martes, 26 de enero de 2016

...en el Café y el sentido de la vida...



- Pero, ¿tú crees que alguno de ellos parará un segundo preguntándose por el sentido de la vida? - Andrés preguntó a Pedro, mientras éste se alejaba y le miraba con cara de extrañeza.
- Andrés, ¿sabes que el tiempo circula en la dirección opuesta hacia donde creemos?
El día había salido realmente agradable y la tarde se perdía muy lentamente.
Hoy, era quizás un poco más tarde y en el bar sólo quedaban ellos dos y Alberto, quien en la esquina contraria y lejana en la que ellos estaban, manejaba el móvil, con torpeza apreciable desde la distancia, mientras se bebía, como siempre, una fría tónica.
- Te insisto, amigo ¿no sería interesante, incluso necesario, saber lo que somos, como camino ineludible de realización?, ¿por qué esto que parece una idea simple, fácil, ligera no se pone en práctica?
- Andrés ¿quieres que te enumere el número de acciones en nuestra sociedad moderna que nos impiden sumergirnos en cualquier pensamiento que no tenga una aplicación inmediata, física y directa?, ¿quieres que te cuente allá donde encerraron al último que trató de buscar una explicación?
- Pero, Pedro, ¿es una situación de la que podemos huir siendo cual es nuestra naturaleza?, ¿podremos dejar de pensar en abstracto, sobre el bien o sobre el mal mientras podamos hacer matemáticas?, ¿nuestra razón no nos abocara hacia la obligación del comportamiento y acción?
Se quedaron mirándose, conscientes de que su conversación había sido un torrente en el intercambio de dudas. Sabían la dificultad de encontrar afinidad en ciertos pensamientos.
- Y Andrés, déjame que te pregunte por la utilidad del pensamiento en términos abstractos si podemos construir una sociedad basada en puros mecanicismos de funcionamiento, leyes, normas, modos.
- Y la respuesta es la de siempre, la realización de nuestra supuesta, pero siempre supuesta, naturaleza esencial constituida por la Razón con el vicio de buscar el orden y en ocasiones el por qué.
Los dos la ponían en práctica, y se producía la gran paradoja de su probable inutilidad e incongruencia con su propia realización
Esto se lo dijo algo encorvado. En ocasiones, Andrés, bajaba la cabeza realizando y teniendo una mirada escondida desde el teatro de la comprensión. Pedro, no erguido por formalidad, sino por la constitución física, miraba a Andrés desde su bien apurada barba y el síntoma de cercanía entre los dos.
- Sabes – dijo Pedro, bajando tanto el ritmo como el tono de la conversación- estos temas que nos preocupan o inquietan lo hacen por partida doble desde el pensamiento en cuanto que el tiempo no pasa, sino que se acaba.
- ¿que lo perdemos?

- Eso me debato – le miró, señalándole ligeramente con el dedo índice- 

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