martes, 26 de enero de 2016

LA COMUNICACIÓN (Cap. 21)



Cansinamente, pero no en el espíritu, sino en el ritmo impuesto, Carolina bajó aquella luminosa, como todas, mañana a la orilla del mar a buscar pequeñas tortuguitas de agua, que no emigraban, que no tenían donde ir y pasaban todo el año en aquella zona.
Estuvo recorriendo la playa de arriba a abajo un largo espacio de tiempo.
Totalmente sobre si, había girado su vida desde que los visitantes la habían llevado allí.
Ella había estado viviendo en un observatorio situado en los Alpes a una altura tal que los paseos o actividad fuera de éste era mínima. Había estado más de dos siglos recorriendo los pisos del ataul de su telescopio.
Tal y como les había pasado a los otros nueve, es decir, diez con ella, las cualidades definitorias de su personalidad tenían unas características compartidas, que les había hecho ser los elegidos.
Paseaba por la playa, sin más compañía que dos tortugas pequeñas pero con la máxima pureza y limpieza, en todos los aspectos, de todo aquello que la rodeaba.
Las llevaba en un pequeño recipiente del que se peleaban ansiosas por escapar. Así habían planeado y en ello estaban trabajando. Tras el paseo por las inacabables ante la vista playas de allí, comenzó a subir al monte del observatorio.
Creía que moría, más de doscientos años sin sentir el viento cálido y el sol y sin mantener una conversación con nadie.
La había impactado el simple e inocente roce entre sus manos ¡cómo le gustó tenerle cerca!,¡Cuanto pensó, entonces, en que la abrazara. Poco le duró. Su alma, inevitablemente, se había endurecido.
Ahora bien, su corazón aumentaba de velocidad cuando establecía la conversación con Boris.
Llegando ya al observatorio y tal y como habían planeado, apareció Boris y comenzó con la conversación que hacia ya unos meses tenían formalizada. No sabían el tiempo que les iban a mantener juntos, ni el que quedaba para que su plan pudiera estar maniobrable, pero ya habían tejido unas formas y maneras de interpretación entre ambos. No estaba basada en ninguna estructura lógica ni había ninguna acción con lo que traducir su fingida conversación. Necesitaban trasmitir información sobre el experimento y plan.
- Carolina, sabes que no se pueden traer animales vivos a el laboratorio – le dijo con cara de contrariedad.
- Boris, por su capacidad nula de interacción con las personas, las tortugas y otros pequeños reptiles, sí – mirando a otro lado pero en el hilo de la conversación, puso una cara de rabia contenida.
Sin más intención que la conversación le preguntó.
- Carolina ¿dejaste de contar el tiempo?
- Nunca Boris.
- Yo tampoco– se miraron, complicidad, fraternizad, comprensión en la soledad, pena por la situación y la dignidad de su total acto de asumir las circunstancias.
- ¿Has preparado los listados de las diferentes maneras que tenemos para ordenar y organizar a los demás, a todos los que viven felices bajo el engaño?. Los visitantes comenzarán pronto los traslados.
- Sí, Boris, he acabado todo el trabajo para hoy.
- Salgamos pues, a la balconada.
Dominando todo el mar, era un escenario magnifico para todo aquel pensamiento que tuviese una mínima correcta construcción racional.
- Boris, pensé que moría. Los productos de los visitantes trabajaban correctamente con mis impulsos físicos y anímicos, funciona y funcionaban, pero mi mente iba a peor, me estaba, textualmente, volviendo loca. Comencé a asumir el estado mucho tiempo después. No entiendo como no me mandaron a aquella burbuja más cerca a ser un ganado más en las granjas del oxigeno.
Ambos dos no pensaban que hubiera ninguna dificultad ni problema en el acto de tener algunas conversaciones sobre sentimientos primeros. Dulces, tranquilos, inocentes, no podían imaginar que se los prohibieran. Ahora, los oirían, y lo sabrían todo y esperaban que, desde la grandeza de sus avances, supieran entender y comprender los lazos anímicos que establecemos los seres humanos.
Cambiaron impresiones sobre el paisaje que veían.
Algo de humanoide había vuelto a sus pensamientos tras mas de 250 años de soledad.
Entraron dentro del edificio.
Habían, al menos, cinco acuaterrarios con tortugas.
La belleza y el estudio no era sospechoso para dos de las diez personas que todavía guardaban y sabían los secretos y avances de la humanidad hasta finales del siglo XXI.
Caminando tranquilamente, llegaron a su lugar neurálgico de sus planes y vida. En el lugar secreto, bajo de la antena parabólica, y totalmente aislados del control de los visitantes, comenzaron a hablar. Allí había también una pareja de tortugas, pero estas encerradas con una tapa de cristal que hacia hermético el envase. Sólo tenia una luz ultravioleta sobre ellas. Y allí estaban, encerradas, sin intercambio de gases, superviniendo con facilidad. Lo único delatable era la mayor tonalidad verde del galápago.
- ¿Esta herméticamente cerrado?, Boris.
- Totalmente.
Carolina estaba al tanto de los avances de Boris, pero la comunicación sobre la temática directa, era muy poca.
- ¿No tiene entrada de oxigeno ni salida de dióxido de carbono?
- No.
- ¿producen y consumen oxigeno?
- Sí. El nivel de trabajo y consumo de dióxido de carbono se minimiza.
Los ojos de Carolina bajaron a media hasta de emoción contenida. Estaban, pues no había otro en el camino de expulsar a los visitantes.
- ¿Cómo Boris?, ¿cómo?, cuéntame.
- la fotosíntesis en la piel. El dióxido es trasformado mediante la fotosíntesis oxigenada de plantas superiores que desprende una parte de oxigeno y agua. Puedo construir la química.
- ¿Tienen suficiente para vivir allí encerradas?.
- No por mucho tiempo, no desprende suficiente oxigeno y poco a poco la cantidad se iría reduciendo. Se trasforma a un ritmo más lento que se consume.
- ¿dejará de ser, entonces, suficiente para la vida de los visitantes y nos sacarán de sus granjas de producción?
- Entiendo que es nuestra única salida. Sé la química. Tenemos que infiltrarla en todos los habitante y con una diferencia temporal de tres horas.
- Ahora, pensemos tenemos que llegar a todos y vayámonos ya y volvamos a la máxima rutina.
Allí salieron de la antena y continuaron paseando por el similar patio interior y si de un convento se tratase, continuaron hablando de Física, conscientes de primitiva e irrisoria que tenía que ser esta conversación para ellos que, claro está, allí les controlaban.


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