jueves, 6 de agosto de 2015
LA TOURNE (Cap. 17)
El púbico se levantó a aplaudir sin condición ni espera de recompensa. Andrés dió otra interpretación magistral. Seguía siendo, claro, más bajo que Carmen, pero sus movimientos a levantarse del piano y al acercarse a ella para saluda al pubico, comenzaban a agrandar su figura y persona. La diferencia iba menguando.
Los dos conciertos fueron un éxito.
La organización, preparación y realización, magníficas.
Lo que parecíase un final, se convirtió en la posibilidad de un comienzo.
La empresa propietaria del Austria Palace, enorme auditorio en Madrid, había comenzado a interesarse preguntando por ellos.
A las dos horas del fin del concierto, salieron de la opera directamente a los jardines don Cipriano y Marisa, él la iba a compañar a ella al hotel.
Cipriano, con 63 años, flaco, alto, recio y con firmes andares, caminaba al lado de Marisa, 54 años, algo gordita, armoniosa, equiibrada y con una mirada fija y directa, que le daba, en oasiones dulzura y en otras mucha seriedad y firmeza.
Ambos dos estaban en trance, al vivir y tener antiguas impresiones, de hace ya 20 años
- Contentos tenemos que estar, Cipriano. Hasta ahora y desde que comenzamos, las cosas han andado tremendamente bien - se sonrieron ambos tras estas palabras.
- Marisa, me ha propuesto, un antiguo conocido de la academia que trabaja ahora en Madrid para la compañia Austria, que fueramos a tocar a la capital, al teatro acondicionado para la música que que tienen allí.
- Sí, lo conozco - le contestó con un semblante serio.
A aquel escenario, sólo subían los ya consagrados, o los que iban en el camino de serlo. Ni Carmen, con su nombre conocido había ido - todavía, le decía su representante. Desde luego, estaban batiendo un record de progresión en la rapidez de la gestión y valoración de las críticas. Lo que empezó siendo un par de conciertos, casi como compromisos para algunos, se estaba trasformando en algo más grande. Indudablemente el exito lo estaba produciendo Andrés, acompañado magistralmente por Carmen. Andrés, sin embargo, seguía desapareciendo del escenario, tras el saludo, rápido y algo cabizbajo. El genio o la genio, tienen la desgracia de no compartir el mundo con el resto.
- Cipriano, - le dijo con mirada de ternura- que os vaya bien, yo me tendré que volver a mis ocupaciones y trabajo cotidiano. Este pequeño impas, ha sido posible por la visita de los Japoneses y la intervencion de lo dirigentes políticos de la capital, Valencia - le dijo con tristeza apenas palpable. Marisa, había sentido que se quitaba una pequeña piedra de sus espaldas al sentir que aquella persona a la que tanto quiso, no fue ella quien se fue, sino que fueron las circunstancias las que se lo llevaron. Estaba feliz de haber borrado esas lineas torcidas y de haber podido volver a sonreir con él.
- Si tú no vienes, yo, como representante autonombrado de Andrés y como director del grupo de trabajo diré que no, que no nos movemos. Hablaré con las altas instituciones que conozco para que te den más permiso de seguir en nuestras andadas - don Cipriano, tras muchos años planeando en las alturas de la música, lejos de la mundaneidad, estaba haciendo un vuelo en picado hacia el suelo. Siempre había estado muy fuerte y éste nuevo aliento le hacía tener una gran vitalidad.
- Bien, Cipriano, pero que no se te olvide que sólo iré, si yo quiero, que no siempre se vayan los mismos - le dijo clavandole la mirada en sus ojos con seguridad e inteligencia y acabando con una sonrisa de complicidad.
Don Cipriano la acompaño a la puerta del hotel, allí la dejó y se marcho a su casa, la cual le pareció más vacia que nunca cuando llegó.
Marisa entró en el bar de Hotel a tomarse una tila antes de irse a dormir y allí se encontró a Pedro y Carmen, riéndose acompañados de ambas cervezas también. Ella que conocía ya todos los detalles de ambos dos, sentía una terrible curiosidad por su relación y se preguntaba si se quedaría en una risas solamente, en una noche de pasión no más o volverían cojidos de la mano de esta ya gran Tourne.
Pasó por la sala insonorizada, abrió la puertas y vió a Andrés interpretando y tocando. La fluidez y sentimientos que el joven virtuoso estaba aprendiendo en una semana era solo reflejo de la genialidad que en éste había. Se le quedó mirando, él estaba absorto en las partituras, ya no quería tocar, sino soñar cada una de las piezas. Marisa le miró fijamente a su cara y vió una ilusión, entrega e inocencia, que le dieron mucho miedo. Ella sabía que a la gente así, son las que el mundo actual hace más daño.
Pensando en la respuesta afirmativa que le daría a Cipriano, se acostó, casi a la par que Cipriano, pensando éste, los contactos que iba a mover, para explicar lo indispensable que es "llevar la música de Valencia a toda España y lo necesario de la presencia de Doña Marisa en asuntos gubernamentales" - política, política, para mi mal, se dijo.
Aquella noche, salvo pequeños secretos incontables, todos se fueron a dormir con tranquilidad.
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