En
cuantas, casi demasiadas, ocasiones encuentro y veo una aparente gran
felicidad en gente que no tienen ni el más ligero interés en buscar
un significado alguno a su existencia o a los motivos de acción. Se
dejan arrastrar, repito, arrastrar dócilmente. Aparentaran
felicidad. No tengo potestad para dudar de ella.
Y
aquí viene el problema de colocar a la racionalidad como elemento
definitorio y esencial del ser humano, si entendemos que la máxima,
por necesidad y naturaleza, realización del sujeto, es la felicidad.
La
racionalidad tuvo que tener un origen practico, es decir, la
utilización de elementos abstractos brutos no aparecen de la nada.
Ademas
de cuestiones vitales, alimentación y protección, también tenemos
propias y formadores, también con un origen practico y primero,
tales como la comodidad o la diversión.
La
razón nacida en los brazos de estas necesidades.
Y
¿por qué insistimos en que la realización del ser humano como tal
consiste en la realización de una acción contemplativa abstracta a
través de la razón?
La
utilización de la razón comenzó en la práctica y quizás allí
haya que dejarla.
En
ocasiones las personas nos vemos convencidas y empeñadas a ir algo
más allá del movimiento cotidiano.
La
razón no lleva impresa en su etiqueta de compra, la necesaria
observación de los elementos abstractos como elemento realizador del
uso y razón de su ser.
Igual
no es la capacidad de razonar lo que nos distingue, y quizás la
mayor diferencia con el resto de los animales sea nuestra capacidad
de divertirnos realizando acciones agradables para nosotros. Y a
esto, la razón nos hace maestros ¿por qué no estará aquí su
máximo hacer propio?, somos seres racionales con lo que podemos
ampliar hasta grandes limites nuestra capacidad de disfrute y
diversión material.
Sea
como fuere, la frialdad y lejanía del pensamiento me lleva a la
duda de la realización del ser humano a través de la razón
abstracta.
Le
doy licencia a mis inutilidades y hago genéricos mis errores.
Cada
día caigo en la trampa de la búsqueda de las explicaciones mediante
la razón, cuando puede que su único uso sea llevar a cabo
operaciones tal y cuales nos den de comer, protección y diversión.
Si
mueres en la felicidad es absolutamente independiente e incomparable,
o bien hacia aquí o bien hacia allá, tú vida de la que hubiera
sido del otro que también murió feliz.
No
paró ni un minuto a pensar en abstracto y murió muy feliz en paz
con el mundo.
El
pensamiento no es el elemento definidor definitivo del ser humano, si
el fin de éste es ser feliz.
Es
una obviedad o un juicio analítico puro que la máxima realización
del sujeto será ser feliz, y esto no tiene que ser el camino de la
razón.
Quizás
sea, no mas, que una herramienta que hemos tratado de darla como
elemento esencial.
A
ver, díganme, ¿vale más o menos la felicidad que pudiera obtener
cualquiera leyendo a Kafka aun que nunca hubiera ido a un partido de
fútbol, que la de aquel que no había leido nunca un autor como tal,
fuera feliz, mucho cuando ganara su equipo?
Es
felicidad y no más que felicidad.
Pero
es el fútbol el que nos arrastra, son los espectáculos y las curvas
lo que nos enajena, es la frivolidad lo que cura nuestra alma de
dolores, es la repetición sobre el olvido y se es en muchas
ocasiones, tan justificada y con la misma validez, feliz.
El
camino de la razón va junto al barranco de la desesperación y el
engaño.
Lo
que crees como grande y necesario, puede ser no más que un problema
para alguien que lo quiso tener.
La
razón es la carrera sin meta ni premios más que el ejercicio de
realizarla.
Siempre
temblando de lo consciente que soy de la influencia de las
circunstancias que me rodean al momento de afirmar mi opinión, me
revuelvo entre las risas vacías y frívolas de personas que
aparentan disfrutar de su desinterés existencial.
¿Os
pasa a alguno/a más?
Decidme
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