Cegado por mi sed de la diferencia y la particularidad de cada uno, me dediqué a negar un hecho evidente. Sí, cierto, trataré de mantener mis propias cualidades, pero he de saber que siempre, siempre, estaré navegando en algún gran río donde el curso y el camino de éste ya está marcado en su cauce. El movimiento de masas es real, evidente.
Pero el asunto y problema al que aludo y que abogo, no es la existencia de éste, sino de aquellos que con sus canoas bajamos por sus aguas y no somos capaces de llevar, ni por un minuto, el timón ¡nadie habla de navegar a contracorriente!, pero si, al menos, tener la capacidad de aproximarse a la orilla y verlos pasar. Para ello, se necesita el conocimiento de que tenemos un timón individual propio.
Mis comentarios son puramente vitalistas. No hago política, no hago ninguna otra construcción social que nos va, como todas proponen, a dar un futuro feliz. ¡No!, no nos equivoquemos, el medio, modo o manera de unión no configuran el resultado. Es la actitud y ganas de los componentes lo único que predestina la solución, como otra cualquiera, de los problemas sociales. No hablo de Nietzsche,ni de Marx, ni de Schopenhauer, ni de Moore, hablo de la acción de escapar urgente de la intención de realizar e imponer como una normalidad esencial, el movimiento borreguil y masivo del ser humano.
Huyo de que aceptemos como una característica esencial, conformadora y necesaria el movimiento humano en forma de masas.
Lo debatimos, se critica, se estudia, pero y me repito, se vé como usual, normal y constitutivo en la esencia del ser humano este amontonamiento inconsciente protegido en la multitud.
No demos por normal la incapacidad de reacción de los sujetos individuales, pues no haremos sino evitar cualquier hecho reivindicativo de nuestra persona.
Elevemos, como acto realista o al menos propedeútico, al sujeto por encima de las circunstancias.
¡Ahy!, ¡La diferencia!, ¡qué mal es llevada y qué despectivamente aceptada!
No hay manera de trasmitir que en la variedad de usos, formas, costumbres, pensamientos, cultura, idiomas y demás, son elementos esenciales y formadores de las personas como tales. El movimiento repetitivo normalizado, no es un elemento esencial y constitutivo, sino que es producto de una serie de circunstancias.
No lo hagamos como una generalidad normalizada lo único existente como realidad.
Marx, nos hablo de este estado borreguil de la primera clase de trabajadores y obreros por su falta de concepción como tal y Nietzsche, nos hablo aludiendo a la sumisión de hombre, como totalidad, a los elementos judeo-cristianos históricos.
Cierto es, aquella que lo dijo, que la falta de conciencia de esta posibilidad del acto individual y propio por una falta de preparación intelectual y la incapacidad de decisión que ella conlleva, lleva a este momento..
Pero también sera cierto, el proceso invertido, en el cual en un proceso de concienciación de nuestro mundo y capacidad individual, traería una capacidad de critica y aceptación de lo diferente, traería la libertad ante la capacidad de actuar y navegar contra corriente.
Cuando, perdido por mi ansiedad, afirmaba y nombraba a la conceptualización del sistema formado por las masas, como una tela de araña que nos invade, no estaba haciendo un estudios gnoseológico, ético, político o metafísico. Es una aspiración vitalmy era, simplemente una critica y conclusión, en cuanto a la necesidad de dejar de utilizar como normalidad operativa el movimiento colectivo, como asunto inevitable, pues, al final, todos caeremos presos de esta sensación de imposibilidad de la actuación en solitario y entonces la humanidad se quedará estancada.
Nos veremos alienados al tratar de salir de este movimientos y acciones normalizadas y vistas y entendidas como tales.
De necios seria negar las corrientes que todos seguimos colectivamente en diferentes momentos de nuestras vida, pero no pensemos, como yo no lo hago, que para siempre, estaremos condenados a nuestra incapacidad de marcar la diferencias individuales y la creación personal e individual, solo, la personal e individual, pueda realizar un giro en el camino llevado por el ser humano en el ámbito social.
Y me pongo a pensar en mucha gente que me rodean y los veo como puras y duras marionetas de unas circunstancias y posiciones económicas, sociales, religiosas y otras que los hacen bailar con sus dedos, pero y sin embargo, si me quito mis propios principios formadores basados en la propia naturaleza borreguil del ser humano, mi juicio cambiará totalmente y veré en el o ella, un individuo personificado, un ente sometido a ciertas presiones, pero que no tiene en ningún momento por qué ser así en nuestra dimensión esencial y muchos otros, con o sin educación, podrían superar esas presiones. La existencia no implica la esencia supuesta.
Educación, educación, educación, y seamos conscientes de todos aquellos dedos que manejan las marionetas y nos hacen bailar a su ritmo. Pero no por la liberación de las cadenas que nos han puesto, sino por el hecho de encontrar nuestra comprensión y naturaleza para poder actuar.
Tantos un lado como al otro, en el pensamiento social y político, en el cual los individuos somos carne de rapiña a unas fuerzas, bien sea económicas o de poder político centralizado, nos tratan como colectivos sin identidad individual formativa. Así lo hacen y así lo asumimos. Somos producto de su basura y nos cuesta imponer nuestra individualidad y validez de nuestra decisiones, prespectivas y pensamientos propios.
En ambas dos, el sujeto es olvidado y pasa a ser una parte de sustantivada y gregal en un sistema.
No nos olvidemos de los individuos.
Antes, en la antigüedad, los guerreros eran personas que preparábanse toda su vida para el momento culmen de su educación que era la guerra en si. Eran individuos para los que cada combate era un acto de nobleza (Samuráis, caballeros templarios y otros), eran circunstancias en las que el capitán, jefe o como se llamara, peleaba con ellos, pues era símbolo de guerra, el valor y persona que allí estaba. Alejandro magno llegó desde la Macedonia, pasando por Egipto hasta la propia India fue al frente de sus ejércitos, luchando con ellos, en los que el individuo se personificaba en primera persona, y los que morían eran individuos con sus nombres, apellidos, honores y vida propia. Pero la historia continuó y llegamos a la primera guerra mundial. Aquí y entonces, los generales se reunión con un pequeño café entre las manos, en el salón de un viejo castillo de la Campigne francesa y unos mapas desplegados en la mesa de trabajo, y detrás de sus barrigas que jamas habían corrido entre las trincheras, mandaban con la puesta de una bandera roja en algún lugar del mapa a gente, sin nombre, sin apellidos, sin historia y sin preparación, a morir. Era la primera forma de la muchedumbre personificada.
Ante esto hay que reaccionar. No es un acto normal de lucha, ni como tal tiene que ser así aceptado, (y ¡válgame dios el ejemplo!, pero lo considero ilustrativo), el asunto de ser una insignificante parte del un ejercito numeroso, sin capacidad más que de obedecer las ordenas ya impuestas.
Jamás estaría dentro de la normalidad el luchar por tu cuenta, ser un Samurái en la vida. Lo normal y aceptado es vestir con el uniforme colectivo.
No hago, repito, una crítica al ejercito, hago un canto a que aceptemos que la lucha (y sigo con la metáfora ilustrativa) se puede realizar desenfundando tu espada y luchando con el honor y valores que te hiciesen morir por ellos, con valor y convicción y no morir por una bala de otra cualquier escopeta y mientras miraba, con tristeza ponerse el sol detrás de la última trinchera.
No sé si esto es más poesía por su cariz anhélico y bucólico en el que se puede entender, pero, y sabedlo, expreso mi derecho a ser diferente desde mi existencia vital sin hacer tampoco una tesis ni un estudio crítico de las consecuencias políticas o sociales de este supuesto movimiento gregario y esencial.
El el mundo por el que ando, me muevo casi totalmente dentro de la obviedad, normalidad y aceptación, pero dejadme, al menos, que aquí, exprese sólo aquello que sienta y piense, a sabiendas de la protección que te da la distancia y anonimato te da ante la presión y encadenamiento social que tenemos y que tanto he criticado en este articulo.
El el mundo por el que ando, me muevo casi totalmente dentro de la obviedad, normalidad y aceptación, pero dejadme, al menos, que aquí, exprese sólo aquello que sienta y piense, a sabiendas de la protección que te da la distancia y anonimato te da ante la presión y encadenamiento social que tenemos y que tanto he criticado en este articulo.
No es normal, ni usual, la necesidad de la vida en masas y la falta de decibilidad propia del individuo. Aunque se dé, no impide esto, su posible falsedad en su totalidad.
articuloshiperbolicos.blogspot.com
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