- La supresión de todos los instintos primarios llevaría a los humanos a un rango superior y a una real vida en comunidad.
Así había empezado directamente Andrés en cuanto se sentaron en su espacio exclusivo del café.
- Andrés, explícame
- Vale, amigo, y entonces piensa cual es el origen de todas nuestras disputas.
- Y qué tendrá que ver las guerras mundiales en todo este asunto – le dijo, girándose con la esperanza de ser un comentario evidentemente y esperado.
- Tú ya sabes -continuó - que la agresividad y violencia están ligadas a instintos primitivos, de defensa impreso en los genes, del territorio de reproducción, que nos convencen y dominan. Estas conductas arracionales nos destruyen. Escucharlo y que no se te olvide – le dijo, sonriendo los dos.
- Es decir – decía mientras giraba el anillo de su mano izquierda – que si el ser humano fuera capaz de erradicar esos instintos primarios ¿iríamos a mejor?
- Sí, Pedro, sin duda.
- Pero Andrés ¿traicionaríamos a nuestra esencia primera?,¿podríamos ser sin ella?, ¿tenemos bastante con nuestra fría cultura?
Algo hacia atrás se desplazó Andrés a la vez que enderezaba. Sabía que sus conclusiones no eran fáciles y en cuanto se dieran , vendrían cargadas de mil consecuencias.
- La cultura es todo lo que nos define, Pedro, ahoguemos todo lo que no tenga nada que ver con ella. Los actos agresivos y violentos son producto de una esencia genética resultado de una lucha ya no necesaria. La violencia está en los genes y no en la razón.
- Amigo Andrés, cultura, ¿sin pasión? Teatro ¿sin celo?, literatura ¿sin luchas de poder?. Tenemos una cultura que no es más que una sofisticación de lo que ya estaba. Construimos sobre lo que ya somos. La cultura en el aire, no tiene continuidad.
Alzando la mano, Andrés le dijo
- Parece que estemos hablando tú en un bar y yo en otro. Sí que podemos alejarnos del primer y primitivo elemento configurador. Nuestra persona y desarrollo se elevaría hasta cotas hoy no pensadas. Nos alejaríamos de la pérdida de autoridad sobre nosotros, y la alcanzaríamos y con togas blancas y nuestro total autocontrol podríamos pasear por entre olivos del Mediterráneo, estudiando , conversando, concluyendo, con calma, afición y satisfacción cualquier temática que se nos antojase. Esto es lo que somos. Los instintos primarios son elementos que tenemos que cargar con pesadez.
- Andrés, tenemos elementos constitutivos e irrenunciables.
- ¿Cuáles?
- La lívido – dijo Pedro, entonando la voz.
- ¡no, no!, ¡abre los ojos y escucha!, la lívido tenía sentido en la defensa de la reproducción propia. Esa lucha ha desaparecido y la atracción sexual es una mochila con piedras.
Pedro estaba impresionado con las palabras de Andrés. Siempre le habían gustado mucho las mujeres, dicho, hecho y visto – quizás fueran los problemas que tuvo y que yo sé – se decía así mismo.
- Y la reproducción ¿por carta?
- En el momento en el que se quisiera mediante un catalizador de la lívido.
Siguieron dialogando, pensando si habría y cómo alguna posibilidad de eliminar los instintos primarios.
Ninguno convenció al otro, cosa que rara vez pasaba, lo cual, firmemente, no quiere decir que no fuera un hecho constructivo y placentero.
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