lunes, 11 de enero de 2016

LA COMUNICACIÓN (Cap 18)


El aire era fresco, puro y limpio.
El CO2 y otros muchos metales pesados eran respirados por los visitantes y sólo quedaba en la atmósfera del planeta Oxigeno.
Debido a la situación de Tenerife y el especial trato que recibía Boris, había podido empezar a caminar por el exterior. El CO2 por él producido no merecía la pena almacenar. El de las aglomeraciones de población, sí. Se les acotaba el espacio para un manejo mejor de los elementos, tanto para alimentarlos como para ir consumiendo el dióxido por nosotros producido.
Desde, no recuerda cuanto tiempo, comenzó a pasear por las alturas de la isla, su soledad se había hecho mayor, pero con más resignación la trataba.
Así, en este reconocimiento de un destino y un fin en tu vida, llegó Carolina y sus planes de liberación se dispararon.
Con la salud y pureza del aire los rojos del cielo al atardecer, su fundían y unían con el mar.
Hacia mucho tiempo, incluso algún siglo, que no tenía esa sensación de libertad consiguiendo alcanzar la paz y orden interior paseando, sintiendo los elementos, y no sometiéndose, efectivo también, a los ejercicios, sintéticos, de Ioga.
Carolina era otro ser humano libre.
Habíase sido como volver desde el nicho de la muerte.
La sorpresa fue mayúscula, hasta tal punto, que no acababa de creérselo.
Llevaba cientos de años encencerrado en un sueño.
Estaba él solo, no debía explicaciones a ninguno, las aventuras eran sólo suyas.
Seguía dudando.
Pero y sin embargo mañana iban a traer a Carolina.
La tierra de toda la isla, y de todo el mundo, estaba totalmente desértica. Ya habían consumido todo el dióxido y las plantas fueron muriendo, a la par que, y entonces lo hizo todo ser vivo que estuviera fuera de las burbujas. Quedaban sólo el rebaño productor de CO2.
Estaba todo la isla, hasta donde su vista llegaba, realmente bonita.
Los colores puros y brillantes se extendían.
Los metales y cristalizaciones producían un continuo arcoiris.
La lava y la atmósfera, había purificado todo allá donde podía mirar.
Mañana por la mañana vendría, bueno, iban a traer a Carolina.
¿Donde la dejarían?,¿cómo la traerían?,¿cómo sería ella?,¿sabrán conversar?
De repente, sintió unas ganas horribles de buscar un espejo. ¡Cientos de años sin preocuparse por la ropa!, por su cara no pasaba el tiempo, pero por la lana y el nailon, sí!, debía de saber como iba vestido, ¿tendría algo decente?, pero ¿y qué es lo decente a estas alturas de todo? Se afeitaría la barba y el pelo, se pondría unos de los mil trajes deportivos guardados, impolutos y por ello, esperando que enteros. ¿Y cómo se hacía esto de reunirse?
El miedo le estaba entrando, desde la inconsciencia de más de 250 baños sin cruzar una sola palabra con una entidad humana.
Decidió quitarse la camisa y observó su piel totalmente blanca y suave. Los visitantes se la dejaron como la que tenían, los últimos que pudo ver y tocar, niños de entonces.
Entendía que necesitaba verla, quitarse la sorpresa y después, empezar a poner en practica su plan. Estaba cerca de conseguir la producción máxima de oxigeno y, lo más importante, la concienciación de todo aquello que eramos, bueno – se corregía- que fuimos nosotros.
A lo lejos comenzó a ver, lo que parecíase ser un pequeño puntito, hasta que comenzó a tomar volumen y la esfera comenzó a aparecer.
Venía hacia él, despacio, bambolante, clara, brillante.
Con los ojos bien abiertos, permaneció mucho rato, sin mover un musculo y viendo como venía hacia él. Estaba ya acostumbrado. El tiempo ya corría sólo para él y a su gusto y ritmo.
¿Y cómo será ella?, ¿después de tanto tiempo, la sorpresa de otro ser humano, tomará también otro color por ser mujer?
Sentado y con los codos en sus rodillas vio, mientras seguía pensando, como la burbuja se aproximaba lentamente a la playa. De allí al observatorio había varios kilómetros. Tuvo la oportunidad de andar, después de cientos de años, pidió permiso y por tener las mismas características que yo, también la dejaron.
Era rubia. Su visión era buena, pero la claridad era tal que pudo ver el color de su pelo.
Vestía con ropa clarita y le pareció que era un traje amplio y ligero.
Allí estaba, viendo a la hormiguita subir por la ladera de la montaña a traer la alimentación que su alma comenzaba a necesitar.
Había conseguido de manera experimental ya avances respecto a la síntesis de oxigeno. Los visitantes la estaban pidiendo que se saliera de ciertos lugares para trasmitirles cierta información. Su conclusión fue que ellos, no tenía acceso a estos sitios, Era en la parte baja del telescopio. Al parecer la antena elíptica parabólica y su material producían un lugar ciego. Lo dedujo, lo puso a prueba y comenzó a trabajar. ¿Y la trasmisión y ejecución por parte de todos esta acción?, aquí necesitaba la ayuda de los diez elegidos. Y allí llegaba una de ellas.
Estaría a una distancia ya, de aproximadamente dos kilómetros.
Llevaba una maravillosa hora y media, andando en la libertad.
Boris veía como Carolina pretendía alargar al máximo la duración de aquel paseo.
No se había movido, pero al momento se puso en pie y comenzó a andar hacia ella.

Sabía lo largo que se le iba a hacer el camino del encuentro. Al ver la propia inoperancia que comenzaba a tener su mente ante la proximidad del acontecimiento, dejó de pensar y poniendo su mente en el paisaje, hacia ella fue.

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