El
aire era fresco, puro y limpio.
El
CO2 y otros muchos metales pesados eran respirados por los visitantes
y sólo quedaba en la atmósfera del planeta Oxigeno.
Debido
a la situación de Tenerife y el especial trato que recibía Boris,
había podido empezar a caminar por el exterior. El CO2 por él
producido no merecía la pena almacenar. El de las aglomeraciones de
población, sí. Se les acotaba el espacio para un manejo mejor de
los elementos, tanto para alimentarlos como para ir consumiendo el
dióxido por nosotros producido.
Desde,
no recuerda cuanto tiempo, comenzó a pasear por las alturas de la
isla, su soledad se había hecho mayor, pero con más resignación la
trataba.
Así,
en este reconocimiento de un destino y un fin en tu vida, llegó
Carolina y sus planes de liberación se dispararon.
Con
la salud y pureza del aire los rojos del cielo al atardecer, su
fundían y unían con el mar.
Hacia
mucho tiempo, incluso algún siglo, que no tenía esa sensación de
libertad consiguiendo alcanzar la paz y orden interior paseando,
sintiendo los elementos, y no sometiéndose, efectivo también, a los
ejercicios, sintéticos, de Ioga.
Carolina
era otro ser humano libre.
Habíase
sido como volver desde el nicho de la muerte.
La
sorpresa fue mayúscula, hasta tal punto, que no acababa de
creérselo.
Llevaba
cientos de años encencerrado en un sueño.
Estaba
él solo, no debía explicaciones a ninguno, las aventuras eran sólo
suyas.
Seguía
dudando.
Pero
y sin embargo mañana iban a traer a Carolina.
La
tierra de toda la isla, y de todo el mundo, estaba totalmente
desértica. Ya habían consumido todo el dióxido y las plantas
fueron muriendo, a la par que, y entonces lo hizo todo ser vivo que
estuviera fuera de las burbujas. Quedaban sólo el rebaño productor
de CO2.
Estaba
todo la isla, hasta donde su vista llegaba, realmente bonita.
Los
colores puros y brillantes se extendían.
Los
metales y cristalizaciones producían un continuo arcoiris.
La
lava y la atmósfera, había purificado todo allá donde podía
mirar.
Mañana
por la mañana vendría, bueno, iban a traer a Carolina.
¿Donde
la dejarían?,¿cómo la traerían?,¿cómo sería ella?,¿sabrán
conversar?
De
repente, sintió unas ganas horribles de buscar un espejo. ¡Cientos
de años sin preocuparse por la ropa!, por su cara no pasaba el
tiempo, pero por la lana y el nailon, sí!, debía de saber como iba
vestido, ¿tendría algo decente?, pero ¿y qué es lo decente a
estas alturas de todo? Se afeitaría la barba y el pelo, se pondría
unos de los mil trajes deportivos guardados, impolutos y por ello,
esperando que enteros. ¿Y cómo se hacía esto de reunirse?
El
miedo le estaba entrando, desde la inconsciencia de más de 250 baños
sin cruzar una sola palabra con una entidad humana.
Decidió
quitarse la camisa y observó su piel totalmente blanca y suave. Los
visitantes se la dejaron como la que tenían, los últimos que pudo
ver y tocar, niños de entonces.
Entendía
que necesitaba verla, quitarse la sorpresa y después, empezar a
poner en practica su plan. Estaba cerca de conseguir la producción
máxima de oxigeno y, lo más importante, la concienciación de todo
aquello que eramos, bueno – se corregía- que fuimos nosotros.
A
lo lejos comenzó a ver, lo que parecíase ser un pequeño puntito,
hasta que comenzó a tomar volumen y la esfera comenzó a aparecer.
Venía
hacia él, despacio, bambolante, clara, brillante.
Con
los ojos bien abiertos, permaneció mucho rato, sin mover un musculo
y viendo como venía hacia él. Estaba ya acostumbrado. El tiempo ya
corría sólo para él y a su gusto y ritmo.
¿Y
cómo será ella?, ¿después de tanto tiempo, la sorpresa de otro
ser humano, tomará también otro color por ser mujer?
Sentado
y con los codos en sus rodillas vio, mientras seguía pensando, como
la burbuja se aproximaba lentamente a la playa. De allí al
observatorio había varios kilómetros. Tuvo la oportunidad de andar,
después de cientos de años, pidió permiso y por tener las mismas
características que yo, también la dejaron.
Era
rubia. Su visión era buena, pero la claridad era tal que pudo ver el
color de su pelo.
Vestía
con ropa clarita y le pareció que era un traje amplio y ligero.
Allí
estaba, viendo a la hormiguita subir por la ladera de la montaña a
traer la alimentación que su alma comenzaba a necesitar.
Había
conseguido de manera experimental ya avances respecto a la síntesis
de oxigeno. Los visitantes la estaban pidiendo que se saliera de
ciertos lugares para trasmitirles cierta información. Su conclusión
fue que ellos, no tenía acceso a estos sitios, Era en la parte baja
del telescopio. Al parecer la antena elíptica parabólica y su
material producían un lugar ciego. Lo dedujo, lo puso a prueba y
comenzó a trabajar. ¿Y la trasmisión y ejecución por parte de
todos esta acción?, aquí necesitaba la ayuda de los diez elegidos.
Y allí llegaba una de ellas.
Estaría
a una distancia ya, de aproximadamente dos kilómetros.
Llevaba
una maravillosa hora y media, andando en la libertad.
Boris
veía como Carolina pretendía alargar al máximo la duración de
aquel paseo.
No
se había movido, pero al momento se puso en pie y comenzó a andar
hacia ella.
Sabía
lo largo que se le iba a hacer el camino del encuentro. Al ver la
propia inoperancia que comenzaba a tener su mente ante la proximidad
del acontecimiento, dejó de pensar y poniendo su mente en el
paisaje, hacia ella fue.
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