Camina
por la parte interior de la acera en la calle peatonal,
mientras
repatria, sin miedo ni recato, la inconsciencia de sus sonrisas
Lo
que la vida no le dio, decidió invitarse y tomó de mano a la
alegría,
mientras
echaba a los males de la vida del lugar donde nadie les había
invitado.
El
arte y delicadeza habíanse tratado de huir y fugarse de su vida,
desplazadas
y empujadas, sin temor ni delicadeza por la barbarie de los que no
valían para nada.
El
arte se había fugado con el vecino del séptimo, mientras que la
delicadeza, dormía, en pecado, con la vecina del portal contiguo.
Sentado
dejó de esperar, huyendo de la desesperación de lo que nunca
llegará.
Cobarde
y traidor, el entendimiento de la felicidad, permanecía escondido,
entre las risas de la burla por la distancia.
Pero,
el poeta, se lavó las manos y comenzó a esculpir sin el pesado
pasado,
dejándose
llevar en los ponientes de la inconsciencia.
Y
el artista, se llenó con la sonrisa, cuando observada y veía la
felicidad,
que
creyendo ésta que engañaba y miraba, entre escondida en la
distancia de la aparente dimensión.
El
literato, la escribía y la describía en su totalidad,
pues
su existencia y en su capacidad estaban las manos del afortunado.
La
imposición de lo sabido como solución,
atropello
a aquel que, en el engaño, esperaba, impacientemente, en la parada
del autobús, a que llegara el del amor y la felicidad.
El
otro, calzándose los zapatos de la libertad, saltando comenzó a
subir el monte, con la tequila del amor y las gambas dela felicidad.
En
la maravilla de la inconsciencia, permaneció en la cima del monte de
la felicidad, hasta que aquella tormenta, con nombre propio, le tiró
de allí.
Fugarse
entre las nubes de la cobardía o tumbarse en la cama del que se
rinde,
me
perseguía, hasta que, cogido por los tobillos de unas ideas que no
sabía a donde me llevarían, hui, con mucha valentina y diferencia,
de allí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario