martes, 3 de noviembre de 2015

EL CAFÉ Y LA VUELTA DE ALBERTO






Pasó por la zona más oscura de la barra del café en la que, cuando iba, siempre se ponía Boris. Cruzaron las mirabas a la par que Boris le guiñaba un ojo y Alberto le devolvía una sonrisa de complicidad. En demasiadas ocasiones para uno y en pocas para el otro, estaban de acuerdo. Eso sí, el mismo idioma era el que hablaban.
Se dirigió, presto hacia la esquina, justo al lado de la entrada que estaban, cuando estaba libre, siempre Andrés y Pedro.
Se situó a uno o dos metros de ellos, y con una gran sonrisa en su cara se les quedó mirando. Al coincidir las tres miradas, comenzaron a reírse con mucha guasa
- Ya estamos otra vez aquí los tres – dijo Pedro entre risas.
- Estaba claro que volveríamos – añadió Andrés.
- Estáis equivocados los dos – concluyó Alberto.
Alberto había sido el conserje del edificio. Tenia estudios universitarios y una gran afición a la lectura y las charlas, de ahí que hiciera amistad con Boris, los dos licenciados en Filosofía y con Andrés y Pedro, ambos dos magníficos contertulios.
- Mira – continuó Pedro- que todavía sigues con la intención de acabar y concluir la disputa.
- No, no, amigo, me estoy curando de todos los males.
Estuvieron un largo rato dialogando y hablando sobre sus respectivas aventuras vitales y situaciones actuales. Interesante. Alberto, ante el despido que sufrió por la baja del empleo de conserje en la empresa, pues se pasó a llaves y telefonillo, consiguió, otro, les dijo, en el cual hacia la misma actividad pero esta vez en un garaje. Optimista como ninguno les decía.
- Una vez amigos me hice al cambio de horarios, me permito el lujo de leer y escribir.
- Hombre, Alberto, pero lo de los horarios, jodido, ¿no?
- Sí, sí, pero dentro de mi optimismo, al menos, en estos malos horarios me dejan tranquilo de las multitudes – les añadió con una sonrisa en la boca.
Las risas y las confesiones continuaron un rato.
- Bueno – dijo Pedro- me gusta ver que sigues igual de bien que siempre y que las circunstancias son – esto sonriendo y acercándose a su cara- pocas para ti.
- Exageras, amigo – le añadió mientras se daban la mano.
- Andrés ¿te subes?
Quizás habiendo intuido la siguiente acción tardó unos instantes en contestar, hasta el momento en el cual Alberto dijo.
- No Andrés, quédate un minuto que quiero plantearte unas cuestiones de encuadernar unas lineas que he escrito.
- ¿Sí? - dijo Pedro sonriendo de real alegría- a ver si esto va bien amigo.
Se sonrieron los tres y Pedro salió por la puerta. Al girar la cabeza camino de ella, Pedro, dejó de sonreír, no era tonto, era muy listo y tenía una gran capacidad para intuir el estado anímico real de los que le rodeaban.
- Bueno, amigo Alberto, tras estas divertidas, pero estudiadas formalidades dime a qué has venido aquí.
- A hablar, contigo, con Boris o con Pedro, pero creo que mejor contigo – tenían más confianza y cercanía- tengo un problema vital, ahora me dirás como le llamamos, Andrés.
- Venga, comienza.
- El otro día, a raíz de un comunicado de una persona muy cercana aludiendo a que en aquellas circunstancias no hiciera aquellos comentarios o aquellas formas de actuar que con normalidad hago porque eran en otro ritmo y fin de las conversaciones, tuve una gran claridad de la situación.
- A ver, Alberto, a ver, no te sigo.
- Bueno, ya te iré puntualizando y explicando las circunstancias, pero, amigo, he llegado a la conclusión y descubierto un estado, referentes a mi persona. Me ven como una persona diferente a la que tienen que tratar de una maneara especial. Hasta a ti te acuso, ahora de hacerlo, pues tras quien lo hizo, empecé a sospechar de todos.
- No, no te confundas, que puede que yo cometa los mismos errores o más que tú en el caso que los haya y los cometas, y tenga, entonces, tus mismos problemas. Sigue.
- Tengo el placer de disfrutar trabajando con conceptos abstractos y, disfrutar también, encontrando la belleza en la prosa, en la composición correcta del lenguaje, en el reflejo de la belleza del pensamiento en la forma que toma en éste y esto, amigo, que jamás tomé como un elemento esencialmente diferenciador, va y resulta que sí. La gente me toma y aprecia de una manera diferente a la que yo pensaba. Siempre, mirando a mi figura se antepone unos figuras conformativas de mis opiniones y acciones. Me hacen diferente estos que me rodean. No lo sabía hasta que me di cuenta y gran dolor me entró.
Andrés seguía sus palabras con atención. Cierto era que sus comentarios, los de Alberto, habíanse mirados con la lejanía de la diferencia, pero él apenas lo ponía en practica pues casi estaban en el mismo barco. Sin embargo, en cuanto éste, le hizo patente el asunto y le manifestó su tristeza y hastío, vio con claridad lo que le comentaba. Estaba, bueno, estuvo, cuando trabajaban juntos, totalmente y magníficamente inserto en el funcionamiento total de la empresa, pero siempre visto desde la distancia e incapaz de andar sin ser visto con una cojea pronunciada. El color de sus palabras siempre era visto diferente. Sí, cierto, la lejanía existía.
Debido a la intensidad de la conversación no fueron conscientes que , camino de la salida, Boris no pudo evitar oír la conversación, pararse algunos instante delante ellos e interrumpió el dialogo.
- Y ¿ahora eres consciente?, ¿qué te ha pasado?, ¿te han advertido que no hagas el discurso de tal forma y has visto que era un perjuicio en tu manera de actuación?, ¿todavía no eres consciente que a los que huyamos y nos escondamos entre las ideas abstractas y en tu caso, además en la belleza del lenguaje, nos miran con risas, cariño pero desde la distancia?
Sonrió, a la par que les daba un pequeño golpecito a los dos en los hombros.
- Yo soy el más loco, por los demás considerado, pero mi problema es mínimo, pues está absolutamente asumido la diferencia que siento respecto a los demás- se carcajeó y salió camino de la editorial hacia el departamento de corrección ortográfica y revisión lingüística.
Se quedaron unos instantes mirándose los dos.
Andrés apenas era estrafalario como Boris, aunque también reflexivo, no tanto, pero si como él.
Alberto, era igual sino mas reflexivo inmediato que Boris, pero y sobretodo, y ésta era su ruina, tremendamente sensible con el aparato lingüístico que el mundo ponía a su alrededor.
- Sí, Andrés, cuando me dijeron que cuidado lo qué y cómo, decía, se me vino el mundo encima, cuando vi que me tenían absolutamente clasificado y asignado una serie de comportamientos que definían mi personalidad.
- Alberto, jugar con elementos abstractos y disfrutar con la correcta utilización del lenguaje, son dos elementos muy peligrosos por la escasa utilización en la actualidad y su consecuente diferencia.
- Así que Andrés, todo esto te lo digo para decirte que concluí en aceptarme a mi mismo con totalidad y las diferencias que acarrean el tomar esta determinación. Comprendí que la gente que me circundaba me miraba con las gafas de color que yo nunca supe, ni supuse que así era mirado. Pena sentí, que se fue trasformando en rabia y desazón. No me ha sido fácil aceptar esta realidad de la que no fui consciente nunca.
Así continuaron los dos hablando el resto de la tarde.
Allí se dio la casualidad que ambos dos tenían la tarde libre.
Eran dos personas capaces de elevarse, con su pensamientos y palabras, por encimo del mundo circundante y así estuvieron, hasta que el hambre de la cena les llamó a cada uno a su casa.
- Bueno, Alberto ¿cuando nos vemos?
- ¡uh!, Andrés, tengo muchas cosas que aceptar, asumir y cambiar en mi vida. Quizás los que me rodean ya tuvieran aceptado hacia tiempo lo que soy, yo ya lo sabia y también que no podía salir de ello, pero he de cargar ahora con que es un elemento definidor y definitorio en mis relaciones con los demás.
Pagó y se fue con sonrisas y un caluroso abrazo.
- Andrés -. le dijo Pérez, el barman- Alberto ha venido escapado en sus pensamientos y conclusiones
- Sí, amigo, yo también sé de lo que habla. Cuanta verdad tiene y manifiesta. O estas dentro de lo usual y la repetición o no te escuchan, o si, pero haciéndote la mitad de caso de lo que dices.
Giro la cabeza y se miraron a los ojos.

La inquietud de la verdad floreció, en el invierno de aquella mirada.

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