleva unas necesidades de acción.
Trae
consigo una reflexión sobre la situación propia.
Acaba
en una búsqueda de significado en aquel estatus instantáneo.
Finaliza
en el juicio y búsqueda de razón de los actos.
Es
un estado terriblemente peligroso.
Lo
creativo, no es en ningún momento sinónimo de acción de
crecimiento.
Las
conclusiones a las que puede llevarte la conciencia, no tienen por
qué ser positivas, es más, igual posibilidad de validez deben de
tener esas que sus contrarios.
La
evolución con salida positiva y creativa, allá, fuera de la
conciencia actuaba, aquí con ella, no.
La
sucesión, búsqueda y construcción de razonamientos no te llevan,
nunca jamás a una necesaria concepción sentimental de la vida.
Es
decir, nuestra conciencia ha perdido los propios movimientos
automatizados y las fuerzas de la lógica y lo necesario, no
funcionan en ésta.
En
un estado de inconsciencia, el individuo, se mueve dentro de la mayor
lógica y necesidad de los actos.
Cuando
adquieres y tienen visión primera del mundo circundante, tu juicio
consciente, se eleva por encima de todo fundamento lógico y adquiere
una personalización indebatible.
La
conciencia es un arma realmente peligrosa, pues pasa por un filtro de
tu concepción propia del mundo.
Las
razones y las verdades ya no te llegan de ningún sitio más que de
tu persona.
El
sujeto se atrapa en su propia individualidad.
Con
cadenas en los pies, deja de volar en los sueños de la
inconsciencia.
La
satisfacción total de los actos se hace necesaria y la imposibilidad
de esto en ellos, también.
La
huida hacia elementos satisfactorios, sea de cualquier índole es
necesaria y automática.
La
máxima intención del mayor filosofo, que estribaría en la
felicidad con la pura observación del mundo circundante, se
desmorona en cuanto a los conciencia de uno mismo.
El
sujeto busca la huida de esta situación en diferentes campos, desde
vicios evasivos a acciones somnolientas de la realidad circundante,
pasando por acciones teológicas, místicas y demás.
La
satisfacción intelectual no dibuja una satisfacción y felicidad
ciega en el sujeto que así lo intenta.
La
conciencia de uno mismo conlleva al peso de su absoluta
injustificación ante la imposibilidad del juicio propio. Pues ¡donde
se lleva aquel que no puede dejarse por el camino!
La
falta de conciencia de uno mismo y de su estudio, alisa y aplana, con
bastante pronunciación el camino de la vida. La inconsciencia es el
motor de la velocidad ante la falta del freno del pensamiento
detallado de los elementos actuantes.
La
conciencia, es la subida por la rampa en el intento constante e
infernal, en la búsqueda de soluciones totales inconscientes.
La
esencia y fin total del sujeto que la profesa, será por definición
el imposible objetivo planteado.
El
sujeto navegará en la perdida de su identidad.
La
persona está condenada a la no comprensión sobre si misma.
Los
individuos podemos permanecer atentos al mundo circundante y expresar
nuestros movimientos explicativos de éste.
Pero
el movimiento se paraliza mirando hacia nuestro interior.
Los
que creen pensar, caen en el error de no pensar en ellos, sino en la
realización de generalizaciones en las cuales no se incluyen.
Somos
el camino constante, pero siempre inalcanzable, de nuestra
comprensión total.
La
angustia del vacío y la imposibilidad es un estado inevitable.
La
salida está, sin duda, posible y efectiva, en el olvido de la propia
persona que reflexiona y en la búsqueda de la felicidad como una
razón correcta del por qué del sujeto que piensa.
Si
nuestra conciencia fuera capaz de actuar y conocernos, nuestro
control anímico estaría fuera de todo peligro, pero no.
Por
un lado tenemos el peso de la conciencia que nos lleva a una
exigencia explicativa, y por la otra cara, esta cualidad impuesta,
nos trae los límites en su uso, como efecto de su existencia,
necesario y que no tiene.
Somos,
en demasiadas ocasiones, conscientes de nuestro propio
desconocimiento, de nuestras propias razone de ser.
La
alegría y felicidad es un acto inconsciente basado en la razón de
ser de la acción obtenida de una manera inductiva, sólo y nada
más.
La
felicidad y el hecho tiene una relación directa, sin ninguna razón
del proceso.
La
felicidad como comprensión no existe.
La
comprensión hacia la felicidad, es un camino cerrado.
La
conciencia te arrastra hacia esta comprensión que no existe.
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