Carolina
subía despacio y relajada por la senda paralela a la carretera, ya
desfigurada. La falta de vegetación había erosionado la superficie
del planeta y allí, concretamente, en Tenerife, la dimensión
cromática era realmente impresionante.
Boris,
todavía más despacio que lo que ella ponía en la subida, comenzó
a andar hacia ella.
Llevaba
una larga túnica color naranja oscuro, descolorida, vieja y
arrugada. Era algo más alta que Boris y también más delgada que
él. Ambos dos tenían el perfil recto y serio, llegaron y se
quedaron mirándose a apenas un metro entre si.
Ninguno
tenía ganas, ni le nacía un abrazo de alegría o similares. Era
todo demasiado delirante desde que comenzó que en la concha de la
irrealidad los dos se habían escondido.
-
Carolina, supongo.
-
Sí, Boris, sí.
Esas
fueron las primeras palabras y sonaron al mismo momento en el que la
realidad volvió al pensamiento de Boris.
-
¿Quieres pasar a tomar algo, Carolina? - le dijo Boris con
educación.
Se
alejo un par de metros y comenzó a reír a grandes carcajadas pero
con el gesto fruncido.
-
Déjate los formalismo, llevamos más de doscientos años navegando
en la misma nave, y vamos a dejar a un lado las obviedades o temas
sin importancia -le dijo clavándole los ojos claros en los oscuros
de Boris.
Hablaba
gesticulando y subiendo y bajando sus brazos. La ansiedad de la
comunicación comenzaba a entrarles. Mientras se movía así, se
traslucía su cuerpo a través de las sombras dejadas por el paso de
la clara luz del sol, allá, en el paraíso de las antiguas islas
Canarias. Totalmente embobado, con una sensación confusa, allí,
quieto, hierático, Boris se planto a observarla.
Carolina
le miró la cara un minuto, como mira una madre a un hijo que ha
cometido un pequeño pecado sin ser consciente de ello, y le dijo.
-
Pero sí, venga, vamos, vayamos dentro de tu gran chalet.
Las
bromas y el relax parecíase que, milagrosamente, estaban saliendo
como hilo de conversación y conexión.
A
voz descubierta, a sabiendas, por parte de Boris que era información
que no sólo podían sino que también debían ir a los visitantes,
Boris adoptó el papel de sumiso ante ellos y le hizo saber a
Carolina sus ganas de colaborar con ellos hasta el final. La cara de
Carolina fue cambiando, a medida que Boris le contaba, como les iba a
seguir el juego a los invasores. Ella no estaba loca y sabía que
debía de seguirles el juego, pero la sumisión de Boris era
demasiada.
-
Y entonces, sólo con estas medidas y funciones, todo estará en
orden y la vida será mejor para todos.
-
Bueno para los engañados y para los que engañan, pero ¿para ti y
para mi?
-
Carolina, escucha, vivimos muy bien, tenemos todas las necesidades
cubiertas, la infinitud del tiempo para conocer, aprender y
comprender, huyamos del error constructivo que los seres humanos han
tenido a lo largo de su historia y actuemos inteligentemente.
La
cara de Carolina era de una gran sorpresa, angustia y desconcierto,
tanto que no se dió cuenta como Boris la cogía de la mano y
despacio y hablándole con dulzura de la necesaria sumisión la llevo
hasta la parte inferior de la antena parabólica, y siguió sonriendo
y dijo
-
lo que los visitantes no saben, pues no entran en sus modos de
funcionamiento y es algo inconcebible, lo que es mentir, engañar. Es
lo que he estado haciendo. Tengo planes para nuestra liberación, la
tuya, la mía y la de la humanidad. Necesito tu ayuda, Carolina.
Impactada
y abriendo los ojos exageradamente se quedo Carolina. No debía ser
nada sospechoso, así que Boris le pidió calma con sus manos.
Se
abrazaron y Carolina comenzó a llorar. Durante unos minutos había
perdido toda la esperanza, en unos segundos más, la alegría de la
aventura y posibilidad de cambio llegó. Los ojos de Boris,
cristalinos, relataban gritos en la soleas de los más de doscientos
años.
-
¿Qué vamos a hacer?, sólo con estas lágrimas y estas palabras
está ya decidida nuestra suerte – se volvió a abrazar a él - nos
estarán escuchando ya - jamás un abrazo había sido tan importante,
bueno y necesario como aquel fue.
-
He estado demasiado tiempo sola. He tenido bastante comunicación,
como ordenes con ellos – Boris pensó que así tendría mas
información que el desconocía- pero mi desesperación por la
ausencia de congéneres míos es muy grande.
Boris,
se alejó un palmo, le cogió de la barbilla, acerco sus labios a los
de ella y muy suavemente le dijo
-
Aquí no nos pueden escuchar. La antena forma una cámara
electromagnética que nos proporciona protección acústica – no le
dijo nada más y se alejó.
-
¿Me dices que ya no son conscientes de lo que decimos?
-
Sí, hasta el punto que te voy a decir que tengo planes y
posibilidades de librarnos de ellos.
La
cara se descompuso en un gesto delirante e irreconocible. A punto
estuvo de ponerse a saltar, hasta que Boris la sujeto
-
Debemos de llevar una vida según lo planificado y construir unos
horarios que nos permitan las reuniones y las acciones sin levantar
ninguna sospecha.
Carolina
era Física Atómica y le relució las pupilas de los ojos a medida
que Boris le contaba.
La
emoción y esperanza habían estado mucho tiempo fuera de su corazón.
Los
planes empezaron a salir por su boca continuamente. Boris la cogió
de las dos manos y le dijo
-
Te controlaran tu presión arterial, tu temperatura corporal, la
dilatación de tus pupilas, el ritmo de la respiración...todo, todo
menos lo que digas y hagamos debajo de la antena, así, que ahora
mismo te vas a calmar y vas a seguir tal y como has venido,
absolutamente aséptica y desvinculada del mundo que te rodea. Se
quedaron mirando muy seriamente y los dos sonrieron con una mirada
muy discreta y de felicidad. El mundo se había abierto, de nuevo,
para los dos.
Carolina,
cambió, sin previo aviso su cara. Rigidez, apatía, hieratismo y
casi arrastrándose, salio de la sombra de la esperanza que
proyectaba la antena y le dijo
-
Mañana seguimos hablando. Dime donde podré dormir.
Boris
se limitó a señalarle la habitación situada en el lado opuesto a
la de él en la circunferencia que dibujaba el observatorio.
-
Pasaré por la mañana – casi con mal tono- te llevaré a que
desayunemos y comenzaremos a planear el trasporte de todos los
humanos a lugar de concentración.
-
Bien, de acuerdo, que descanses.
Boris,
sin sonreír se fue hacia su habitación.
Hoy
descansó, durmió, sin ninguna acción o producto sintético para
hacerlo. Sólo tenía el sueño de la compañía y el cambio total.
No hay comentarios:
Publicar un comentario